Alumbrar
basado en materiales de Majón Meir
Parashat Masaei
28 de Tamuz 5771 No
828
Rav Ioram
Eliahu
La alta tensión que es conducida por el
“hilo incandescente” del pacto, irradia todo el tiempo: “Volved a
Mí, y Yo volveré
a vosotros” (Malaji 3:7). El corazón de las personas y de la
nación reciben el
mensaje, “mi amado envió su mano por el agujero de la puerta, y
mis entrañas se
estremecieron” (Shir HaShirim 5:4). ¿Cuál es la reacción? A veces, la amada
contesta “¡aquí me encuentro!”, a Tu disposición. Y
a veces, contesta “no me
encuentro”, “ya me he quitado la túnica, ¿Cómo volveré a
vestirla? Ya me he
lavado los pies, ¿Cómo volveré a ensuciarlos?”
(Shir HaShirim 5:3). La amada
está ocupada en su descanso, en sus prendas, en sus deleites y
goces. Y hasta
que finalmente se levanta y abre la puerta, “mi amado se fue” (Shir
HaShirim 5:6)
- la oportunidad fue desperdiciada. El vacío que quedó es
llenado por la
oscuridad, la destrucción y la desolación – los fieles
enviados de
En forma semejante a esa tensión – que se
encuentra en la base de la creación y le entrega su derecho de
existencia, su
sentido y posibilidad de superación, justamente a través
de las destrucciones y
edificaciones que surgen de ella – hay otras muchas y variadas
tensiones. Una
de ellas es la tensión que existe entre la esencia femenina y la
esencia
masculina de la existencia, y su singular forma de expresión que
surge en las
relaciones entre hombre y mujer. Hay dos situaciones básicas
posibles dentro y
en base a esa enorme tensión: Fertilidad o desgracia. Dijeron
nuestros sabios:
“Se hicieron merecedores,
Se hicieron merecedores: Cada uno de los
cónyuges se purificó y refinó su egoísmo, y
eliminó lo superfluo de su deseo
personal, y entonces – sólo entonces – le es posible mirar a su
prójimo con
positivismo, respetar su existencia, reconocer su singularidad e
incluso absorber
de él lo que le es necesario para suplir sus carencias. Y
entonces incluso los
contrastes entre ellos se transforman en cantos agradables:
Pero, si D’s no lo permita, no se hicieron
merecedores, cada uno se atrincheró en sus deseos personales y
no está
dispuesto a entregar a su prójimo, sólo una gastada
moneda de clemencia,
paciencia y condescendencia, en esa situación se elevan las
llamas del fuego
del contraste natural que siempre existe, y ese fuego los “devora” –
hace nacer
“cardos y espinas”, malas virtudes y bajas cualidades, y ellos terminan
exhaustos y frustrados, devorados por el fuego del odio y las dulces
venganzas.
El matrimonio se desarma, su casa conjunta se destruye,
Midreshet
Majón Orá
Centro de estudios
de Torá para chicas en
español y portugués.
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interesadas, hay dormitorios en el lugar.
Rav
Shlomó
Aviner
Tengo nombre. O para ser más exactos, tenía
nombre. Cuando era una niña, tenía un nombre: Lea.
También cuando fui una
muchacha, ese era mi nombre – Lea. Me casé. Mi marido me
llamó con amor Lea.
Después, me odió, pero aún me siguió
llamando Lea. Después de una larga
contienda, con el apoyo de todos los Rabanim (Rabinos)
logré
divorciarme. Salí en libertad a duras penas, pero todavía
mi nombre era Lea.
Me divorcié a los 23 años, pero de tanto
cansancio me sentía como si tuviese 30. Cuando finalmente
recibí el Guet mi
rostro se iluminó de felicidad frente a los jueces, y me
sentí como si tuviese
25 años de edad. Me dije a mí misma: Lea, has pasado un
largo y duro camino,
pero todavía eres joven. Tu mundo se encuentra frente a ti, con
la ayuda de D’s
encontrarás un novio encantador, edificarás una nueva
casa en Israel, y “la
gloria de esta postrera casa será más grande que la de la
primera” (Jagai 2:9).
¡Mazal Tov, Lea!
Pero fue una amarga equivocación. Caí en un
oscuro precipicio, más terrible que la época de mi duro
matrimonio. ¿Por qué?
Porque en ese entonces sufría, pero tenía esperanzas, y
esperaba un mañana
esplendoroso. Pero ahora, mi horizonte se ve bloqueado.
Seguramente preguntarán ¿por
qué? La respuesta es muy sencilla: Porque no tengo nombre.
