Alumbrar
basado en materiales de Majón Meir
Parashat Vaera
25 de Tevet 5774 No
949
Rav Jagai
Londin
La Salida de Egipto nos acompaña
casi en todo momento de nuestra vida: Shabat, Iom Tov
(días
festivos), y muchas de las mitzvot de la Torá
son “recuerdo de la
Salida de Egipto”. ¿Qué sucedió en la Salida de
Egipto? ¿Por qué “es una mitzva
recordar la Salida de Egipto en el día y en la noche, como dice
el versículo
‘para que recuerdes el día de tu salida de la tierra de Egipto
todos los días
de tu vida’ (Dvarim 16:3)” (Ramba”m, Mishne Torá, Hiljot Kriat
Shmá 1:3)?
El Midrash (Mejilta, Itro 1)
nos enseña que “en un principio no había ningún
esclavo que pudiese escapar de la
tierra de Egipto, ella estaba cerrada herméticamente”. Es decir,
la tierra de
Egipto no sólo es un sitio geográfico, sino que es la
gran “Casa de Esclavitud”
del mundo antiguo. Mitzraim (Egipto) es derivada de la palabra
metzar
(límite), es la expresión de una situación de
obstrucción anímica,
limitación del horizonte e incapacidad de avance, o dicho de
otra forma: Esclavitud.
La incapacidad de la persona de
salir de las limitaciones deterministas, de superar sus bajas pasiones
y
defectos – es el punto álgido de la cultura egipcia. El marco de
esclavitud
práctico, es sólo una consecuencia social de la
ideología pagana, del
sumergimiento total – hasta el punto de la pérdida de los
sentidos – en la
dimensión grosera de la vida. De momento que no hay
ningún ideal moral que
logre subyugar toda la personalidad del individuo, se formaron culturas
que
intentan consolar temporalmente la humanidad a través de la
liberación de toda
limitación frente a los más bajos instintos del hombre.
Cultos paganos atroces,
como el pasado de los hijos por el fuego frente al ídolo “Molej”,
las
pasiones carnales, danzas salvajes hasta que se herían y manaban
sangre e
incluso la defecación frente al ídolo – todos ellos
fueron institucionalizados
como el centro de la cultura pagana.
En el episodio de la Salida de
Egipto surge en la historia una nación que le enseña a la
humanidad que existe
la posibilidad de ser libre, luchar contra dioses y personas – y
vencerlas. Es
decir, existe la posibilidad de elevarse por encima de las limitaciones
de la
realidad, y revelar la moral, el bien y la justicia, y descubrir el
valor de la
vida. “Todo el que no cree en la paganía es llamado
judío” (Meguila 13A): La
esencia de Am Israel (el Pueblo de Israel) es la salida de las
limitaciones actuales hacia el Mundo Venidero – “Seré el que
Seré” (Shmot 3:14).
En base a eso, es natural que la Salida de Egipto esté
acompañada de “diez
plagas” y rasgado del Iam Suf – es decir, sometimiento
cosmológico de
todo el marco del plano natural del mundo.
La Salida de Egipto no es sólo un
episodio histórico, sino que el punto de viraje en el eje del
tiempo en el que fue
aclarado que existe la libertad, una dimensión de valor de la
realidad. La
aspiración interna de la humanidad, que se expresa en el
nacimiento de Am
Israel, es no quedarse satisfecho con la existencia en sí,
sino que desear
revelar la meta de la existencia, como lo recalca Rashi al principio de
Bereshit
(Génesis): “¿Y por qué comenzó con el
génesis?...” (Rashi, Bereshit 1:1) –
la meta de la creación es la aparición plena de la
nación de Israel en su
tierra, “para Israel que son llamados ‘principio’” (según Ialkut
Shimoni,
Bereshit 1).
Por esa razón decimos “en toda
generación la persona debe verse a sí misma como si
él hubiese salido de
Egipto” (Hagada de Pesaj) – en todo momento de nuestra vida debemos
vivir de
nuevo la Salida de Egipto. Liberarnos de los defectos, de las malas
costumbres
y los prejuicios de la sociedad, dejarle alumbrar al resplandor de la
libertad
dentro nuestro – y “no hay nadie libre, salvo el que se ocupa de la Torá”.
La naturaleza de Israel que fue acuñada dentro nuestro cuando
fuimos creados se
caracteriza por la incapacidad de consentir con la realidad limitada, y
una
búsqueda sin descanso de la verdad: “La terquedad de encontrarse
siempre en la
misma opinión y apoyarse en ella con los lazos pecadores que se
hicieron
costumbre, ya sea en las acciones o en los pensamientos, es una
enfermedad que
llega en base al sumergimiento en el duro trajín, que no le permite al resplandor de la libertad de
la tshuvá alumbrar con su luz, porque la tshuvá
aspira a la
libertad auténtica que es la libertad Divina, en la que no hay
ninguna
esclavitud” (Orot HaTshuva 5:5).
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Majón Orá
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¿Dónde
están los ojos del león?
