Majón
Meir |
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Apoyado
en su bastón
Rav
Azriel
Ariel (Beahava
Ubeemuna No604)
Muy bien
hizo la organización “BeMaagalei Tzedek” que
eligió el shabat en
que se lee Parashat Mishpatim como el
momento apropiado para tratar el tema de la justicia en la sociedad. Y
este año
se centra en el doloroso tema del lugar de los inválidos en la
sociedad en la
que vivimos. Y en este artículo intentaremos hablar de la
cuestión básica:
Acaso la preocupación por el inválido es un asunto de
“justicia” o de
“caridad”?.
La
responsabilidad de la sociedad - preocuparse por los inválidos
dentro de ella -
no se encuentra en el plano de la “justicia”, sino que sobre todo en el
plano
de la “rectitud”. La responsabilidad de la sociedad por los
inválidos no parte
de los “derechos” de estos – como se acostumbra a pensar en la
sociedad
moderna – sino que de la “hermandad”. La mitzva de la
limosna,
por ejemplo, no tiene por cometido generar una igualdad en el plano
económico
de todos los integrantes de la sociedad, ni tampoco expresar la
compasión de la
persona sana y rica por el que no tuvo mucha suerte. La mitzva
de la
limosna expresa el sentimiento de hermandad entre el que dona y el que
recibe:
“Si prestares dinero al pobre de entre Mi pueblo que habita contigo…”
(Shmot 22:24) – nos ordena
De acuerdo a
ello, podremos definir de otra forma nuestra responsabilidad para con
los
inválidos que viven con nosotros. Si partimos del punto de vista
de los
derechos, será natural entonces que todo dueño de negocio
o propiedad esté
obligado a facilitarle el acceso a los inválidos. Pero si
partimos del punto de
vista de la hermandad - si bien es cierto que debemos posibilitarle el
acceso
al inválido, por qué justamente el
dueño es el encargado de
ello?. Si la familia cercana del inválido tiene los medios, y
pueden participar
en la construcción de una rampa, por ejemplo, será
más correcto que ellos tomen
parte de la responsabilidad. También la comunidad en la que vive
el inválido
debe ser solidaria, y garantizar el acceso del inválido
según las posibilidades
a su alcance. Y si tampoco la comunidad puede ayudar a “los pobres de
tu
ciudad”, lo correcto será que la “gran comunidad” – el estado,
que actúa como
quien se preocupa también de los pobres de otra ciudad – llegue
a socorrerlo.
El dueño del negocio no tiene la obligación de tomar
más responsabilidad por la
comodidad de los inválidos que los demás!. Pero en muchos
casos su preocupación
en las fases de la programación y la construcción le
permitirán hacer para con
ellos una gran bondad, con una pequeña inversión – y
todos debemos alentarlo a
ello.
Una
consecuencia de todo eso es que el centro de gravedad de la
responsabilidad
social debe ser depositada en todas y cada una de las personas que la
componen
- y no sobre el sistema o los dueños de los negocios: Entre
otras cosas, se
puede dar prioridad a la compra en lugares que se preocupan por
proporcionarle
acceso al inválido. Como fieles hermanos, todos debemos ser
concientes y tener
presente los difíciles y complejos problemas a los
que
nuestros hermanos inválidos deben hacerle frente en el
desafío de la vida. Y en
base a ello, cada uno de nosotros debe verse a sí mismo como
responsable en
forma personal de darles sostén, calidez y amor, y
proporcionarles una calidad
de vida lo más alta posible. Una calidad de vida que ellos se
merecen - sin
dudas! - como amadas personas que fueron creadas a “imagen y semejanza
Divina”.
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