Alumbrar
basado en materiales de Majón Meir
Parashat Kdoshim 29
de Nisan 5776 No
1067
Rav David
Landau
“Seréis Kdoshim (santos)” (Vaikra
19:2). Esa expresión tiene dos sentidos, y ambos son
auténticos. Así es cuando
se trata de ideas elevadas: “Uno habló el Señor, dos
hemos oído” (según Tehilim
62:12).
La primera interpretación es: Ustedes son
ordenados ser kdoshim. Y en efecto, nuestros sabios aprendieron
las
reglas de la kdushá (santidad) del versículo “y
os santificaréis y
seréis santos” (Vaikra 11:44). Ustedes deben ser kdoshim,
ustedes tienen
la obligación.
La segunda interpretación: Ustedes seréis
kdoshim, es una promesa y un hecho, no puede ser de otra forma y
no será
de otra forma, “seréis kdoshim, porque Yo soy kadosh,
el Eterno
vuestro Señor” (Vaikra 19:2), porque ustedes Me pertenecen. En
forma absoluta,
ustedes seréis kdoshim. Se trata de más que una mitzva,
de una
determinación de la naturaleza y la realidad, como declamamos
tres veces por
día: “Y kdoshim en todo día Te alabarán”
(rezo de Shmoná Ezre). Cuanto
más sepan quienes son ustedes, qué son ustedes y
cuál es el contenido de sus
vidas, serán más merecedores de la ayuda Divina para que
se revele esa verdad
interna de ustedes, en base a la pertenencia genérica al “pueblo
que Me creé
para que cante Mis alabanzas” (Ishaya 43:21), en base a “bendito sea…
el que
nos eligió de entre los pueblos, y nos entregó Su Torá”.
La kdushá
es una mitzva y una bendición al mismo tiempo, y la gran
mitzva vive
y existe en base a la potencia de la bendición, y en base al
conocimiento de la
realidad de la bendición. Ustedes son ordenados ser kdoshim,
y por
supuesto que seréis kdoshim.
Ustedes son kdoshim en su
existencia misma, y cuanto más reconozcan que su naturaleza es
la kdushá,
la pureza y el recato, así ustedes se colmarán más
de salud espiritual y
física. En base a esa realidad genérica hay
también lugar para los detalles de
las mitzvot, y por ello figura en nuestra Parashá
una abundancia
enorme de mitzvot de la persona para con D’s y para con su
prójimo. En
base a la naturaleza, a la propiedad del carácter de Israel, en
base al hecho
de la pureza singular, se continúa una larga lista de detalles
de mitzvot
que revelan quién es Israel (según Sijot HaRav Tzvi
Iehudá, Vaikra pág. 145,
181-183. LeNetivot Israel Alef pág. 47-48).
Editorial
(reimpresión)
Cada criatura que D's
creó santifica Su Nombre en el mundo: Ya sea un grano de arena,
un árbol o una
estrella, su existencia misma es una expresión de
D's no eligió un
conjunto de tzadikim (justos) para santificar Su Nombre en la
tierra:
Eligió un pueblo. En los pueblos la población no
es homogénea: Existen
nobles intelectuales, los pensadores. Hay también dirigentes,
con aptitudes y
dones que les permiten ser los líderes del pueblo. Y
también hay personas
sencillas, que trabajan con rectitud y perseverancia, y de esa forma
apuntalan
a toda la pirámide. Cada sector no se segrega de los
demás, sino que todos
juntos constituyen un mismo organismo, a semejanza del cuerpo humano,
donde
cada órgano tiene un aporte propio singular, pero todos son
órganos y miembros
de un mismo cuerpo. Cuando todo un pueblo, en forma armoniosa, rige su
vida de
acuerdo a las pautas absolutas Divinas, ese es el grado de Kidush
HaShem
más elevado que puede existir en este mundo (Ein Ayá,
Shabat Bet, pág. 171,
inciso 23. Le Emunat Iteinu Guimel, pág. 35 y
continuación). Ese es el papel de
Am Israel (el Pueblo de Israel), el pueblo que D's
eligió, que lleva
sellado en su esencia más profunda el anhelo de santificar el
Nombre de D's en
el mundo: Ese "cuerpo" también tiene un alma, un contenido
espiritual
que da vida a todo ese organismo. La vida del pueblo, llega a su
máxima
expresión en el marco nacional. Sólo cuando
Pero hace mucho tiempo,
todo eso fue desbaratado: "Por nuestros pecados fuimos exiliados de
nuestra tierra". Nuestros enemigos destruyeron el Beit HaMikdash y
