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Los directores
Rav Itiel Ariel
(Beahavá Ubeemuná No502)

Es sabida la regla, según la cual "fueron escritas [en la Biblia. N. del T.] sólo las profecías que le serán necesarias a las generaciones venideras" (Meguilá 14A). Eso es cierto respecto a los relatos del Tanaj (La Biblia), y más aún tratándose de los relatos de la Torá. Por ello, nos extraña por qué la Torá alaba tanto a Betzalel y relata detalladamente sus singulares cualidades, y por qué debemos saberlo. Y no solamente su nombre es citado como parte integral de la descripción de la edificación práctica del Mishkan (El Tabernáculo), sino que también fue meritorio de que Moshé lo mencione especialmente frente a todo Am Israel, diciendo "vean, que el Eterno ha nombrado a Betzalel" (Shmot 35:30), haciendo notar en forma detallada su alcurnia. Y parecería ser que la elección de Betzalel como director de todos los constructores del Mishkan es de la incumbencia de todo el público - hasta tal punto que se requiere su asentimiento, como corresponde cuando se elige un líder (Baal Haturim).
El contexto de nuestra Parashá - que es contigua a la Parashá de las donaciones para la construcción del Mishkan, caracterizadas por su estilo popular, expresando en la práctica el espíritu de donación anónima de la persona sencilla - "vinieron, pues, así hombres como mujeres... y toda persona en cuyo poder se halló... todos los que querían presentar ofrenda de plata..." (Shmot 35:22-24) - recalca más aún ese punto. Es más; nuestros sabios criticaron a los Presidentes de cada tribu que no se vieron a sí mismos como partícipes equitativos con el público, y buscaron su gloria trayendo una donación especial que complete las carencias de las donaciones del pueblo. Pero mientras que los que donaron no tuvieron el mérito de ser mencionados por su nombre, justamente los que recibieron las donaciones fueron mencionados con sus nombres particulares y fueron descritas sus singulares cualidades, y toda la labor se le es atribuida a ellos. Y como si eso fuera poco, su primer misión fue determinar en qué momento las donaciones del pueblo ya son suficientes para completar la obra, y fueron justamente ellos los que concluyeron el capítulo de la donación popular en la construcción del Mishkan.
Por lo visto, este episodio debe ser el modelo de toda organización voluntaria que surja en Am Israel que solicita el enrolamiento popular frente a los retos relevantes. Un enrolamiento amplio del público es muy necesario en las primeras fases de toda organización de ese tipo, pero debemos saber que no es posible ni es correcto fiarse de ello a largo plazo, lo que puede causar más perdidas que beneficios. Por ello, se la debe limitar desde un principio a cierto lapso de tiempo, o a una meta específica. No por azar recalcó la Torá la singular personalidad de Betzalel, que fue meritorio de adquirir su sabiduría a través de una inspiración Divina singular, para que no nos equivoquemos y pensemos que se limitó exclusivamente a un papel directivo y organizador.
En la fase siguiente de la labor, Am Israel fue exigido nombrar un dirigente talentoso, que no se destaca sólo en el plano emocional - como los demás donadores - sino que justamente en el plano intelectual y artístico - "sabiduría e inteligencia y ciencia, y toda suerte de obra, y para inventar diseños y para trabajar en oro y en plata y en cobre" (Shmot 35:31-32). La habilidad de Betzalel en esa artesanía, lo transformó en la persona más apta para ser el responsable de esa labor y transformarla en la obra de su vida, ya que para llevar a cabo esa tarea se necesita una actitud intelectual profunda, que tomará el lugar del entusiasmo emocional inicial. Si la fase de la recaudación de las ofrendas se mide en su valor cuantitativo - "el pueblo trae más de lo necesario para el desempeño de la obra" (Shmot 36:5) - la fase de la construcción se mide en su valor cualitativo - inventar diseños, trabajar y labrar, y capacidad de enseñar en todas las variadas artesanías posibles. Y para eso, se necesita una persona que tiene una visión genérica, que se identifica con el profundo contenido intelectual de toda esa gran obra, con todos sus detalles artísticos y de la halajá.
Y de ello debemos aprender que toda organización voluntaria que es solventada con donaciones públicas no debe ser dirigida por aficionados, sino que debe ser dirigida por quien posee un profundo pensamiento, que es capaz de ver frente a sus ojos toda la composición en su totalidad - desde los detalles particulares hasta lo más general, desde los medios hasta los fines, desde las aspiraciones hasta las limitaciones. Y no es por azar que nuestros sabios nos dijeron respecto a la mitzva de la limosna: "La alcancía se reparte en presencia de tres, como todo asunto monetario" (Baba Batra 6B), y les adjudicaron a los dirigentes de la alcancía una posición semejante al jurado, que debe sopesar y tomar decisiones racionales, y no se fiaron del sentimiento de misericordia natural del público y sus emisarios que se ocupan de repartir la limosna en base a su entusiasmo sentimental. La realidad nos demuestra hasta qué punto esa apreciada mitzva puede ser distorsionada, cuando el orden de prioridad entre los distintos necesitados es fijado por los sentimientos subjetivos, y no de acuerdo a criterios objetivos.
"Es lo que los sabios esotéricos aprendieron en la construcción del Mishkan, 'y para inventar diseños, y para trabajar' - continuar toda la capacidad de pensamiento en la obra y las acciones" (Rav Zevin, prólogo a la Enciclopedia Talmúdica, segunda parte).

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