Majón Meir
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Estoy casado por tercera vez
Rav Shlomó Aviner
(Beahavá Ubeemuná No552)

Mi nombre es Dr. Johns, consejero matrimonial. Yo viví en mi propia carne las dificultades de la vida matrimonial - ya que hace unos años me casé por tercera vez. Seguramente ustedes se extrañarán: "Tú eres la persona que nos enseñará qué es vida matrimonial?!".
Si, yo les debo una explicación. Cuando me casé con Jenny, ella era joven y encantadora - y yo era muy feliz. Pero con el transcurso de los años su encanto se fue desvaneciendo, y después de 20 años de casados me di cuenta que no es la mujer con la que me casé - y sufrí una crisis.
Pero me repuse y aprendí a valorar de nuevo a mi esposa Jenny: Me casé con ella por segunda vez, y me sentí muy feliz. Me casé con una mujer de 40 años - no porque no tenía más remedio, sino que desde un principio. Porque la descubrí nuevamente, con cualidades que no poseía a los 20 años. Se puede hablar con ella interesantes charlas, y aprender mucho: Sensibilidad, seriedad, su actitud frente a hijos adolescentes, menos vergüenza y empecinamiento. Ella me comprende más, y comencé a ver en mi lo que ella amaba, y gracias a ella aprendí a amarme a mí mismo. Lo que veía en ella, también lo veía en mí. Profundicé en su-mi interior.
Cuando tenía 20 años me dejé impresionar por aspectos superficiales, por su encanto, y ahora pude observar una belleza interior: Tranquilidad, inteligencia, feminidad, maternidad y amor por el prójimo. Ella me enseñó lo que es paciencia - qué mujer maravillosa!.
Pero cuando pasaron otros 20 años, me encontré a mí mismo con una mujer un poco anciana, y me sentí un poco defraudado - pero me superé, y me volví a casar con mi mujer. Nuevamente la descubrí. Yo soy una nueva persona, y descubro otra persona nueva frente a mí. Las arrugas de su rostro no me molestan: La vida grabó en ellas el trabajo que ella invirtió y una profunda sabiduría. Sus blancos cabellos no me molestan - destella en ellos la ternura. Finalmente comprendí cómo es que Sara a los cien años - era bella como a los 20. Me superé, y descubrí nuevamente a mi esposa.
Ahora, ustedes comprenden que de momento que me casé tres veces con una misma mujer, tengo derecho a hablar respecto a la vida matrimonial.
Seguramente ustedes tienen curiosidad y desean saber cómo lo hice. Muy sencillo - y muy difícil al mismo tiempo. Cuando nos encontramos en las citas antes del casamiento, Jenny me preguntó si estoy dispuesto a asumir responsabilidad. No comprendí su pregunta. "El hecho que no comprendes mi pregunta" - dijo Jenny - "me preocupa. Muchas de mis amigas se casaron con esposos que no toman responsabilidad por el hogar, por el matrimonio, por los hijos - sino que se sienten como turistas". "Yo asumiré responsabilidad, Jenny, te lo prometo" - le dije. Pero Jenny no se tranquilizó, y preguntó: "Y qué te propones hacer al respecto?". Medité un poco, y le dije: "Yo invertiré esfuerzo!. Si, yo invertiré mucho!". Los ojos de Jenny centellaron, y dijo: "O.K., let's go!". Bajo la jupá, después de haberle dicho "tú me eres desposada con este anillo…", le susurré en el oído: "Esta es mi primera inversión". Ella lanzó una carcajada. Y desde ese entonces yo invierto esfuerzo día a día. También Jenny.
Ambos invertimos esfuerzos, y nunca cesamos. Una vez escuché a Rav White decir que el ensamblaje con la pareja es difícil como el rasgado de las aguas del Iam Suf. Y en otra ocasión, él dijo que el mar no se abrió en par, sino que frente nuestro, con cada paso. Le pregunté: "También en el matrimonio es así?". Y Rav White contestó: "Seguro, seguro!".
