Alumbrar
basado en materiales de Majón Meir
Dr.
Mijael Abulafia
Por
ejemplo, tú eres llamado de urgencia a la sala de emergencia del
hospital
porque tu hija se ha quebrado el brazo. ¡Qué dolores!
Tú debes dejar de
estudiar Torá, cambiar todos los órdenes de tu
vida para estar en ese
lugar donde hay lágrimas y llanto, porque duele… Y entonces
tú te sientes nulo,
no controlas la situación, las cosas pasan no como tú
quieres que sean. En la
sala de emergencia te encuentras con muchas personas que sufren. A
veces
gritan, a veces en silencio, horas de espera, y tú aprendes que
la palabra
“paciencia” tiene su raíz en la palabra “dolor” [en hebreo,
paciencia es sablanut,
y dolor es sebel. N. del T.]. Tú te sientes mal, entre
las desgracias…
Y de
pronto aparece delante de ti una figura sonriente, amante, que mira a
tu hija con
el brazo quebrado y le pregunta su nombre y realmente se interesa por
su salud.
Enseguida sientes que la persona que se encuentra frente a ti no es un
frío
empleado, de ninguna forma, sino que una persona cálida y
amante, comprende,
que todo su interés es hacer el bien. Otra enfermera se acerca
para tomar
muestras de sangre, y también ella con una amplia sonrisa, le
cuenta a tu hija
de las calcomanías dibujadas que le da, y tú no crees que
ella corre de un
enfermo a otro ya hace varias horas, sino que sencillamente ha llegado
especialmente para ocuparse sólo de tu hija, de la mejor forma
posible… Y
entonces llega el médico, y no es temible y arrogante como
pensaste… Llega una
persona buena, sonriente, cálida, que escucha, seria,
profesional,
tranquilizante, como si hubiese bajado de algún
helicóptero sólo para darle a
tu hija un poco de la buena sensación que el mundo es vigilado,
que somos un
pueblo colmado de amor sin límites el uno por el otro.
Así
exactamente cuando un niño llora, debemos permitirle llorar, con
una actitud
cálida y comprensible por nuestra parte. Porque cuando el
niño se permite a sí
mismo expresar su dolor él ya siente alivio del encuentro mismo
con el dolor y
la mirada amante del padre que lo consuela, pero no le pide que cese de
llorar.
A veces algunos segundos luego de una pelea dura entre los
niños, ellos juegan
como si nada hubiese pasado…
En Bein
HaMetzarim (los días desde el ayuno del 17 de Tamuz hasta
el ayuno del 9 de
Av), nos permitimos doler, en base a la seguridad que el bien
está por aflorar.
Como cuando llegamos a la sala de emergencia, nos fijamos en lo que
falta, en
las carencias. Pero junto con ello nos acordamos que “es mejor ir a la
casa de
duelo que la casa de banquete” (Kohelet
7:2), porque donde hay
dificultad yo me encuentro con el bien original, ya que “todo el que se
lamenta
por la destrucción de Ierushalaim se alegrará con su
reconstrucción”. La
enfermera y el médico en el hospital son como la voz interna en
nuestro corazón
que grita y nos dice que no hay pérdida de esperanzas en este
mundo, la voz que
nos tranquiliza, que no nos hace sentirnos amargados con todas las
dificultades
que vivimos, sino que lo contrario. Porque todo se dirige según
el
conocimiento, es decir, todo depende de nuestra actitud frente a la
dificultad.
Y aprendemos que finalmente todo era para que comprendamos cuán
bueno es el
consuelo, también y justamente en base a la desgracia…
Rav
Shlomó Aviner
Y de
momento que tenemos oídos, le preguntaremos al Kotel
mismo: ¿Qué
prefieres? ¿Un rezo común, como el de todas las
generaciones, o un rezo
reformista conservativo según sus especies?
