Majón
Meir |
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Para
qué ser un pueblo?
Rav
Shlomó Aviner (Beahavá
Ubeemuná No558)
Respuesta: En efecto, encontramos en las
enseñanzas de nuestros
antiguos Rabanim (Rabinos) esas dos tendencias. Por un lado:
"Cuán
apreciado es el hombre, que fue creado a imagen y semejanza Divina"
(Avot
3:18). Y por otro lado: "Cuán apreciados son los miembros de Am Israel, que fueron apodados 'hijos de
D's'" (Ídem.). Pero no hay
contradicción entre ambas posiciones - y ambas expresiones
fueron dichas por un
mismo sabio, el grandioso y famoso Rabí Akiva.
Es cierto que toda la humanidad es una gran
familia, tenemos un mismo padre y un mismo D's que nos ha creado. Pero
al mismo
tiempo cada pueblo tiene su singularidad, su psicología
colectiva, su genio
nacional, o como expresan nuestros sabios su propio "ángel". De
la
misma forma que cada persona tiene su propia alma, también cada
pueblo tiene su
propia alma. Debemos fortalecer la paz entre los pueblos, y al mismo
tiempo
debemos tener cuidado que el proceso de globalización y
mundializado no borre
el carácter singular de cada pueblo.
Es cierto que nos apena y nos duele ver que el
nacionalismo a veces genera derramamientos de sangre. Y no sólo
el
nacionalismo, sino que toda idea religiosa o social en manos de
personas
fanáticas puede generarlos. Es decir: No es la idea la que
genera el
derramamiento de sangre, sino que los fanáticos, que carecen de
buenas
virtudes, que creen que ellos poseen toda la verdad y toda la
razón, y no
pueden soportar que alguien sea distinto. De esa forma, el mundo se
encuentra
colmado de guerras en base al nacionalismo, la religión, la
economía o la
sociedad. A medida que el hombre se sublime, cuanto más puro y
delicado sea su
carácter, disminuirán las guerras.
Porque hay una contradicción interna entre el
nacionalismo y la moral: El nacionalismo encierra en él cierto
egoísmo
colectivo. Ese egoísmo es necesario, porque cada pueblo debe
garantizar su
subsistencia antes que la subsistencia de los demás, para no ser
perjudicado.
Si hay una preocupación desmedida por los demás pueblos,
es como un suicidio
nacional.
Pero en cuanto a Am Israel,
es distinto: La meta de su supervivencia no es para sí mismo,
sino que para ser
una bendición para todo el género humano, como le fue
dicho a nuestro patriarca
Avraham, el padre de la Nación de Israel: "Y haré de ti
una nación grande,
y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y tú
serás una bendición"
(Bereshit 12:2). En efecto, en los relatos de la Torá vemos que él
no sólo se preocupa por su
familia, sino que de toda persona, se sacrifica por recibir
huéspedes de todo
pueblo, e incluso implora por los habitantes de Sdom (Sodoma). Por
ello, fue
apodado "padre de una multitud de naciones" (Bereshit 17:5), el padre
de todo el género humano.
Entonces, por qué es necesaria una nación
especial?. De la misma forma que la persona necesita de corazón,
el género
humano necesita de un pueblo central. Rabí Iehudá HaLevi
escribe que Am
Israel es el
corazón de la humanidad (HaKuzari 2:36).
No un corazón desconectado, no un corazón enorgullecido,
ni un corazón
congelado en un frigorífico, sino que un corazón vivo que
hace fluir la vida a
todos los miembros y órganos del cuerpo. De la misma forma que
el amor por el
corazón es el amor por todos los órganos, el amor por Am Israel es en realidad el amor por todo el
género
humano. Cuando nos esforzamos en nuestra tarea nacional, no se trata de
un amor
egoísta sino que de un amor universal.
En efecto, desde que se asentó Am Israel en su tierra, surgió de él un gran
fulgor que se
difundió en todos los pueblos del mundo, y les
proporcionó felicidad y
abundancia.
También a lo largo de las generaciones, cuando
sufrimos tanto por los pueblos que nos rodeaban - "todas las naciones
me
cercaron… cercáronme como abejas" (Tehilim 118:10-12) - no
cesamos ni por
un instante de rezar por su felicidad y éxito, y sellamos
nuestros tres rezos
diarios con "Aleinu
Leshabeaj" (plegaria
diaria), para el bien y el bienestar de todo el género humano.
Amamos a toda persona sobre la faz de la tierra,
pero nuestro amor por Am Israel es más profundo.
Ahora, es nuestro deber reforzar los vínculos de amor entre
nosotros, dentro
nuestro, y cuando culminemos esa tarea, comenzaremos a marchar en
dirección a
la paz mundial.
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