nos sometieron; perdimos nuestra independencia. Fuimos deportados,
dejamos de
vivir como nación. Comparado con el cuerpo humano, es como si el
cuerpo
nacional hubiese muerto, ya no tuviese vida. Después,
también la carne del
cuerpo nacional se descompuso: Perdimos también la poca
autonomía que aún
subsistía. Sólo quedó un esqueleto, un recuerdo de
lo que fue una vez una
nación viviente. Más tarde fuimos dispersados en todos
los confines: Los huesos
fueron separados y el esqueleto fue desmantelado. Ni siquiera forma de
nación
nos quedó. Y con el correr de los años, también
los huesos se transformaron en
polvo, en cenizas. Dejamos de pensar como nación, dejamos de
sentir como
nación. No podíamos ocuparnos de ningún campo que
esté relacionado con la vida
nacional, y paulatinamente nos fuimos olvidando de ella. Los individuos
particulares dejaron de sentirse parte de un organismo y comenzaron a
sentirse
solo miembros de una comunidad tal o cual. El exilio nos despojó
del orgullo
nacional, del sentimiento de responsabilidad nacional (Le Emunat Iteinu
Guimel,
pág. 243). Una situación muy poco placentera: Galut
(exilio). El profeta
Iejezkel dice: “Y me colocó en medio del valle, que estaba lleno
de huesos”
(Iejezkel 37:1). Y también el rey de los Kuzaros dice: “Ahora,
ustedes son como
un cuerpo sin cabeza”. Y el sabio judío le responde: “Somos un
cuerpo sin
cuerpo, huesos resecos...” (HaKuzari 2:29-30). En la galut
estamos en el
sepulcro de la nación, como comenta el Gaón de
Vilna (Likutei HaGr”a, al
final de Sifra de Tzniuta): Imaginemos una persona que vive en el
sepulcro,
come en el sepulcro, duerme en el sepulcro, estudia en el sepulcro, y
los
gusanos lo van comiendo...
Durante la larga galut el pueblo de Israel se
convirtió en un recuerdo del pasado, en una reliquia
histórica, un fósil: Hubo
una vez algo pleno, que dejó de existir. Vivimos como
comunidades, donde cada
una libra su propia batalla por su subsistencia. El centro de la vida
espiritual es el Beit HaKneset (la sinagoga), donde se reza y
se estudia
(Orot, pág. 108). Las aspiraciones espirituales se limitan a
cuidar la santidad
del vínculo familiar, a respetar y cuidar Shabat, kashrut, a
estudiar Torá,
y a rezarle a D’s rogándole que nos libere de esa
prisión. Todo eso son los
pequeños restos, los recuerdos
nostálgicos de algo que una vez vivió y era pleno, que
abarcaba toda la vida, y
que, si D’s quiere, volverá cuando D’s juzgue que llegó
el momento de devolver
el pueblo a su tierra.
Hace poco más de ciento
veinte años ocurrió un verdadero milagro: Algo
cambió, y en las cenizas de ese
pueblo muerto y enterrado comenzó a renacer un anhelo
nacional. A lo
largo de toda la galut hubo algunos pocos elegidos que
sintieron ese
anhelo, y con gran sacrificio regresaron al sitio de la casa nacional,
a Eretz
Israel (
Ese proceso aún no
culminó, todavía estamos a mitad de camino. Es cierto que
hay dificultades, hay
crisis, problemas complejos que ya hace miles de años no tuvimos
que enfrentar:
Son dolores de parto. Pero este proceso irreversible sólo
avanza, y necesita de
todas las fuerzas, de todos los talentos de nuestro pueblo, de todos
los que
quieren ser partícipes activos de esa resurrección y
están dispuestos a pagar
su precio. Decimos "¡aquí estamos, dispuestos a
sacrificarnos por el
renacimiento del Kidush HaShem más elevado en el mundo!".
¡Bendito sea el Eterno,
que nos hizo nacer en esta formidable generación, y nos permite
ser partícipes
de este proceso colosal! "Dad gracias al Eterno, porque Él es
bueno;
porque para siempre es Su misericordia. Díganlo así los
redimidos del Eterno, a
quienes Él ha redimido del poder del adversario, y de las
tierras los ha
recogido; del oriente y del occidente, del norte y del sur..." (Tehilim
107, comienzo del rezo festivo de Iom HaAtzmaut).
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