Beahavá   Ubeemuná

Majón Meir
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Parashat Pinjas     21 de Tamuz 5770     No 774

Por merito de las mujeres justas
Rav Ioram Eliahu

Nuestros sabios alabaron mucho a las hijas de Tzlofjad, porque ellas apreciaban a Eretz Israel (la Tierra de Israel) y pidieron heredad en ella. Su aprecio por Eretz Israel lo heredaron del padre de su tribu, Iosef. Como dice Rashi al versículo “de las familias de Menashé, hijo de Iosef” (Bamidvar 27:1) – “¿por qué fue mencionado [que es hijo de Iosef]? Ya fue dicho que es hijo de Menashé. Para hacerte saber que de la misma forma que Iosef apreció la tierra, como dijo ‘y haréis subir mis huesos de aquí…’ (Shmot 13:19) así también las hijas codiciaron la tierra, como dice el versículo: Danos a nosotras herencia”.
En el Midrash (Midrash Rabah) las alabaron aún más: “En esa generación, las mujeres enmendaban lo que los hombres arruinaban”. Un ejemplo que el Midrash cita es el Pecado del Becerro de Oro, cuando las mujeres no consintieron en entregar sus pendientes de oro, protestaron y no participaron en absoluto del pecado. También en el Pecado de los Espías – que hablaron calumnias respecto a Eretz Israel y fue decretado que mueran en el desierto - dice el Midrash: “El decreto era para con los hombres… pero las mujeres no participaron de ello”. El Midrash se basa en el versículo de nuestra Parashá, “porque acerca de ellos había dicho el Eterno; morirán irremisiblemente en el desierto. En efecto, no quedo ni un sólo hombre de ellos, salvo Kalev Ben Ifune e Ioshua Bin Nun” (Bamidvar 26:65) – ni un sólo hombre, pero si quedaron las mujeres. Los hombres fueron castigados “porque no quisieron entrar en Eretz Israel, pero las mujeres solicitaron recibir herencia en ella”. De esa forma también nos explica el Midrash por qué está escrito el episodio de las hijas de Tzlofjad (al principio del capítulo 27) inmediatamente después del episodio de la muerte de la gente de la Generación del Desierto (al final del capítulo 26): Para enseñarnos que todo lo que pervirtieron los hombres, las mujeres corrigieron (Bamidvar Rabah 21). En el tratado de Sota (Sota 11) agregaron nuestros sabios otra virtud más de las mujeres: “Por merito de las mujeres tzidkaniot (justas) de esa generación fueron redimidos de Egipto”. La Gmará lo explica y lo relata en extensión: Cuando los esposos estaban desalentados y habían perdido las esperanzas por la dura esclavitud, y ya no querían traer hijos al mundo, fueron las mujeres las que los fortalecieron – con sabiduría y artimañas – los alentaron a seguir teniendo hijos y perpetuar la existencia de Am Israel (el Pueblo de Israel), y por mérito de ello fueron redimidos de Egipto.
Entonces, las mujeres fortalecieron a Am Israel en tres principios básicos gracias a los cuales existe la nación:
Fortalecieron la existencia física de Am Israel preocupándose por los hijos en Egipto. Fortalecieron el cumplimiento de la Torá cuando no pecaron con el Becerro de Oro, cuando Moshé descendía con las Lujot HaBrit (Tablas de la Ley) y entregaba la Torá a Am Israel. Y fortalecieron el vínculo con Eretz Israel, cuando pidieron herencia en ella, como encontramos en nuestra Parashá.
Y si nos preguntamos, ¿de dónde le llegan esas fuerzas a las mujeres, esa cualidad que les impide pecar y las hace salvar con éxito todas las pruebas por las que pasó el pueblo? Podemos explicarlo según las palabras de nuestro Rav, el Rav Tzvi Iehudá Kuk que escribió: “La cualidad de la mujer, el principio básico de la sabiduría especial que ella tiene es revelada por una halajá. El hombre, en su rezo de la mañana, bendice ‘que no me hizo mujer’, mientras que la mujer en contraste bendice ‘que me hizo según Su voluntad’. ¿A primera vista, se trata de una discriminación? No es así, porque el término ‘según Su voluntad’ tratándose de D’s, es algo muy elevado, tiene un sentido muy profundo, expresa un vínculo más cercano a D’s: La mujer es menos ‘humana’, y más ‘Divina’”. Eso es producto de la diferencia de la “materia prima” de las que fueron creados, como explica el Rav Tzvi Iehudá: “El hombre fue creado de la tierra, del polvo, y sólo después le fue imbuida un alma Divina. Es decir, en una materia turbia fue soplada un alma viviente Divina. Pero la materia de la que fue formada la mujer no es el polvo ordinario, sino que ella fue tomada del cuerpo del hombre, cuando este ya tenía un alma Divina. El hombre comienza del polvo, mientras que la mujer comienza de la costilla que ya existía y tenía un espíritu viviente Divino, era parte de un cuerpo vivo. La mujer tiene de qué enorgullecerse, ella es distinta del hombre. Entonces, ‘según Su voluntad’ no es algo negativo, un término de aceptación de cierta inferioridad. ¡Por el contrario! En contraste con la declaración del hombre que bendice ‘que no me hizo mujer’, la mujer contesta con determinación, reconociendo su valor: 'Fui hecha según Su voluntad, como D’s quiso, toda una creación singular'. Una criatura viviente que nació de un cuerpo viviente, con un alma Divina” (fue citado en el libro HaIsha VeJanuca, Pág. 57).
Esa creación de la mujer, en base a una materia más pura, más Divina, la hace cumplir en forma más natural y sencilla la voluntad Divina, y le da fuerzas para no pecar ni desalentarse en las situaciones críticas por las que pasa la nación.
Las mujeres deberán saber su fuerza y su papel en la redención de Am Israel, reforzarse y fortalecer a Am Israel con pureza, con recato, con sacrificio por el cumplimiento de la Torá, el pueblo y la tierra, y de esa forma seremos merecedores de la gueulá (Redención) plena, pronto.

