Alumbrar

basado en materiales de Majón Meir

Parashat Ki Tisa     16 de Adar 5775     No 1009

¿Regalo?
Rav Eran Tamir

La culminación de los cuarenta días que estuvo nuestro Rav Moshé en el Monte de Sinai – cuando estudió de D’s mismo la Torá – son resumidos en la primera mitad del versículo que figura en nuestra Parashá (Shmot 31:18): “Y le entregó cuando terminó de hablar con él en el Monte de Sinai las dos Tablas de la Ley”. Nuestros sabios dijeron – y Rashi lo citó allí: “Cuando terminó – como su novia… la Torá le fue entregada en regalo, como la novia al novio, ya que no podría haber estudiado toda la Torá en un corto plazo de tiempo como ese”. Y explicando más en el Midrash (Shmot Rabah 41:6): “Todos esos cuarenta días que estuvo nuestro Rav Moshé en lo alto (en el monte) estudiaba y olvidaba. Le dijo Moshé a D’s: Señor del Mundo, ¡tengo cuarenta días y no sé nada! ¿Qué hizo D’s? Cuando terminó los cuarenta días, le entregó D’s la Torá en regalo, como dice el versículo ‘y le entregó’”.
Y hay que entender: ¿Por qué necesitó D’s entregarle la Torá a Moshé en regalo? A fin de cuentas, él se esforzó mucho por estudiarla durante esos cuarenta días, ¿por qué la olvidó? Y por otro lado, si D’s sabía desde un principio que los grandes esfuerzos de Moshé no tendrán fruto, ya que olvidó todo lo que estudió, ¿por qué no le entregó la Torá en regalo desde un principio, en vez de esperar cuarenta días en los que estuvo Moshé en el monte, y sólo después se la entregó?
Es que aprendemos de ello un gran principio básico en cuanto a nuestra actitud para con la Torá en particular y nuestra vida en general. Por un lado, la Torá, su estudio y su adquisición, es una realidad Divina infinita, una realidad que la persona no puede llegar a alcanzarla en forma natural, con su esfuerzo, porque ella se encuentra muy en lo alto, muy por encima de él… pero por otro lado D’s desea y espera que hagamos todo por alcanzarla, que nos esforcemos hasta el límite de nuestras posibilidades, y entonces – y sólo entonces – luego de haber completado “cuarenta días”, y haber abierto por nuestra parte un orificio “como el ojo de una aguja”, D’s nos abrirá “portones como los de un salón”, y nos la entregará de regalo. Como el novio que no conoce totalmente a su novia, y no puede estar seguro que ella realmente es la mujer que le fue designada, que ella es su otra mitad en el mundo de las almas, pero tiene la obligación y la responsabilidad de conocerla según los parámetros y medios naturales – racionales, sentimentales y de los sentidos – y sólo después que haya hecho su parte, D’s se la entregará “en regalo”, en base a la corriente de vida interna del alma mutua entre ellos, que emana del origen Divino.
Ese principio no es sólo en cuanto a la Torá y su adquisición, o sólo en cuanto a la relación entre el novio y la novia, sino que es el modelo de toda la vida. Por un lado, debemos hacer todo lo que podemos en forma natural, pero por otro lado debemos saber que nuestros éxitos son un regalo del cielo, de las manos de D’s.
Por ello, haremos lo nuestro, no nos debilitaremos ni seremos holgazanes, pero sabremos que si alcanzamos ciertos logros en nuestra vida en el kodesh (lo santo) o en nuestra vida material, en la vida particular o en la vida del público general, no nos enorgulleceremos diciendo “mi fuerza y el poder de mi mano han hecho para mí” (Dvarim 8:17), sino que nos colmaremos de satisfacción que hicimos nuestra parte, y le agradeceremos a D’s por todo lo que nos entregó en Su bondad y Su misericordia – “y recordarás al Eterno, tu D’s, porque Él es el que te da poder para hacer” (Dvarim 8:18). 