Y el Kotel
abrirá su boca y dirá: Queridos judíos, queridas
judías, de todas las corrientes
y de todas las opiniones, ustedes por supuesto saben cuánto
sufrí por ustedes a
lo largo de todas las generaciones. Esos gentiles que los odian
también me
odian a mí. Pasé por la destrucción del primer Beit
HaMikdash (el Primer
Templo) y el segundo Beit HaMikdash. Fue espantoso.
Pero
con todo eso no concluyó mi sufrimiento. Los cristianos
prohibieron rezar al
lado mío. Luego lo permitieron, a cambio de dinero, sólo
un día al año, en Tisha
VeAv (el ayuno del 9 de Av), para que ustedes vengan a llorar. Y a
pesar de
todos los martirios me quedé como lugar de rezo fiel, como
cuenta el paseante
Binyamin de Toledo.
Los
turcos permitieron rezar. En cierta época, los árabes se
inventaron que yo
pertenezco a ellos porque Muhamad ató a mí su caballo
El-Burek. Permítanme no expresar
mi opinión al respecto.
Los
británicos fundaron
¡¿Qué
no me pasó?! Yo les ahorro el cuento para no entristecerlos.
Y
finalmente, llegó
Gracias
a D’s, cada año llegan a mí millones de judíos,
hombres y mujeres, niños y
niñas, religiosos y seculares, jaredim (ultra-ortodoxos)
y soldados –
toda
Así
pasaron cerca de 50 años. Y de pronto, ustedes los reformistas y
conservadores
comenzaron a fastidiarme, a exigirme cambios y mancillar mi kdushá
(santidad).
No los
comprendo. Todos ustedes saben que soy la pared que apuntala al Har
HaBait
(el Monte del Templo), el monte de nuestro Beit HaMikdash, y
ustedes no
creen en el Beit HaMikdash ni rezan por su
reconstrucción. Entonces,
¿qué quieren de mí? Y si están interesados
en hacer todo tipo de ceremonias,
este es un país libre, con mucho espacio, y ustedes
encontrarán algún lugar
donde hacerlo como les plazca. Pero déjenme en paz.
Yo sé
que ustedes respetan mucho las culturas de los demás pueblos.
Entonces, miren
la actitud de los gentiles para con sus lugares sagrados, de los que
hay
centenas en el mundo – con respeto, con reverencia, no intentan
mancillar, no
intentan apoderarse. Ellos respetan los lugares santos como son. Ellos
no
obligan a nadie a llegar a allí, pero está claro que el
que decide llegar no lo
hace para hacer protestas y manifestaciones, y no intenta alterar el
culto
religioso de los fieles fijos allí.
Yo soy
el Kotel de Am Israel y no de los gentiles, pero
reconozco con
dolor que a veces debemos aprender de los gentiles, es decir, de los
gentiles
rectos.
Si, el
Kotel tiene oídos, y ya hace mucho tiempo escucho lo que
ustedes dicen.
Yo espero que también ustedes tengan oídos y escuchen lo
que yo les digo.
Meorot
HaShabat
El cometido de esta sección es
familiarizar a los lectores con las pautas básicas del Shabat.
Cada uno
debe aconsejarse con la autoridad rabínica en su comunidad en
cuanto a los
detalles de las numerosas y a veces complejas halajot del Shabat,
y no limitarse a lo escrito en esta sección.
Kidush
Ya sea el que recita el Kidush como
los que lo escuchan, no deben interrumpir entre las bendiciones y el
bebido del
vino[1].
Si se equivocó e interrumpió
hablando algo luego de las bendiciones antes de haber probado el vino,
si habló
algo que no está relacionado con el Kidush o la cena,
debe volver a
bendecir “bore pri hagafen” [ya que interrumpió entre la
bendición y el
bebido], y deberá beber enseguida. Pero la bendición del Kidush
mismo no
debe repetir, porque ya la recitó sobre la copa de vino[2].
