Majón
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El Mahara"l
de Praga (Derej Jaim 4:14) cita la mishná (Avot
4:14): "Hay
tres coronas. La corona de la Torá, la corona del
sacerdocio y la corona
del reinado", e indica dónde están insinuadas cada una de
ellas en los
utensilios del Mishkan (Tabernáculo). El ribete de oro
que ornamenta al Arón
HaKodesh (El Arca) insinúa la corona de la Torá.
El ribete que
adorna el Shuljan Lejem HaPanim (donde se depositaban doce
panes)
insinúa la corona del reinado, como se acostumbra a decir "una
mesa
real". Y el ribete que decora el Mizbeaj HaZahav (Altar de
Oro),
insinúa la corona del sacerdocio. Y según una
interpretación sencilla, una corona
expresa el respeto que nos deben infundir esos valores, que son tan
importantes
en nuestra vida espiritual y nacional.
Pero la mishná
no se limita a esas coronas, y agrega una cuarta: "Y la corona del buen
nombre, se encuentra por encima de todas ellas", y relega a un segundo
plano las otras tres!. El midrash encontró
también un indicio de esa
corona en otro utensilio: El candelabro. Si bien es cierto que este no
tiene un
ribete, pero sus velas lo ornamentan, y están por encima de
él. Y en forma
similar, el buen nombre de la persona que
atestigua su plenitud espiritual y sus buenas acciones no se limita a
una
diadema restringida como las otras, sino que crece sin límite.
Y esto se debe a
que el estudio de la Torá y el culto a D's del Cohen
(sacerdote)
no necesariamente son fieles testigos de la esencia de la persona, y
sólo su
buen nombre lo es. Porque la adquisición de la Torá
no necesariamente
implica que el que se ocupa de su estudio ha forjado una personalidad
de
acuerdo a ella, y decían los sabios del musar (cultivo
de las virtudes):
"No alcanza con que hayas estudiado el Talmud, lo principal es
qué
te ha enseñado el Talmud a ti". Esto no quiere decir que
recelamos
del que estudia la Torá, y suponemos que toda su Torá
es de la
boca para afuera - D's no lo permita! - pero no alcanza sólo con
el estudio. Y
también el Cohen más aplicado en su labor en el Beit
HaMikdash
(El Templo), y el rey más dedicado a los asuntos del Clal
(la totalidad
genérica de Am Israel), no necesariamente adquieren un
buen nombre por
el desempeño de su tarea, incluso si sus intenciones son puras.
Y siempre deben
invertir un esfuerzo adicional para adquirir un buen nombre. Por
qué?.
Quizás la clave
se encuentra en la formulación precisa de la Torá
cuando define la
esencia del Mikdash: "Y Me harán un Mikdash, y
moraré dentro
de ellos" (Shmot 25:8). Nuestros sabios dijeron: "No está
escrito
'dentro de él', sino que 'dentro de ellos'". Porque la kdushá
(santidad) del Mikdash y la pureza del culto, en última
instancia deben
reflejarse en la personalidad particular de todos los hijos de Israel,
y sólo
entonces toda la labor llega a su plenitud. Y no estamos despreciando -
D's no
lo permita! - la labor práctica en los distintos campos, ni
tampoco la
consideramos sólo un medio palpable para lograr obtener una
vivencia
espiritual. Pero el nivel más elevado de manifestación de
la Shjina (Presencia
Divina) es en la imagen y semejanza Divina de la persona, muy por
encima de su
manifestación en las acciones que fue ordenado cumplir.
Esa idea
encuentra su expresión en el famoso midrash (Ioma 86A):
"'Y amarás
a tu D's' - que Su Nombre sea amado por tu causa". También en
este caso la
Torá no se limita a definir un nivel práctico -
por más elevado que sea
- sino que habla de lo que la persona irradia a su entorno. Y la
experiencia
nos demuestra hasta qué punto es significativa la
impresión que el tzadik
(justo) deja en su vecindad, ya que su grandiosa personalidad no se
limita a
tal o cual papel, y sus grandes anhelos no pueden llegar a su
satisfacción a
través de los aspectos funcionales de las metas prácticas
que debe cumplir.
En una
generación en la que la corona del reinado puede llegar a
corromperse, la
corona de la Torá y la sabiduría de sus
estudiosos puede apestarse, y la
corona del sacerdocio puede profanarse (ver Sota 9:15) - porque los
valores
auténticos no se asientan correctamente en el corazón de
los que se ocupan de
su expresión en la práctica - debemos profundizar y
revelar el vínculo vivo de
esos valores con su origen Divino. Y quizás eso fue lo que nos
indicaron
nuestros sabios, cuando dijeron: "Y en quién debemos confiar?.
En nuestro
Padre en el cielo" (allí).
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