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¿Naturalidad y vinculación?
Rav Shlomó Aviner

Un nuevo argumento ha llegado al mundo: Hay que cumplir la Torá y las mitzvot sólo si sientes que te son fluyentes. Pero si sientes que estas alejadas de ti, que te son extrañas, entonces no hay que cumplir las mitzvot, ya que no te son naturales, y esa es la gran meta del hombre – ser natural.
En efecto, se trata de un argumento nuevo, que no lo encontrarán ni en la Torá, ni en la Mishná, ni en la Gmará, ni en los Rishonim ni en el Shuljan Aruj, sino que nació hace unos 500 años en el occidente, y como todo lo bueno y lo malo penetró dentro de nosotros.
Ese es un tema complejo: El argumento es cierto en cuanto a que hay que sentirse vinculado y ser natural, pero la conclusión que hay que renunciar si eso no se cumple – no es cierta. ¿Por qué? Porque lamentablemente nuestra naturaleza hoy en día no es buena, nuestra naturaleza está enferma. De tantas trasgresiones se confundió, y por ello no podemos fiarnos en nuestro sentido natural para diferenciar entre lo bueno y lo malo, como dice el Ramba”m (Shmona Prakim, Cap. 2) que la persona enferma degusta lo amargo como dulce, y lo dulce como amargo.
Por ello, nuestra tarea es sanear nuestra naturaleza. ¿Y cómo sabremos cuál es nuestra naturaleza auténtica? A través del estudio de la Torá, de la halajá, de la emuná (fe), del musar (cultivo de las virtudes). Así escribe el Rav Kuk: “La disminución de la agradable dulzura de la Torá, es por la carencia de la naturaleza israelí del alma, que hay que repararla a través de la tshuvá (arrepentimiento sincero)…” (Orot HaTshuvá 14:26). “El temor del pecado natural es… la naturaleza israelí especial en cuanto a todo pecado y trasgresión de la Torá y de la mitzva… y esa naturaleza no vuelve a Israel sino que a través del estudio de la Torá…” (Orot HaTshuvá 6:3).
Mientras nuestra naturaleza este enferma, sentimos cierto alejamiento de la Torá y las mitzvot. Ese problema es, por supuesto, un problema viejo. Ahora es llamado: “Falta de vinculación”. Antes, era llamada: “Ietzer HaRra” (mal instinto). Ahora, el Ietzer HaRra es conceptuado como Ietzer HaTov (buen instinto), ya que es natural, es decir, afín con nuestra naturaleza deteriorada.
Esa es una teoría antigua: Paganismo. El paganismo antiguo declamaba: Toda tendencia del corazón de la persona es kdoshá (santa), todo Ietzer HaRra es bueno. Y si hay alguna contradicción entre las distintas tendencias, hay que edificar entre ellos una armonía de placeres – en lo que eran expertos los griegos. Ellos también estaban dispuestos a conjugar buenas tendencias, a condición que se compaginen en la armonía general de todas las tendencias. Lo que comenzó hace 500 años con la naturalidad y la vinculación, es en realidad el mismo paganismo, el mismo helenismo que renació, lo que es llamado “Renaissance”, es decir, renacimiento del paganismo.
Como hemos dicho, siempre existió en el hombre la lucha entre el Ietzer HaTov y el Ietzer HaRra. Y cuando la persona sintió una tendencia natural a algo, enseguida trató de identificar quién habla dentro de él: ¿El Ietzer HaTov o el Ietzer HaRra? Porque ambos hablan con la misma voz. En los últimos cientos de años esa lucha se complicó mucho, porque surgió una ideología que dice que también el Ietzer HaRra es bueno, porque es natural y está vinculado al hombre.
¡No!, dicen nuestros sabios. ¡El Ietzer HaRra es malo! D’s lo llamó “malo”, como dice el versículo: “Porque la tendencia del corazón del hombre es mala” (Bereshit 8:21).
Esa es la serpiente, que arguyó: Es cierto que D’s ha prohibido comer, pero no hay problema, porque si comeréis seréis vosotros mismos como dioses, que saben el bien y el mal, y deciden qué es bueno y qué es malo (véase Nefesh HaJaim de Rabí Jaim de Voloshin, Shaar 1, cap. 6, acotación extensa). Dice la serpiente: Hay algo mejor que escuchar a D’s y estar vinculado a él – ser dios mismo, estar vinculado al dios que hay en mí.
Y nosotros, los discípulos de nuestro patriarca Avraham, los discípulos de nuestro Rav Moshé decimos: Y elegirás la vida, la vida auténtica, del lugar del Eterno, nuestro D’s vivo.

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