Si interrumpió hablando de algo que
está relacionado con el Kidush o la cena, si ya lo hizo
no es considerada
una interrupción, y no tiene que volver a bendecir ni siquiera
la bendición “bore
pri hagafen”[3].
El que recita el Kidush debe
beber de la copa “melo lugmav”, es decir una cantidad de vino
que cuando
la pone a un lado en su boca ese lado se ve lleno, porque esa cantidad
de vino
es considerada importante[4].
El volumen “melo lugmav” es
más que la mitad de “reviit” tratándose de una
persona mediana, y por
ello una persona común alcanza con que beba más que la
mitad de “reviit”.
Pero una persona grande cuyo “melo lugmav” es más que
medio “reviit”,
debe beber “melo lugmav” de él mismo. Pero no es
necesario beber más que
“reviit”, incluso tratándose de una persona grande cuyo “melo
lugmav”
es más que “reviit”[5].
[1](Shuljan Aruj, Orej Jaim 271 inciso 15. Ben Ish
Jai, segundo año, Bereshit al final del inciso 24. Y
véase en 183 inciso 6 y
Mishná Brurá inciso 21 y Shaar HaTziun inciso 21).
[2](Shuljan Aruj 271 inciso 16, Mishná
Brurá
inciso 71, Kaf HaJaim inciso 92).
Y eso es justamente si no
se distrajo, pero si se marchó de ese lugar antes de haber
probado el vino,
debe volver a recitar la bendición del Kidush (véase
Mishná Brurá allí, inciso
78). Y así también dice Kaf HaJaim (allí, inciso
101). Y agregó que es sencillo
que de esa forma en Iom Tov no se debe repetir la bendición de
“shejeianu”, y
también en Sucot no debe repetir la bendición del sentado
en
[3](allí, Mishná Brurá inciso
75, Kaf HaJaim allí
94).
[4](allí, inciso 13, Mishná
Brurá 65-66)
Y la razón de la
obligación de beber esa cantidad, es porque hay que beber una
cantidad
importante, que sacie de alguna forma a la persona (allí,
Mishná Brurá inciso
65). Pero según las opiniones que lo que beben todas las
personas que escuchan
el Kidush se suma, esa razón no tiene sentido, ya que cada uno
bebe menos que
esa cantidad, y no lo sacia. Y debemos dar otra razón, y es que
nuestros sabios
honraron a la copa sobre la que se recita el Kidush, y por ello
instituyeron
justamente “melo lugmav” (allí, Shaar HaTziun inciso 65, y
véase Biur HaHalajá
comienza “vehu rubo”).
También cuando se
recita el Kidush con una copa grande que contiene varias veces
“reviit”,
alcanza con que beba “melo lugmav” (allí, Mishná
Brurá inciso 67). E incluso
según las opiniones más estrictas en cuanto a las 4 copas
de la noche del
Seder, que cuando bebe de una copa grande debe beber la mayoría
de la copa, en
cuanto al Kidush según todas las opiniones la cantidad es “melo
lugmav” del que
bebe, y no hay diferencia de cuál es el tamaño de la copa.
[5](allí, inciso 13, Mishná
Brurá inciso 67, Kaf
HaJaim allí inciso 83).
El volumen de “reviit”
en opinión del Rav Jaim Nae es 86cm3, como la
guimatria de “cos”. Y
en opinión del Jazon Ish es 150cm3, como la guimatria
de “cos agun”.
Una persona pequeña,
cuyo “melo lugmav” es menos que medio “reviit”, el Biur Halajá
(comienza vehu
rubo) duda si debe beber “melo lugmav” según su tamaño o
la mayoría de un
“reviit” que es “melo lugmav” de una persona mediana, y no
decidió. Y el Jazon
Ish (Orej Jaim 39, inciso 16) escribió que en cuanto a Kidush
alcanza con “melo
lugmav” cada uno de sí mismo.
Un niño pequeño,
alcanza con que beba “melo lugmav” de él mismo, a pesar que es
menos que medio
“reviit” (Biur Halajá allí).
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