Rav
Shlomó
Aviner (reimpresión)
Tenemos un lindo poblado, que fue bendecido con
ríos y arroyos, en el
valle y en el monte, y siempre cayeron las lluvias en su momento.
Nuestra vida
era una vida fácil, una vida alegre y apacible.
Pero llegaron tiempos de hambre, y los cielos se transformaron en
cielos
de cobre: No llovió, y los campos no entregaron su
producción. Al principio,
nos valimos de los almacenes de trigo y las reservas de agua de los
años
anteriores. Pero cuando comenzó el tercer año, y no
llovió, los ríos se
secaron, los campos no brotaron, y nuestros ojos añoraban.
¿Qué nos quedaba
para comer, cuando el hambre nos amonestaba? Degollamos y comimos
nuestro
ganado, y rápidamente murieron de sed los pocos animales que
aún quedaban, y ni
siquiera pudimos probar bocado de ellos. Las personas se echaban al
suelo, y
sus labios murmuraban: “¡Agua!, ¡agua!, ¡pan!” – pero
no había. Fijamos un día
de rezo y ayuno, una vez por mes. Luego, una vez por semana, y
finalmente todos
los lunes y jueves. Incluso hicimos más; rezamos y ayunamos tres
días seguidos
- en vano. ¡Los cielos por encima de nuestras cabezas, como de
cobre, y no
llueve! Las personas comenzaron a calumniar. Unos dijeron: “¡El
D’s no tiene
corazón, no escucha nuestros rezos y no se apiada de nuestro
sufrimiento!”. Y
los otros los callaron: “¿Por qué habláis como los
viles? ¡¿Si recibimos de D’s
el bien, no habremos de recibir el mal?!”. Entre tanto, se reunieron
los
dirigentes del poblado. Resolvieron que llegaron al límite de
las fuerzas, y
todo lo que queda por hacer es mandar enviados al Mekubal (versado
en la
Kabalá) Eloki (enviado Divino) que mora
más allá de los montes,
el kadosh (santo), el Rav Daniel Dilinguer. ¿Pero
quién tiene fuerzas
para ir un trayecto tan largo y llamarlo? Los dirigentes me eligieron a
mí y a
Hans Aizenmann el herrero, y así nos bendijeron al partir:
“Nuestro destino
está en vuestras manos, que D’s los ayude”.
Luego de tres días de caminata, llegamos a la pequeña
choza del Rav
Daniel Dilinguer. Él estaba concentrado en su estudio, pero en
cuanto nos vio,
nos recibió con gran amistad, y nos sirvió algo para
comer. “No comeremos” –
dijimos – “hasta que hablemos”. Cuando escuchó la
situación en nuestro poblado,
se apenó mucho, y suspiró profundamente. Aguardamos
cuál será su resolución.
Dijo: “Yo voy con ustedes”. Tomó un bolso pequeño a su
hombro, un gran libro en
el que estaba escrito con letras doradas “Baba Kama”, y otro
pequeño libro, que
introdujo en su bolsillo superior: “Mesilat Iesharim”.
Congregó al público en el Beit Kneset (sinagoga),
y comenzó
diciendo: “D’s, El Señor, es misericordioso y piadoso. Le
rezaremos, y Él
escuchará nuestro pedido”. “Nuestro Rav” – gritó Iohan
Himelzon – “¡ya rezamos
y rezamos, hasta que nuestras gargantas se secaron!”. “A pesar de ello,
rezaremos un mes continuo, desde la mañana hasta la noche”, dijo
el Rav
Dilinguer con su suave voz, “y nuestro rezo no será en vano”.
Pasó un día y otro día, y nada sucedió.
Pero seguramente el Mekubal
Eloki dijo algo cierto. Pero cuando llegaron al término de
los 30 días, la
sequía estaba todavía en su apogeo, y las grietas de la
seca tierra anhelaban
alguna gota de agua.
El Rav Daniel kadosh reunió al público en el gran
Beit Kneset,
y anunció con alegría: “Nuestro rezo hizo su
acción en el cielo, pero el rezo
hace sólo la mitad. Llegó el momento de la otra mitad:
Debemos arrepentirnos.
Durante 30 días todos nos arrepentiremos; cada uno
analizará cuales fueron sus
pecados para con D’s y para con sus amigos, y se arrepentirá. Y
D’s no
despreciará nuestra labor”.
Las personas comenzaron a analizar sus acciones y mejorar su conducta.
Algunos fijaron horas de estudio de la Torá y se
levantaron para rezar,
y los otros pidieron perdón de sus amigos. ¡Por supuesto
que tiene razón, el kadosh,
el Rav Daniel Dilinguer! ¡El rezo sin el arrepentimiento, es como
sumergirse en
la mikve para purificarse asiendo un animal impuro en la mano!
Recordé que muchas veces ofendí a mi esposa Greta, y
también le grité a
mi pequeño hijo Fridrij. Él me molesta, pero no es
razón justificable. Me
olvido de bendecir Birkat HaMazón (bendición
posterior a la comida), y
rezo sin prestar atención a lo que digo. También me
comporto atrevidamente para
con mi anciana madre Elza. De día en día fui mejorando, y
sentí una elevación
espiritual espléndida.
