Alumbrar
basado en materiales de Majón Meir
Parashat Miketz
28 de Kislev 5775 Shabat
Januca No
998
Rav Eran
Tamir
Explica el Rav Kuk que hay dos tipos de valerosidad.
Existe la valerosidad física, material, que surge del aspecto
animal del hombre
junto con todos los deterioros morales que la acompañan, un
valor que tiene su
expresión cuando otros son conquistados y sometidos. Ese es el
valor de la
extensión y el ensanchamiento – un valor superficial.
En contraste, hay otro tipo de valor, la valerosidad
moral que emana de la elevada alma de la persona, que tiene su
expresión en el
autocontrol y el ordenado de sus distintas fuerzas en forma exacta,
cuando cada
fuerza y talento se expresa según su valor auténtico. Esa
es una valerosidad
Divina, la valerosidad de poder expresar lo ilimitado a través
de medios
limitados, un valor interno.
La valerosidad de los griegos era del primer tipo,
un valor externo, sin D’s. En contraste, surgió en los Macabim
un valor
totalmente distinto, un valor interno Divino, en base al cual supieron
actuar
también con valor externo. Y como dice el Rav Kuk (Olat Reaya
Alef 72): “Un
valor singular es el valor de Israel, un valor que no sobresale por
conquistas
o sometimientos de otros, venciéndolos y esclavizándolos,
sino que un valor que
principalmente está ligado a la persona que se conquista a
sí misma. La
valerosidad del alma Divina”. Y resumiendo más, escribió
(Orot, Israel UTjiato
8): “Nuestra valerosidad es una valerosidad delicada, no puede ser una
valerosidad de destrucción y aniquilamiento”. Entonces, es
comprensible que el
sustantivo de “débiles” para con los Macabim nos quiere
enseñar que la
fuente de su fuerza no era la valerosidad externa, sino que su vigor
Divino
interno. Como las maravillosas palabras del Gaón
(genio del estudio de
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El milagro
de Januca
Rav
Shlomo Aviner (basado en
“Tal Orot”, Bereshit, Pág.135)
En la época de la rebelión de
Iehudá HaMacabi no todos estaban de acuerdo con
él. Por el contrario, tuvo
muchos opositores, no solo griegos y judíos helenistas, sino que
también dentro
de Am Israel (el Pueblo de Israel), e incluso dentro de sus
huestes. La
mejor prueba es que incluso después de tres batallas victoriosas
contra el
ejército del conquistador, en la cuarta batalla en Emaus el
“ejército” de él
contaba solo con algunos miles de soldados: ¿Dónde
estaban todos los millones
de judíos que habitaban aquí en esa época?
¡¿Iehudá HaMacabi lucha por la
independencia religiosa y nacional del pueblo, y cuenta con el apoyo de
tan
pocos?! ¡También es relatado que en el correr de las
batallas, hubo soldados
que lo abandonaron, a tal punto que en una de ellas, concluyeron la
lucha solo
una cuarta parte de los soldados que la comenzaron!
En el libro Jashmonaim
es relatada una discusión entre Iehudá HaMacabi y
sus soldados, en la
que ellos esgrimen tres argumentos principales: En primer lugar, ellos
sostienen que Iehudá no es capaz de enfrentar al ejército
del conquistador, que
es el ejército que conquisto casi todo el mundo conocido en ese
entonces, un
ejército excelente y bien entrenado. Hasta ese momento, no hubo
ningún pueblo
conquistado que se atrevió a desafiar a esa potencia mundial, y
más aún un
pueblo tan pequeño. Ellos sostienen que desean la independencia,
pero hay que
ser realista, y reconocer que no tienen ninguna chance. En segundo
lugar, ellos
sostienen que la lucha de Iehudá pone en peligro a los
demás miembros del
pueblo: Si él y su gente están dispuestos a arriesgarse,
allá ellos, pero el
opresor castigará a toda la población, como realmente lo
hizo, cuando se vengó
aniquilando toda la población de algún pueblo que
eligieron por azar. En tercer
lugar, nadie nombró a Iehudá como representante del
pueblo. ¡Iehudá, hijo de
Matitiau el Cohen (sacerdote), un campesino de un pueblito,
declara la
guerra contra el imperio griego, en representación de Am
Israel sin
haber sido nombrado por nadie como su dirigente! Por eso los
judíos se oponían
a la rebelión, y es muy comprensible.
Las respuestas de Iehudá, son
expresadas en varios pasajes del libro Jashmonaim. Allí
cuentan que
“tomo Gorguias 5000 soldados y 1000 jinetes, y se dirigió al
campamento (de Iehudá
HaMacabi) en la noche, para sorprenderlos y aniquilarlos,
guiados por
las personas del fuerte. Iehudá supo de ello, y se
dirigió con sus valientes
guerreros a atacar los guardianes del rey que estaban en Emaus...
cuando llegó
Gorguias al campamento de Iehudá en la noche, no encontró
a nadie. Los buscó en
los montes, suponiendo que se escapaban de él. Y cuando
amaneció, desde el
valle en el que se encontraban Iehudá con sus 3000 soldados, sin
escudos ni
espadas como hubieran deseado tener, vieron las fuertes y experimentes
huestes
de los griegos, con armaduras y jinetes que los rodeaban”.
