Alumbrar
basado en materiales de Majón Meir
Lo
que pasó
Rav
Lior Engelmann (reimpresión)
Los primeros meses
después de lo que pasó,
casi no comimos. El pan nos recordaba el pan de allí, y eso sin
mencionar la
carne asada y las croquetas de sémola. Alcanzaba con el olor de la carne asada
para hacernos
recordar esos días – los días en que yo era el “hijo de”.
Papá, Pinjas Ben
Shmuel, fue el último Cohen Gadol (Sumo Sacerdote) que
rindió culto en
el Beit HaMikdash (El Templo). Yo fui el último “hijo
de”. En realidad
podría haber llegado a suceder a mi padre y ser Cohen Gadol
yo mismo, si
no fuese por lo que pasó. En nuestra casa no utilizamos las
palabras
“destrucción”, o “incendio”, decimos “lo que pasó” y
todos entienden, temen
aseverar la realidad con palabras – como si a la realidad le importase
de
nuestras palabras, como si no decimos destrucción y no miramos
allí, podremos
imaginarnos que nada pasó. Quizás nos es cómodo
decir “lo que pasó”, para
darnos la sensación de un destino ciego, como si no hubiese otra
posibilidad,
como si no fuimos nosotros mismos los que hicimos recaer “lo que
pasó” sobre
nosotros mismos, con nuestra propia boca.
Cuando lo vuelvo a pensar, puede ser que de
todas formas nunca me convertiría en Cohen Gadol, ya que
tampoco Papá fue
hijo de Cohen Gadol. Vivíamos en el poblado Jarta, lejos
del ambiente de
Ierushalaim, y un día llegó una comitiva con plata, oro,
y lujosas vestiduras
de Cohen. Comenzaron los susurros entre Papá y
Mamá, nosotros los niños
escuchamos aquí y allí algunas palabras, como Cohen
Gadol, nombramiento,
prushim (fariseos), tzdokim (saduceos), sikarikim (sicarios)
[nombres de diferentes sectas en las que el pueblo se dividió
hacia el final de
la época del segundo Beit HaMikdash. N. del T.] de entre
sus labios.
Luego de muchas presiones y otras tantas comitivas, pasamos a vivir a
Ierushalaim, y nuestras vidas cambiaron. Era complejo ser el “hijo de”
en esos
días. Entre los callejones de la ciudad eran disparadas agudas
flechas de
burlas, era imposible no ser herido por ellas. “Ahí llega el
hijo del escultor”
me decían, “el nombramiento corrupto”, “el acercado al
presidente”, decían
respecto a Papá. Todos hablaban mal de todos, era como un
deporte nacional –
todo el que puede aguzar su lengua y clavarla con toda su fuerza, lo
hacía sin
pensarlo dos veces. Las almas sangraban en las calles, y las bocas las
picaban
una y otra vez. No me mal entiendan, todo era por la buena causa, por
el nombre
del Cielo. Realmente por el nombre del Cielo. Los prushim se
preocupaban
de los tzdokim que se burlaban de lo que decían los
sabios, y en su celo
por
Estaba seguro de que nunca podré volver a
comer con apetito, que para toda la eternidad pondré el alimento
en mi boca
como un enfermo que toma un remedio, a pesar suyo. Después de lo
que pasó,
¡¿quién es capaz de abrir la boca?! Pero pasaron
los años, y lentamente el
gusto volvió a la comida. La semana pasada la familia se
reunió, o para ser más
exacto lo que queda de la familia, e incluso comimos carne en un
día común. Por
primera vez. El olor hizo despertar los recuerdos, y el recuerdo dio un
gusto
amargo en la boca, pero a pesar de ello comimos, y la amargura fue un
poco más
dulce. Nadie reconoció que le fue sabroso, semejante
reconocimiento es casi
como reconocer que se puede vivir sin… Pero es imposible,
sencillamente, no se
puede vivir sin.
