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Parashat Mishpatim     24 de Shvat 5771     No 803

“No aceptarás soborno”
Rav Ioram Eliahu

En nuestra Parashá se encuentran numerosas mitzvot y leyes que son estudiadas en varios tratados del Seder Nezikin” [uno de los seis tomos de la Mishná. N. del T.]: Los cuatro prototipos de daño, las leyes de los cuidadores, etc.
Esas leyes son juzgadas por los jueces de Am Israel (el Pueblo de Israel), y a continuación en la Parashá la Torá nos enseña la Torá cómo deben hacerlo: “No pervertirás el juicio” (Shmot 23:6), “de una palabra falsa te alejarás” (Shmot 23:7), “no aceptarás soborno, porque el soborno ciega a los videntes y corrompe las palabras de los justos” (Shmot 23:8). En el tratado “Ktuvot” (105) nuestros sabios explican en extensión qué es lo que le ocurre al juez cuando recibe soborno. Así dice la Gmará: “¿Qué es soborno? Es algo que une, porque el que da soborno y el que lo recibe se unen en el corazón” (Rashi). De acuerdo a ello, explica allí Raba que cuando un juez acepta un soborno se siente un poco como el acusado, y nadie es capaz de sentenciarse a sí mismo. Y agrega el autor del libro “Tora Temima” que “de momento que él y el que lo sobornó se unen en el corazón, el juez ya no es consciente de su falta de objetividad”.
El soborno también está prohibido cuando el juez exime al inocente y sentencia al culpable, porque puede llegar a acostumbrarse y pervertir el juicio en el futuro. Así escribe el autor de “Sefer HaJinuj” (Mitzva 83): Tenemos prohibido aceptar soborno incluso para juzgar con justicia “para eliminar esa mala costumbre, no sea que de esa forma se llegue a juzgar injustamente”.
Muchos piensan que el soborno es dinero, y les está claro que está prohibido. Pero cuando se les propone algún regalo o un favor de algún tipo, ellos piensan “¿qué tiene de malo que él me haga algún favor? Se trata de un regalo de un buen amigo, ¿por qué debo preocuparme?” Nuestros sabios dicen que incluso soborno de palabra o favores están prohibidos, porque pueden influir en ti y llegarás a pervertir el juicio. Así cuenta la Gmará (Ktuvot): Había una persona que acostumbraba a traer una canasta con frutas a Rabí Ishmael Bar Rabí Iosi todos los viernes. Un día, llegó con la canasta el jueves. Le preguntó: ¿Por qué has llegado más temprano? Le dijo: Tengo un pleito que tú debes juzgar, me dije que de todas formas yo vengo a ti todas las semanas, entonces traeré las frutas más temprano. Le dijo Rabí Ishmael: Yo me descalifico de juzgarte. Trajo a otros jueces en su lugar. Y mientras era juzgado, Rabí Ishmael Ben Rabí Iosi se dio cuenta que todo el tiempo él piensa en su interior que su amigo debe ser exento, y se dice a sí mismo: “Ojalá argumente de tal o cual forma, y será exento” (Rashi). Se quedó pasmado, y dijo: ¡Malditos sean los que aceptan soborno! Si yo – que no lo acepté, y si lo hubiese aceptado estaba recibiendo lo que me pertenece [porque de todas formas le hubiese entregado las frutas el viernes] – siento que mi corazón lo quiere juzgar para bien, entonces el que realmente acepta el soborno seguro que su corazón juzga para bien al acusado, y pervierte el juicio.

La Gmará cuenta que Shmuel fue más lejos aún, y le dijo a una persona que le dio la mano para ayudarlo a descender de la canoa en la que cruzó el río: “Yo me descalifico de juzgarte, porque la ayuda que tú me diste ahora es como un soborno, y puedo llegar a pervertir el juicio”. Esos cuentos de las obras de nuestros sabios son maravillosos, y nos enseñan hasta qué punto se debe cuidar de no aceptar soborno, e incluso algo parecido a ello, para que no se llegue a pervertir el juicio. Y no sólo el juez, sino que también es así tratándose de todo tipo de juicio que emitimos respecto a nuestros compañeros y familia. Debemos purificarnos de todo tipo de “sobornos” que pervierten nuestro juicio.
En el tratado “Sanhedrin” - que se ocupa mucho de los jueces - nos enseña la Gmará (7A) que un juicio injusto no es sólo un problema particular del juez y el acusado, sino que se trata de un deterioro de todo Am Israel (el Pueblo de Israel). Y así dicen: “Todo juez que juzga auténticamente, hace que la Shjina (manifestación de la Presencia Divina) se manifieste en Am Israel”. Y en contraste, “todo juez que no juzga auténticamente hace que la Shjina no se manifieste en Am Israel”, porque “las leyes son Kodesh Kodashim (Sacrosanctorum) en Am Israel”. Nos enseña el Rav Kuk que por eso cuando fue fundado el sistema jurídico en la nación, nuestro Rav Moshé se encargaba él mismo de juzgar a Am Israel, y de esa forma “elevó todos los valores del juicio hasta el fin de todas las generaciones al contenido Divino que las leyes de Am Israel deben llegar”. Y por lo tanto “la búsqueda de D’s a través del juicio se quedó como una particularidad de Am Israel…” (Orot, Pág. 20). “Porque el juicio es la principal aspiración Divina de la nación elegida por D’s, a través de él la nación sabe su valor, entiende su destino, y a través de él se vincula en forma vigorosa con el que entregó la Torá. Por ello, las leyes son Kodesh Kodashim para Israel, y el Sanhedrin (Suprema Corte de Justicia) – que es la autoridad suprema en la nación… es el bastón sobre el que nos apoyamos y nos respaldamos, en él nos aconsejamos y preguntamos en situación de paz y situación de guerra” (Nitznutzei Orot del Rav Ushpizai, Pág. 190).
De esa forma podemos entender por qué le es exigido al juez depurar todas esas virtudes y destacarse por sus buenas virtudes, como fue mencionado en la Parashá anterior: “Hombres capaces, temerosos de D's, hombres de verdad, que aborrezcan el lucro” (Shmot 18:21). Vinculándonos con la verdad hasta ese punto, seremos merecedores de la pureza y del juicio auténtico, y la manifestación de la Shjina dentro de nosotros
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Midreshet Majón Orá