¡Sabemos de otras
fuentes que en esa batalla también participaron elefantes! La
situación es
crítica. “Y les dijo Iehudá: No teman por su
número, y no se atemoricen de su
odio, recuerden cómo fueron salvados nuestros antepasados en el Iam
Suf
cuando los perseguían Paró con sus soldados. Le
imploraremos al Señor:
Si hallaremos gracia a Sus ojos, y Él recordará el pacto
de los patriarcas,
aniquilará a los enemigos, y todos los pueblos sabrán que
hay quien es capaz de
salvar y redimir a Am Israel” (Jashmonaim 1:4:1-11). Y en la
batalla de
la cuesta de Beit Jorón: “Y llegaron a la cuesta de Beit
Jorón, y salió Iehudá
a luchar contra él con pocos guerreros. Y cuando vieron al
ejército al que
tienen que enfrentar, le dijeron a Iehudá: ¿Cómo
podremos, siendo tan pocos,
luchar contra tantos y tan fuertes, cuando nosotros estamos
débiles porque no
hemos comido hoy? Y les dijo Iehudá: Es posible que unos pocos
venzan a muchos,
y no hay ningún impedimento frente a D’s de salvar a
través de muchos o de
pocos, porque la victoria no depende solo del esfuerzo, y la
valentía proviene
del cielo. Ellos vienen a luchar con su arrogancia y su maldad, a
aniquilarnos
a nosotros, nuestras mujeres y niños, y a saquearnos. Pero
nosotros luchamos
por nuestra vida y nuestra Torá. Y Él los
hará caer ante nosotros, y
ustedes no deben temer de ellos. Y cuando concluyó sus palabras,
los atacaron
repentinamente y vencieron a Siron y sus soldados” (Jashmonaim
1:3:16-24). En
la época de los Jashmonaim ya no hay profetas que digan cual es
la voluntad de
D’s. Iehudá no sabía si iba a poder vencer a los griegos,
ni tampoco prometió
que así será. Él dijo que es preferible morir
luchando, a permanecer impasible
frente a la situación insoportable a la que nuestro pueblo kadosh
(santo) es reducido, y D’s hará lo que juzga correcto.
¡Por primera vez en la
historia, la “mano de D’s” se transforma en un coeficiente
político, militar,
en la vida nacional! ¡Iehudá sopesó su genialidad
estratégica, basada en el
perfecto conocimiento de cada detalle topológico del campo de
batalla, y la
gran ventaja de la movilidad, la fuerza de voluntad y tenacidad de sus
fuerzas,
producto del anhelo de la victoria, y llegó a la
conclusión que es posible
vencer al enemigo!
Pero los opositores no se
convencieron, incluso después de sus brillantes victorias. Y
aquí interviene el
milagro de la vasija de aceite puro. Según el Mahara”l
(Ner Mitzva 68A)
ese milagro es la respuesta Divina. ¿Acaso el hecho que el
aceite alumbró ocho
días justifica la institución de una fiesta para todas
las generaciones? No
fijamos días festivos por cada milagro que ocurre:
¡Nuestra historia está
colmada de ellos! Y lo que es más, según la halajá
está permitido
utilizar aceite impuro para encender el candelabro (Ramba”m, Hiljot
Tmidim
Umusafim 3:10). Desde ese punto de vista, el milagro era innecesario.
Explica
el Mahara”l que el valor de ese milagro no es el hecho en
sí, sino que
es la confirmación que la victoria y todo lo que ocurrió
es un milagro, y fue
realizado con la ayuda y el apoyo Divino. Las explicaciones
estratégicas de las
victorias son ciertas, pero no niegan la ayuda de D’s, a través
de los procesos
naturales.
Conocemos distintos tipos de
milagros. En la gmará hablan del episodio en el que
David mató al oso y
al león que vinieron a devorar una oveja del rebaño a su
cuidado, y lo define
como un “pequeño milagro” (Baba Metzia 106). Pregunta
allí Tosafot: ¿Qué tubo
de milagroso? Y contesta: El milagro es que él tuvo la
valentía y se valió de
la estrategia necesaria para luchar. Una valentía excepcional es
un milagro, es
una expresión Divina. Hay milagros “astronómicos” como
“el Sol se detenga en
Guivón” (Ioshua 19:12). Hay milagros “físicos” como “las
aguas les eran una
muralla” (Shmot 14:23). Y también existe el milagro
“psicológico”: Una persona
normal que de pronto, se convierte en un valiente. Hay fuerzas Divinas
que se
esconden en la persona, y despiertan de pronto, como la
valentía, y entonces,
es capaz de vencer a un león y a un oso. Ese tipo de milagro, es
lo que ocurrió
en la época de los Jashmonaim: Sencillos campesinos, Cohanim,
que
de pronto se ven colmados de valentía, después de cientos
de años sin
independencia, con una mentalidad de galut (exilio), de miedo y
necesidad de valerse de lisonjas y sobornos para subsistir. El milagro
de la
vasija de aceite es la señal que todo lo que hicieron los Jashmonaim
era
correcto, que D’s los impulsó, y nos hizo milagros en aquel
entonces, en esta
época.
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