El primer Shabat luego de lo que
pasó vestimos prendas comunes. No fue un intento de gritar el
duelo, sencillamente
no podía ser de otra forma. Las prendas de Shabat eran
para vestirlas en
el Beit HaMikdash. El segundo Shabat vestimos prendas
de Shabat,
pero Mamá no se fijó que estén limpias y sin
arrugas como acostumbraba. Luego
que los vimos formando montañas enormes de prendas de Cohanim
e incendiándolas,
también nuestras prendas perdieron su gracia. Una prenda que
teníamos en casa,
Mamá logró esconder. Ella cavó un profundo pozo,
en el patio. La envolvió, la enterró,
y marcó el lugar con piedras. Ella me llamó, y me
rogó que no me olvide del lugar
exacto. “Quizás tú lo usarás, algún
día”. Ella casi no pronuncio la palabra
“quizás”, pero bien escuché la duda que se apoderó
de su esperanza. Recuerdo a
Mamá tomando el viernes el vestido que se hizo para Rosh
HaShaná (dos
meses antes, así siempre fue mi Mamá, todo estaba
preparado de antemano. En la
ciudad marchan los romanos, y ella, con su optimismo, se prepara un
vestido
para las fiestas) y lo tiró a la basura. “No tiene sentido”,
dijo. No sé si su
intención era que el Shabat perdió su gusto, o
que no tiene sentido
vestirse bien, porque desde lo que pasó Papá
desapareció, y ella no tiene frente
a quién embellecerse. Como sea, el vestido fue tirado,
Papá no volvió, y a
pesar de ello me parece que ayer llegó una costurera a casa y
tomó medidas. Por
un momento me pareció que vi una sonrisa de Mamá en su
rostro.
La comida volvió lentamente a casa, así
también las prendas, e incluso – es increíble – los
rezos. Eso es algo nuevo
para nosotros, mover los labios, estar parados dirigiendo nuestro
rostro en dirección
a ese lugar, al lugar que era todo nuestro mundo, y saber que no hay
quien
rinda el culto en nuestro lugar. Al principio no lo logré,
sentí que si Él les
dejó a las llamas devorar nuestra Casa de Rezo, no tiene sentido
empecinarse.
Pero en los últimos tiempos, invisibles hilos comienzan a
extenderse de los
labios al corazón…
Sólo una cosa no volverá a nuestra casa: Una
tarde juramos, cuando estábamos Mamá y los niños
(es extraño que los llamó así,
“niños”, cuando la mayoría ya estamos casados. Yo
también) que nunca, así
juramos, nunca dejaremos las burlas entrar en nuestra casa, nunca se
hablará
aquí mal de otras personas. Incluso por el Cielo. Nunca. Juramos
y fuimos al
pozo donde Mamá escondió las prendas del Cohen,
para mirar las prendas
del Cohen Gadol, quizás por última vez…
Carta
del pueblo al gobierno
Rav
Shlomó Aviner
Gobierno
apreciado, los amamos. ¿Por qué? Porque son nuestra carne
y hueso, parte de nuestra
alma, porque ustedes son judíos como nosotros.
Pero no
amamos sus acciones. Perdón, pero debemos decir la verdad:
Ustedes nos roban el
país. No les pertenece, es nuestro, nosotros lo edificamos,
nosotros vertimos
nuestra sangre por él. Nos pertenece, a Am Israel (el
Pueblo de Israel)
de hoy en día, de ayer y de mañana.
No nos
gusta toda su política. Ustedes borran el judaísmo, la
moral, el nacionalismo –
no somos nosotros. Ustedes arruinan lo que edificamos durante setenta
años, e
incluso antes.
Sepan
que no somos tan materialistas, no estamos tan adheridos a las bajas
pasiones.
Tenemos un espíritu, tenemos fe, tenemos una heredad eterna.
Pero no
deseamos que haya anarquía, andarla musía, porque tememos
del futuro de Am
Israel, del Estado de Israel.
Nos
duele también que robaron nuestro voto, nos engañaron.
Nos impusieron un Primer
Ministro sin preguntarnos, sin fijarse lo que pensamos al respecto.
Pero nos
duele mucho más otro robo. No comprendemos cómo ustedes,
que pretenden ser
líderes, no entienden dónde estamos nosotros, el pueblo. Am
Israel,
religiosos y seculares, derechistas e izquierdistas, no somos
pervertidos, no
despreciamos el Shabat con indiferencia, no estamos de acuerdo
con
conversiones falsas, y muchas otras equivocaciones.
Ustedes
no nos representan, y por ello protestamos. Estamos seguros de que este
gobierno
no durará mucho. No hay nada más seguro que ello. El alma
interna despertará.
Si tienen
todavía un poco de valentía, un poco de rectitud, por
favor hagan un plebiscito
por la orientación de las resoluciones. Veamos si ustedes se
atreven. No nos
gusta criticar, nos gusta añadir lo positivo y disminuir lo
negativo, nos
agrada ver el sol que brilla sobre todo. Pero esta vez, no es que
tengamos
fuerzas para hablar, sino que no tenemos fuerzas para callar.