Cuando era una niña
leí un cuento respecto a una pobre persona que perdió su
sombra. Y yo, perdí mi
nombre. Yo ya no soy Lea, no soy una terapeuta, yo ya no soy la hija de
mis
padres, yo ya no soy la egresada de
Todo muchacho bueno y correcto que me
proponen conocer escucha con simpatía todas mis virtudes, pero
cuando escucha
la palabra “divorciada” – su rostro se endurece, y termina la
conversación con
frialdad. Esa guillotina no tiene compasión.
Me dijeron los Rabanim: Muy
sencillo, no le cuentes. No lo cuentes enseguida, sólo
después que haya
comenzado el vínculo. Así lo hago, pero entonces tengo
que enfrentar otra
situación. Todo está bien, hay química, hay
comprensión, hay un vínculo. Y
entonces, después de tres o cuatro encuentros me fortalezco y me
atrevo a
contar, con la voz temblante: Yo soy divorciada. Los cielos se cubren
de nubes,
y agrego: Pregúntale a los Rabanim, ellos te lo
contarán todo. No tengo
cuernos, no fue por mi culpa, fui una pareja modelo, algo no estaba
bien en mi
antiguo marido, invertí todo lo que pude e incluso más
que ello para salvar
nuestro matrimonio, renuncié a todo, ¡a todo! – pero el
fin era inevitable,
porque mi vida era un infierno. El refrán dice: Es mejor un fin
terrible, que
terrible sin fin. Puedes preguntarles a todos los Rabanim del
mundo. El muchacho
me escucha sin interés, con un claro aburrimiento, y me dice con
falsa
cortesía: Voy a preguntar.
Y en efecto, él averigua, y en cuestión de
algunos días yo recibo un lacónico mensaje en el celular:
No estoy interesado,
gracias.
Yo retengo mis lágrimas, y mi corazón
desfallece en mi interior. Lea, Lea, me digo a mí misma – porque
por lo menos a
mis ojos yo todavía soy Lea – eres una tonta, eres una ingenua,
te has olvidado
que eres una divorciada. Mételo bien adentro en tu cabeza:
¡Eres una divorciada!
Te pensaste que ese muchacho maravilloso, que estudia Torá,
que ama a Am
Israel (el Pueblo de Israel) y ama a Eretz Israel (
Así es, ¡soy una divorciada! ¡Soy de
segunda clase! Entonces, llegan “personas buenas” con una sonrisa de
misericordia y me proponen: Un muchacho con un pie un poco corto, un
brazo un
poco largo, y cosas por el estilo. Dicho sea de paso, no tengo
ningún problema
en casarme con un muchacho que tiene ese tipo de carencias, puede que
sea un
muchacho de oro. Pero me ofendo porque me lo proponen sólo
porque soy
divorciada. Y por lo visto él también se ofende porque le
proponen una
divorciada, de momento que tiene un pie más corto que el otro, o
un brazo más
largo que el otro. Pero eso no me consuela.
Pero no se piensen que he perdido las
esperanzas, que me quebranté, que caí en la
depresión, que renuncié. ¡De
ninguna forma! ¡No he renunciado a mi nombre! Yo seré Lea
para siempre. Con mi
carácter, con mis cualidades positivas, que me permitirán
ser una buena pareja
y una buena madre. La misma Lea, con sus buenas virtudes.
No he perdido mi valor porque soy una
divorciada. Por el contrario, he agregado. Las crisis me han elevado,
me han
purificado, me han fortalecido. A través del dolor he crecido.
Estoy más
contenta que nunca, voy a clases de canto y clases de baile, a clases
de Torá
y hago obras de caridad.
Yo espero a un muchacho de mi valor, lo espero
y lo busco. Nada ha cambiado. Sólo es más difícil.
Yo se que muchos muchachos
se echan atrás cuando escuchan la palabra “divorciada” – no los
necesito. Y en
general, no podré casarme con muchos muchachos – necesito
sólo uno. Uno que
sepa valorar a la persona por lo que es realmente, y no según
estereotipos
imaginarios, uno abierto y auténtico, uno inteligente y alegre.
Yo lo
encontraré.
Mazal Tov, Lea.
Departamento
ibero-americano
Majón Meir
abrió sus
puertas para alumnos ibero-americanos de habla hispana y
portugués, y te invita
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especial en la ciudad de Ierushalaim.
El
programa - dirigido por el Rav Rafael Spangenthal - está
destinado para jóvenes
de diecisiete años en adelante que desean reforzar su identidad
judía por medio
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información los
invitamos a llamarnos o escribirnos:
Director del
Departamento ibero-americano
Rav Rafael
Spangenthal
Tel.: 972-8-9285216
Cel: 972-52-4501467
E-mail: machon.espanol@gmail.com,
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