Midreshet Majón Orá

Centro de estudios de Torá para chicas en
español y portugués
Están todas invitadas!!
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o escribir a: anachman2@walla.com , editorial@alumbrar.org
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Ocupado
Rav Lior Engelmann

Puede ocurrir en cualquier momento, en medio del rezo, cuando se les relata un cuento a los niños antes de dormir, en la mitad de la cena familiar, o de pronto cuando se está viajando. Él llega – ya sea vibrando o sonando, con una música tranquila o como una ruidosa trompeta – y logra cortarlo todo: La concentración en el rezo, la unión en la familia, la atención en el camino. El timbre del teléfono celular lo arruina todo: Ya sea el emocionante momento cuando el novio cubre el rostro de la novia con el velo, o salvando las grandes diferencias, también el ambiente del velorio y las despedidas. Transforma todo encuentro entre dos personas en algo pasajero, que vive del “tiempo prestado”, algo que en cualquier momento será cortado sin previo anuncio, en el preciso momento que suene.
Él no conoce límites y es difícil frenarlo, porque se alimenta de una de las fuerzas más potentes nuestras:
La curiosidad. Tenemos curiosidad por saber quién nos está buscando, qué quiere decirnos. Le damos preferencia a lo desconocido que nos espera en la llamada, al momento que estamos viviendo. Y a cambio de una sopa de lentejas - la ilusión - vendemos la realidad auténtica, con facilidad. A cambio de la posibilidad de estar en contacto en todo momento, renunciamos a la tranquilidad y la concentración, y tal parece que no sólo el celular está en “vibratorio” todo el tiempo: También su dueño lo está...
La curiosidad está relacionada con nuestro temor perpetuo: Quizás “perderemos” algo que no es sabido, y por ello en todo lugar donde vayamos debemos llevar junto con nosotros el celular. Es una curiosidad que no conoce saciedad, que
exige ser colmada "aquí" y "ahora".
Por supuesto que hay personas que el tener el celular junto con ellas todo el tiempo es una gran bendición, pero con una mano en el corazón: ¿Cuántos de nosotros son parte de ese grupo de personas? Una vez dijeron que el que no sabe cerrar la Gmará cuando es necesario, es preferible que no la abra. Me parece que se puede adoptar ese principio también en relación a este tema: El que no sabe cuándo apagar el celular, es preferible que nunca lo prenda.
A primera vista, en el deseo de estar siempre con el celular hay un anhelo de estar conectado todo el tiempo con las personas lejanas, que siempre sea posible contactarlos. Pero en realidad, más que permitir la conexión produce la desconexión. Con esa posibilidad de contacto absoluta, nos negamos a conectarnos auténticamente con lo que estamos ocupados en este momento. Muchas veces se encuentran personas muy cercanas físicamente, la conversación es ágil y bulliciosa, pero después de unos momentos nos percatamos que no se trata de una conversación entre ellos, sino que cada uno habla con su compañero a la distancia. Parecen estar cercanos, pero están muy lejanos.
El Rav Kuk en su libro Musar Avija dice que a veces la persona siente que el encuentro con D’s lo logrará a través de algo de lo que no se ocupa él ahora. Cuando reza, siente que si estuviese estudiando Torá sería merecedor de un vínculo con D’s. Y cuando estudia, siente que si estuviese rezando encontraría el goce de esa cercanía. Cuando trabaja, se lamenta porque ahora no está estudiando Torá, y cuando estudia se preocupa por su sustento.
El Rav Kuk orienta la persona a una conciencia que “en todos tus caminos tenlo presente” (Mishlei 3:6). La persona debe tener la certeza que en lo que se está ocupando ahora - si lo hace con profundidad y concentración – en eso mismo encontrará el vínculo con el Creador del Mundo: “Porque de momento que se ocupa de esa labor, es como si para él D’s se manifestase justamente en ella, y en ella lo encontrará, y no en ninguna otra ocupación… Y cuando la persona suple alguna carencia – ya sea en los pensamientos o en las acciones – debe alegrarse de su papel, y no perseguir otra cosa, porque es como si todo el mundo se limitase frente a él justamente en ese detalle del que se ocupa ahora” (Musar Avija 2:2).