Sepan
que no lograrán cambiarnos, no trastocarán nuestra
esencia singular. Incluso Juan
Bautista Vico, de los primeros historiadores filosóficos,
reconoció que en contraste
con la historia de los otros pueblos que es laica, la historia de Am
Israel
es santa. Subsistimos durante 2000 años en la galut
(exilio). También
ahora subsistiremos, frente a ustedes, que robaron los puestos, que
roban la
esencia, que descuartizan el alma con un cuchillo, cautivos del
Thanatos
nacional.
Con gran
respeto
El
sencillo Am Israel
(No queriendo
decir con sencillo superficial e ingenuo, sino que recto y normativo)
Meorot
HaShabat
El cometido de esta sección es
familiarizar
a los lectores con las pautas básicas del Shabat. Cada
uno debe aconsejarse
con la autoridad rabínica en su comunidad en cuanto a los
detalles de las numerosas
y a veces complejas halajot del Shabat, y no limitarse
a lo escrito
en esta sección.
Construcción
Silla o banco
Enseres o muebles que están hechos
de
varias piezas, está prohibido en Shabat armar sus piezas
juntas si el
armado se hace clavando las piezas. Esa prohibición es de la Torá
escrita[1].
El clavado al que nos referimos es
cuando la unión de dos piezas se hace con clavos o adhesivos o
similar, o
cuando encaja las piezas unas en las otras con fuerza, hasta que se unen[2].
Por ejemplo: La pata de una silla,
que está unida a la silla con una punta que sobresale de ella
que es encajada
con fuerza y presión en un orificio de la silla, o
también la pata de una cama
o similar. Cuando esa pata se salió de su lugar, está
prohibido en Shabat
volver a embutirla con fuerza en el orificio, y el que así hace
en Shabat
comete una trasgresión de la Torá escrita[3].
Unir sin encajar
También si coloca la pata de la
silla o la cama sin encajarla con fuerza, está prohibido
según nuestros sabios.
La razón es que de momento que se acostumbra a encajarla con
fuerza y
embutirla, nuestros sabios temieron que si estará permitido
colocarla sin
encajarla, llegará a hacerlo con fuerza, y trasgredirá
una prohibición de la Torá
escrita[4].
Utilizado de una silla o banco rotos
Una silla o banco que se le salió
una pata está prohibido colocarlos sobre otra silla o banco para
que pueda
sentarse en ellos en Shabat, porque se teme que llegue a
colocar la pata
de la silla o del banco en su lugar con fuerza
[5].
De momento que se teme que llegue a arreglar la silla o el banco,
está
también prohibido moverlos de su lugar[6].
Pero si ya los utilizó antes de Shabat
cuando estaban rotos, colocándolos sobre otra silla o banco,
está permitido en Shabat
utilizarlos así, porque de momento que así hizo ya en los
días corrientes, no
se teme que llegue a colocar la pata y clavarla en su lugar[7].
[1](Shuljan Aruj, Orej Jaim 313 inciso 6.
Mishná
Brurá inciso 41). Según la opinión que cabe hablar
de edificación tratándose de
utensilios cuando es una acción de edificación
propiamente dicha, se hace
acreedor por la Melaja de edificación. Y en opinión de
los que dicen que no cabe
hablar de edificación tratándose de utensilios, se hace
acreedor por Make
BePatish (allí. Kaf HaJaim inciso 58, 308:80).
[2](Rashi, Shabat 47B, comienza itaka. Ramba”m,
Hiljot
Shabat 10:13. Shuljan Aruj 313 inciso 9. Mishná Brurá
inciso 54).
[3](Allí, inciso 6 y 8). Y así
también cuando
encaja la cabeza de un martillo o hacha en su manija, como fue aclarado
anteriormente.
[4](Allí, inciso 6. Mishná
Brurá inciso 41 y 51.
Kaf HaJaim inciso 62).
[5](Allí, Shuljan Aruj inciso 8. 308 inciso
16,
Ram”a).
Si la pata se perdió y
no se encuentra al alcance, o se rompió de forma que no es
posible colocarla en
su lugar nuevamente, está permitido colocar la silla o el banco
sobre algo para
sentarse, porque de momento que no se puede arreglar colocándole
la pata, no se
teme que la clave con fuerza (308, Mishná Brurá inciso
69. Kaf HaJaim inciso
122).
[6](313, Mishná Brurá inciso 52. 308
inciso 16).
[7](Allí, Mishná Brurá inciso
71. 313 inciso 8,
Ram”a. Mishná Brurá inciso 53. Kaf HaJaim 308 inciso
123). Y de esa forma tampoco
es considerado muktze (allí, Mishná Brurá inciso
72).
Es posible leer
la publicación de esta semana y las anteriores en www.alumbrar.org. Para recibirla
directamente a
su casilla
de correo electrónico, escríbanos a suscribame@alumbrar.org