Majón
Meir |
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El mal y
Bilam
Rav
Shlomó
Aviner (Beahava
Ubeemuna No623)
Existen aspectos negativos en la
realidad que
vivimos. Existe una maldad cósmica - relacionada con la
creación misma del
mundo - que se manifiesta a través de todo tipo de situaciones
en la existencia
que producen dolor y sufrimiento al hombre. Y hay una maldad moral – el
mal que
es producto de las acciones del hombre, que elige hacerlo. No es por
azar que
existe el mal en el mundo: Él es parte de la creación
(Orot HaKodesh Bet 479).
La pregunta es: Qué actitud toma la persona frente al mal?.
Al respecto, hay cuatro concepciones distintas
(Orot HaKodesh Bet 488): Una de ellas, es la aspiración del mal
absoluto. Ese
es el culto a otros dioses, que sostiene que el mal no existe y lo
legitima.
Toda la inmundicia es introducida en la categoría de “santidad”,
y es
justificada. Las relaciones sexuales prohibidas y el asesinato son
parte del
culto al dios: En sus templos prestaban servicio muchachas “santas” –
consagradas a la prostitución – y los idólatras quemaban
a sus hijos y sus
hijas como ofrendas a los dioses – cuando ese asesinato era conceptuado
como un
elevado y santo culto. El deseo de hacer gobernar al mal sobre todos
los
valores de la vida, se alcanza coronándolo con un halo de
santidad. Bajo ese
disfraz, el mal se convierte en mitzva.
La segunda aspiración, es la que reconoce al mal, y
en su desesperación claudica y piensa que es imposible salvar la
existencia de
él. Según su forma de pensar, la única forma de
salvarse del mal es a través de
la aniquilación total de la existencia – y todo será
orientado en esa
dirección: Escapar de la vida y aspirar la aniquilación.
Ese es el Budismo, que
encontró un vestido moderno en la doctrina de uno de los
últimos filósofos
(Shopennhauer), que considera a la muerte como la redención del
sufrimiento y
del mal que existen en el mundo.
La tercer aspiración, es una claudicación a medias:
No se puede salvar al mundo del mal. No se puede escapar totalmente del
poder
del mal, y no se lo puede corregir totalmente. La solución, es
dividir: Se deja
en poder del mal la vida corporal, el mundo social – que son muy
cercanos al
mal – y se intenta salvar el alma, el contenido interno de la vida.
Según esa
concepción, el cuerpo es maldito. El matrimonio es una impureza
necesaria para
la perpetuación del género humano, pero las personas
más elevadas deben
purificarse escapándose del casamiento. El trabajo es una
maldición. La vida
social y la dirección del país – es un asunto laico, y no
tiene nada que ver
con lo santo: “Al Cesar lo que es del Cesar – y al dios lo que es del
dios”.
Ese es el mundo del cristianismo – y en cierta forma también de
la secta de los
Isiitas.
La cuarta aspiración pretende salvarlo todo, sin
dejar de lado ningún campo: Salvar al cuerpo como al alma, el
aspecto
superficial de la realidad como así también el contenido
interno, el mal en sí
como así también el bien. Y no sólo eso, sino que
también pretende transformar
el mal en bien absoluto, y elevar al mundo y el todo en todos sus
aspectos y
estratagemas, el mundo del individuo particular con todos sus valores
materiales, el mundo social con todos sus órdenes – y basar todo
sobre el bien.
Esa es la aspiración de Am Israel, la aspiración
de lo santo.
El malvado Bilam se encuentra sumergido en las
profundidades del deseo del mal más grosero, con todas sus
fuerzas de vida, en
toda su personalidad, su concepción, su sabiduría, su
aspiración – y sus
discípulos son los que tienen Ain HaRrá (mirada
malvada): “Los que en su
interior se encuentra la tendencia al mal en sí, son los que ven
el aspecto
malvado del mundo como una fuerza de dominio general. Y son ellos los
que se
encuentran sumergidos en la maldad, son sus adictos y se alegran con
ella,
predicen su éxito, y se regocijan con su veneno” (Orot HaKodesh
489-490).
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