El Rav Kuk nos incita a la concentración y la profundización en lo que la persona se encuentra haciendo ahora, y nos advierte que no debemos dejar esparcir nuestras fuerzas. Le indica a la persona que debe encontrarse con todas sus fuerzas focalizadas en lo que hace ahora. Me parece que el teléfono celular es el medio moderno de dispersión de los pensamientos. La perpetua accesibilidad del aparato amenaza con desconectarnos en todo momento de lo que estamos haciendo, no nos permite concentrarnos y hacer las cosas en forma continuada. Es válido en cuanto al estudio de la Torá – que es cortado muchas veces – en cuanto al trabajo, las conversaciones en el marco familiar, y en todo lo que queremos concentrarnos. Incluso sólo “vichar” la pantalla del aparato, para ver quién desea hablarnos corta toda la continuidad de la actitud frente a lo que pretendemos prestar atención ahora.
Se necesita cierta valentía para hacerlo, pero me parece que se debe decidir que en ciertos momentos del día
el celular estará apagado, o será puesto en algún lugar fuera del alcance de la mano, y eso nos devolverá un poco de la libertad que perdimos por estar disponibles en todo momento, y nos será una gran bendición.
Aparte de esa decisión – de acostumbrarse a que en ciertas horas del día uno se encontrará sin el aparato que vincula y desconecta al mismo tiempo – me parece que hay que decidir que a veces
está permitido no contestar. Durante la cena familiar, o cuando se le cuenta un relato al niño antes de dormir, si se le da preferencia al amigo que llama de lejos eso irradia cierto mensaje en cuanto a la importancia que le damos a las personas que nos rodean en ese momento. Hay que acostumbrarnos que no siempre se debe contestar, para nuestra salud. En el peor de los casos, algo urgente puede ser trasmitido con un mensaje escrito.
Los buenos modales anteceden a la conversación: Ese aparato desconecta a la persona del lugar donde se encuentra, hasta tal punto que ni siquiera se da cuenta que su conversación se convirtió en un griterío, en público, molesta al entorno y a veces revela a los oídos de los que lo rodean detalles íntimos que no es correcto que el público los sepa. Me parece que el esfuerzo por hablar menos en público, y tratar de conversar cuando es necesario sólo en brevedad y en voz baja, será bueno para todos.
Nos encontramos en un mundo en el que trabajamos muchas horas del día para procurarnos nuestro sustento, y varias veces cosas apreciadas son desplazadas a un lado. Los aparatos celulares agrandaron el problema, porque la persona ahora está disponible todo el día para las cuestiones del trabajo, hasta tal punto que se transformó en un esclavo del trabajo. Me parece que sería bueno que nos esforcemos por cuidar un límite claro entre las horas de asuntos particulares y las horas de trabajo. (Por supuesto, hay algunas pocas personas cuyo trabajo es una misión que realmente comprende todas las horas del día, pero yo escribo para la mayoría de las personas).
En general, hay que disminuir las conversaciones. Esos aparatos nos facilitan la vida, siempre y cuando se los utilice en forma correcta, y no convirtamos nuestra vida en una sarta de conversaciones sin fin. Algo que puede ayudar a hablar en forma correcta por el celular, es pegar una foto de Rabí Israel Meir HaCohen al celular: A fin de cuentas, el alma no le permitirá a los labios hablar
Lashón HaRrá (calumnias) a “espaldas” del Jafetz Jaim

Departamento ibero-americano

Majón Meir abrió sus puertas para alumnos ibero-americanos de habla hispana y portugués, y te invita a tener esta experiencia única de estudiar Torá en su ambiente tan especial en la ciudad de Ierushalaim.
El programa - dirigido por el Rav Rafael Spangenthal - está destinado para jóvenes de diecisiete años en adelante que desean reforzar su identidad judía por medio del estudio de la Torá en un marco agradable, que enfatiza el valor de nuestros lazos con el pueblo, la Torá y la Tierra de Israel.
Para aquellos que lo deseen, existe también en el Majón un ulpán de hebreo bajo la órbita del Ministerio de Educación.
Para más información los invitamos a llamarnos o escribirnos:
Director del Departamento ibero-americano
Rav Rafael Spangenthal
Tel.: 972-8-9285216
Cel: 972-52-4501467
E-mail:
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