Pero al término de los 30 días, los cielos permanecieron
hirvientes y
como de cobre, como anteriormente. Las personas se enojaron con el kadosh
Eloki, el Rav Daniel. Y en su enojo, comenzaron a enojarse
también con D’s.
El Rav reunió al público en el gran Beit Kneset,
cuando en su
rostro se notaba su consternación. Se dirigió al Arón
HaKodesh (El Arca,
donde se encuentra el libro de la Torá), besó el parojet
(cortina
que cubre al Arón HaKodesh), y de pronto, saltó
hacia atrás como si lo
hubiese mordido una serpiente. “¡Los ojos del león!” –
gritó – “¡alguien robó
las piedras preciosas!”. ¡Las personas miraron con asombro, y en
donde deberían
estar los ojos del león, había dos agujeros negros!
¿Cómo es que no se dieron
cuenta de inmediato? Seguramente por el cansancio y el agotamiento...
“¡¿Cómo cumplirá D’s nuestros ruegos, luego
de semejante profanación de
Su Nombre?!”, dijo el Rav, gimiendo y sollozando.
“¡¿Quién es el vil que lo
hizo?!” – gritó Hans Aizenmann – “¡lo destrozaré
como un pescado!”.
“Eso no nos ayudará” – dijo el Rav Dilinguer – “hay que
encontrar los
ojos”. Se concentró en profundos pensamientos, y dijo: “El
ladrón los escondió
bajo la tierra”. Salió del Beit Kneset, seguido por todo
el público,
hasta que llegó al gran campo que se encuentra tras él.
“Hay que excavar aquí”,
dijo el Rav.
“Tienes razón”, dijeron todos al unísono, y
rápidamente trajeron palas y
picos, y comenzaron a excavar. El Rav kadosh se unió a
los excavadores,
y los alentaba en su labor. Mucho polvo levantaron los excavadores con
sus
palas. A derecha e izquierda se levantaron montes de tierra. Trabajaron
hasta
que el cansancio y la sed casi los vencieron. Cansados y agotados
tiraron las
palas, y se echaron al suelo. Entonces, el Rav Dilinguer ordenó:
“Ayuden a sus
hermanos, lo importante es que la excavación no se detenga”.
Cuando el sufrimiento de los excavadores aumentó,
fortaleció su
espíritu, “¡excaven!, ¡no se den por vencidos!,
¡cuando encontremos los ojos
del león tendremos abundancia de agua de vida, y salvaremos
nuestras vidas!”.
Pero no había agua. Día tras día trabajaban las
personas, y el Rav los
dirigía. Muchos perdieron la esperanza, y dejaron de excavar.
Otros
desfallecieron bajo el peso del esfuerzo, y esperaban la muerte, que
los
liberará del sufrimiento. El Rav Dilinguer los levantó y
estimuló: “¡Refuércense
y tengan fortaleza, excaven en lo profundo, porque la salvación
está cercana!”.
Con las últimas fuerzas tomaron las personas las palas y
excavaron, y el
Rav junto con ellos. Cuando el pozo profundizó, descendieron con
la ayuda de
cuerdas, y continuaron la labor. Así pasaron 30 días, y
entonces, al mediodía,
encontraron los excavadores en lo profundo del pozo; no los ojos del
león, sino
que sus propios ojos, mirándoles en su reflejo en el agua que
fue encontrada en
lo profundo del pozo. ¡Su alegría no tenía
límite! Volvieron a la vida, y sus
rostros irradiaban regocijo como el Sol. Con baldes y barriles tomaron
agua del
manantial. Ancianos y jóvenes se unieron con sus labios a beber
la poción que
le da vida a sus cuerpos. Al principio, saciaron su sed, y cuando se
recuperaron comenzaron a regar también los campos.
Entonces, se acordaron del Mekubal Eloki, el Rav Daniel
Dilinguer
el kadosh. Lo buscaron y no lo encontraron. Algunos dijeron:
“¡No era
otro, sino que el profeta Eliahu!”. Otros dijeron: “Sencillamente,
volvió a su
pueblo”. Pero cuando llegaron al Beit HaKneset a rezar minjá
(rezo de la tarde) con gran alegría, encontraron una nota, que
había sido
adherida al parojet, en la que estaba escrito con la letra del
Rav: “El
rezo, el arrepentimiento y la labor, revocan el severo decreto”.
Departamento
ibero-americano
Majón Meir
abrió sus
puertas para alumnos ibero-americanos de habla hispana y
portugués, y te invita
a tener esta experiencia única de estudiar Torá en
su ambiente tan
especial en la ciudad de Ierushalaim.
El
programa - dirigido por el Rav Rafael Spangenthal - está
destinado para jóvenes
de diecisiete años en adelante que desean reforzar su identidad
judía por medio
del estudio de
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invitamos a llamarnos o escribirnos:
Director del
Departamento ibero-americano
Rav Rafael
Spangenthal
Tel.: 972-8-9285216
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