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Los Rabanim y la política
Rav Shlomó Aviner

Pregunta: ¿Acaso es correcto que los Rabanim (Rabinos) se ocupen de política? Quizás su papel es ocuparse de la Torá, de la elevación de los individuos particulares en su vida – lo que, por supuesto, será una gran bendición para la nación. Pero no deben ocuparse de asuntos públicos generales. Y por supuesto que no deben ocuparse de asuntos públicos importantes en los que hay diferencias de opinión, cuando ellos reciben un sueldo del estado.
Respuesta: En efecto, hay una concepción de ese tipo que arguye que “denle al Cesar lo que es del Cesar, y denle al dios lo que es del dios”. El gobierno se ocupará de los asuntos del estado y este mundo, y las autoridades religiosas se ocuparán de los asuntos de las almas y el Mundo Venidero. Esa es la conocida concepción cristiana, y eso fue lo que le dijo esa persona a nuestros sabios, los Prushim (Fariseos).
El problema es que mientras tanto, vivimos en este mundo, en la vida del público y del estado, y también tenemos planeado quedarnos aquí mucho tiempo - todo lo que nos permita D’s en Su bondad.
El problema es que justamente a través de lo que sucede en este mundo llegamos al Mundo Venidero (Mesilat Iesharim, Cáp. 1).
El problema es que nuestro ideal no es sólo "el cielo", sino que también "la tierra", siguiendo a nuestro patriarca Avraham que fue ordenado: “Vete, a tu tierra”. Y también nuestro Rav Moshé fue ordenado por D’s: “Bastante ha sido para ustedes permanecer en este monte, den vuelta y emprendan el viaje... mira, que Yo he puesto la tierra delante de ustedes” (Dvarim 1:6-8). Esa es la particularidad de nuestra Torá: No sólo una Torá del individuo particular, sino que una Torá de la generalidad. O para ser más exacto: La Torá del público general, y la Torá del individuo particular. O más exacto aún: La Torá del individuo particular, a través de la Torá del público general.
Porque, ¿qué es política? Es una palabra griega, que quiere decir: "Dirección de la ciudad". Y en forma amplia: Dirección de la nación, del país. Y por ello, no sólo que los Rabanim tienen permitido ocuparse de ello, sino que tienen la obligación. Ellos no sólo son responsables del espíritu de los individuos particulares, sino que también del público general.
Por supuesto, no se trata de los detalles políticos, la técnica, sino que de la filosofía de la política. ¿A qué se parece? Un Rav no se ocupa de la medicina, sino que de la ética medicinal. No es un ecónomo, pero se ocupa de la moralidad económica. No es un oficial de infantería, pero define lo que es pureza de armas.
Y también se ocupa de la política, en el sentido de la conducción de la nación y el país – lo que es un asunto para los pensadores. Porque los activistas políticos y los organizadores son personas que tienen una forma de ver parcial, no tienen las herramientas para encontrar la solución de problemas generales con un sentido histórico, moral y espiritual. Esas soluciones se encuentran en manos de los talmidei jajamim (eruditos del estudio de la Torá).
Para ello, se debe conocer los hechos y los problemas, conocer las instituciones, ser capaz de juzgar de acuerdo a los valores, de reconocer procesos históricos. En pocas palabras: Ser el educador de la nación.
Por supuesto, también los técnicos políticos deben ser personas limpias, que se ocupan de las necesidades del público con integridad – y no estar hundidos profundamente en el barro de las maquinaciones inmorales. Pero también cuando sean leales sirvientes del público, no podrán elevarse en el sublime modelado de la sociedad – lo que entiende el talmid jajam, esa maravillosa persona que se lo puede definir como un idealista-realista. Por ello, los pensadores siempre se ocuparon de la política, desde los profetas hasta los sabios – es decir, deben conocer bien la realidad, determinar la meta y señalar los caminos a ella. En una palabra: Educar la nación.
Y esa es la respuesta a la pregunta: ¿Qué deben hacer los Rabanim
que reciben un sueldo del estado, cuando – D’s no lo permita – las instituciones estatales le ordenen no opinar en cuestiones políticas?
Muy sencillo: Ellos continuarán opinando, como lo hicieron los profetas y los sabios a lo largo de todas las generaciones, incluso en la galut (el exilio).
Ocurrió una vez que Rabí Menashe de Ilya criticó agudamente el gobierno ruso en cuanto al decreto de los cantones (niños judíos de 10 años de edad que eran enrolados  en el ejército por 25 años, en el marco del programa de la rusificación del Zar). Le dijeron los dirigentes de la comunidad que siendo un Rav oficial que recibe sueldo, tiene prohibido expresar su opinión al respecto. Les contestó ese gran talmid jajam – discípulo y amigo del Gaón (genio del estudio de la Torá) de Vilna: Entonces, en este preciso momento yo dimito. Ya no soy su Rav oficial, no quiero recibir ningún sueldo, y yo diré todo lo que quiero y debo decir.