No crean que en nuestro matrimonio todo fue tranquilo, casi todos los días peleábamos por todo - porque ambos tenemos temperamento, y ambos nos empecinábamos. Pero no renunciamos y charlamos día a día juntos, y no nos fuimos a dormir sin antes haber perdonado el uno al otro. Nos llevó mucho tiempo - pero estábamos preparados para ello desde un principio. El Rav White nos enseño: "'Estará limpio para su casa un año' - el primer año, deben estar juntos mucho". "Y después?", le pregunté. "Si lo hacen como corresponde, con el tiempo podrán ir bajando la dosis en forma paulatina". Pero asimilé correctamente que matrimonio no es sólo "fun", placer - es también labor. Si algo me es preciado - estoy dispuesto a invertir por ello. Los estudios de psicología me eran importantes - y por ello invertí esfuerzo en ellos. Por supuesto, también el estudio de la Torá me es importante, y entonces invertí esfuerzo en él. Ahora, Eretz Israel me es importante, y entonces invierto esfuerzo. Jenny me es importante - entonces, invierto esfuerzo!.
Pero debo confesar que a pesar de todos los esfuerzos nos desplomamos bajo el peso de las discusiones. Llegué a la conclusión que no se puede todo al mismo tiempo, debemos limitarnos a lo esencial, y le dije a mi esposa: "Escucha, Jenny, hay cuatro cosas que me son imprescindibles. Si estás dispuesta a cederme en ellas, yo estoy dispuesto a concederte en todo lo que te sea importante para ti. Sobre todo hay una cosa que me es crítica, por favor concédemela y yo te llevaré en la palma de mis manos". Ella también me presentó su lista de pretensiones. Y en efecto, la lista de pretensiones de ambos tenía cierto denominador común, y así llegamos a un acuerdo.
Seguramente ustedes se extrañarán: Cómo puede ser que yo, siendo un psicólogo, me lleve tanto tiempo comprender?. Ese es el punto álgido: Me resulta muy fácil comprender, soy rápido de entendimiento. Pero me resulta difícil cambiar. Ustedes entienden?. No alcanza con comprender - también se debe cambiar. Tengo carácter - y no lo cambié en un solo día. El cultivo de las virtudes toma su tiempo. Aprendí a renunciar, y a exigir. Aprendí a escuchar, y a hablar. Aprendí a pedir perdón, y a perdonar. Aprendí a ser flexible, y a ayudar a mi cónyuge a serlo. Salimos ganando doblemente: Un matrimonio feliz, y también cultivo de las virtudes!. Quizás por ello D's nos ordenó casarnos, para que no tengamos más remedio que cultivar nuestras virtudes, ya que de lo contrario el matrimonio naufragará, y llegaremos al divorcio o al divorcio emocional - que tampoco es un ideal.
Reconozco que muchas veces el amor romántico de la luna de miel se desgastó - pero siempre logramos revivirlo. Defraudarme de mi mujer porque pasaron los años - es una mala virtud. En general, la condición para el matrimonio - es poseer buenas virtudes. Por supuesto, no se exige que seamos perfectos, se puede comenzar el camino juntos y organizarse marchando, como en el ejército, y ayudar el uno al otro a cultivar las virtudes. Pero también hay un mínimo indispensable. Los soldados no pueden salir a la batalla sin armas, sin botas, sin cascos, sin saber cómo se dispara - con la esperanza que marchando se organizarán. Pero tampoco se debe llegar al otro extremo.
Si, yo estoy orgulloso de mi mismo: Logré cambiar mi carácter en muchos campos, y por ello fui merecedor de casarme por tercera vez. Cada día invertí esfuerzo, energía, labor - y cada día me casé nuevamente. Cada día mis desposorios fueron nuevos. Mazal Tov!.

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