Alumbrar
basado en materiales de Majón Meir
Parashat Itro 20
de Shvat
5776 No
1054
Rav Jagai
Londin
En nuestra Parashá está
dicho: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus
días sobre la
tierra que el Eterno, tu Señor, te da” (Shmot 20:12). Tal parece
que la mitzva del
respeto por los padres tiene en el judaísmo un lugar muy
honroso, más que toda
otra. Nuestros sabios (Kisushin 30B) se expresan: “Hay tres socios en
el
nacimiento de la persona; D’s, su padre y su madre. Cuando la persona
respeta a
su padre y su madre, dice D’s, es como si Yo viviese entre ellos y me
honrasen”.
La actitud para con los padres es
semejante a la actitud que se debe tener para con D’s. ¿Por
qué?
La actitud frente a los padres
edifica en la persona la virtud más básica:
Agradecimiento. El Rav Kuk escribe
(Ein Aya, Shabat Alef 9): “El agradecimiento es el pilar moral
más grande y
elevado, y cuando se afiance como es debido en el corazón de las
personas será
de mucha ayuda en el corregimiento general… el respeto por los padres,
y sobre
todo el respeto de su memoria luego de su muerte, es muy fuerte en el
corazón
de las personas, y muchas veces ablanda incluso muy duros corazones…
cuando se
eleve la humanidad… surgirá esa fuerza de agradecimiento en gran
resplandor,
hasta que influya su potencia sobre todas las obras humanas, generales
y
particulares”. Según su opinión, el agradecimiento para
con los padres es la
clave de todo el desarrollo moral. La fuerza del agradecimiento que
surge para
con los padres es el portón de entrada para una personalidad
comprendiente, y
no egoísta. Cuando la persona es capaz de agradecer al origen
del que ha
llegado su vida – sus padres – podrá también desarrollar
una conciencia buena y
humilde para con “El” origen de la vida – D’s. Los padres son un
conducto a
través del cual descendió su alma a este mundo, y de
momento que así es la
actitud para con D’s es también la actitud para con la fuente de
vida. El
respeto por los padres es una expresión del hecho que la persona
comprende que
él no está solo, sino que un eslabón de una gran
cadena. Podemos decir que
nuestra relación correcta para con nuestros padres es nuestro
vínculo con la
eternidad.
La afirmación “no hay como mamá” no
es sólo una frase que escribe un soldado desalentado sobre la
pared de su
puesto de guardia, sino que expresa un punto muy esencial en la
persona. Los
padres son la base, el origen. El primer círculo de la
célula familiar nos
entrega fortaleza y alegría para toda la vida. Conviene
cultivarlo.
Rav
Shlomó Aviner
El callado, el hombre del silencio, no es
una persona valorada en nuestros días, no es entendido, parece
ser raro. Porque
nos encontramos en un mundo de habladores, de conversadores, de
parloteos sin
fin. Incluso el Beit Kneset (la sinagoga), el lugar santo, se
ha
convertido en un centro de parloteo. En un mundo como ese, el que calla
parece
ser raro.
Por supuesto, también el callado habla,
pero no está enfermo de parloteo. No habla sin sentido. “La
cerca de la
sabiduría, es el callado” (Avot 3:13). La radio parlotea sin
fin, el Internet,
el Facebook, el WhatsApp, el celular, todos parlotean sin fin. Y
también las
personas en sus conversaciones.
No así el callado, él no es una persona
que desprecia el don de la palabra, él lo aprecia mucho, y por
ello habla sólo
sobre el tema, cada palabra sopesada. No en forma artificial, sino que
en forma
natural.
Todo comienza del hecho que tiene
silencio interno. No se puede coercer el silencio externo cuando no hay
silencio interno.
El callado es un arte. “¿Cuál es el arte
de la persona en este mundo? Hacerse el mudo” (Julin 89A). Cada palabra
es
sopesada, si D’s se alegrará o no de ella.
En contraste con las personas que viven
en un mundo de ruido que desbarata lo interno, él vive en un
mundo de
retrospección continua, un mundo de cercanía a D’s, en el
que D’s lo mira en
todo momento.
En forma paradoxal su silencio permite el
diálogo entre las personas, en contraste a la
conversación de personas que sólo
saben hablar y no saben escuchar. Si tú hablas todo el tiempo,
no puedes
escuchar.
También si todo el tiempo hablas, no
puedes rezar. El mundo del silencio es el mundo del rezo.
Por favor, no hables todo el tiempo.
Escucha.
Es posible leer
la publicación de esta semana y las anteriores en www.alumbrar.org. Para recibirla
directamente a
su casilla
de correo electrónico, escríbanos a suscribame@alumbrar.org