Y así deben hacer nuestros Rabanim hoy en día. Y también es muy lógico y necesario. Porque la influencia del Rav no depende de su título oficial. Él no impone su opinión a nadie, sólo enseña Torá e influye en las cabezas y los corazones de los que quieren escucharlo. Entonces, su dimisión no quiere decir que dejará de hablar e influir, sólo dejará de recibir un sueldo por ello. Si los Rabanim estarán dispuestos a callar para recibir ese dinero no es “que aborrezcan el lucro” (Shmot 18:21), y eso ya es un defecto esencial. Y de esa forma, por supuesto, perderá toda la confianza del público, que verá que sus dirigentes espirituales no dicen todo lo que piensan y “cuelan” sus palabras con el colador de plata.
Y por ello, si acaso se cumplirá esa pesadilla en la que se les prohíba a los Rabanim opinar en cuestiones del público, no tendrán más remedio que dimitir, y encontrarán su sustento de otra forma, y podrán decir lo que piensan con libertad.
Por supuesto, puede que haya un Rav que no hable de temas públicos porque no entiende de eso - y por supuesto que tiene razón, ya que no entiende. Es una pena que no entienda, porque es parte de su obligación. Y también puede ser que algún Rav hable de esos temas y se equivoque. En efecto, en todo tema se debe estudiar mucho, pero eso no lo exime de su obligación de aprender y entender. También puede ser que no se percate del límite entre la política y la técnica política – y también eso es un error.
Pero en general, por supuesto que tiene la obligación de ocuparse de la política. No "a pesar que recibe un sueldo del estado", sino que justamente el hecho que recibe un sueldo acrecienta su obligación de preocuparse por el país.
Conocemos muy bien esa concepción según la cual la religión no debe entrometerse en los asuntos del estado, y se exime de la responsabilidad de corregir las injusticias. Respecto a ella fue dicho: "La religión... es un alma del mundo sin corazón... la religión es el opio de los pueblos" (Karl Marx). En su opinión, "la meta de la religión es adormecer la conciencia política del pueblo, describirle un mundo imaginario más allá de la felicidad que puede encontrarse aquí. Es decir, acostumbrar a la persona a un mundo sin alma".
Pero nosotros no pensamos así. Cuando le preguntaron a nuestro Rav, el Rav Tzvi Iehudá Kuk si es correcto que los Rabanim se entrometan en la política, él contesto: "Es muy correcto! Según la Torá, ellos tienen la obligación de hacerlo. De lo contrario, son unos traidores. Está escrito en la Torá 'no se amedrenten' (Dvarim 1:17)" (prólogo a BeMaaraja HaTziburit).
Y en otra ocasión, cuando le dijeron delante que por lo que dijo comenzó toda una discusión en el público, y los Rabanim no deben ocuparse de la política contestó: "No le pido permiso a nadie. Lo que es justo y auténtico tengo la obligación de hacerlo saber y publicar, según la Torá. La política de Clal Israel (la totalidad genérica del Pueblo de Israel) es Torá, y es kdoshá (santa)".
 

Departamento ibero-americano

Majón Meir abrió sus puertas para alumnos ibero-americanos de habla hispana y portugués, y te invita a tener esta experiencia única de estudiar Torá en su ambiente tan especial en la ciudad de Ierushalaim.
El programa - dirigido por el Rav Rafael Spangenthal - está destinado para jóvenes de diecisiete años en adelante que desean reforzar su identidad judía por medio del estudio de la Torá en un marco agradable, que enfatiza el valor de nuestros lazos con el pueblo, la Torá y la Tierra de Israel.
Para aquellos que lo deseen, existe también en el Majón un ulpán de hebreo bajo la órbita del Ministerio de Educación.
Para más información los invitamos a llamarnos o escribirnos:
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