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Un
clamor en la ciudad
Rav Azriel
Ariel (Beahavá Ubeemuná
No530)
Ocurre a veces que a un miembro
de Am Israel le es exigido ser
partícipe de un pecado en contra de su voluntad. Él no lo
desea hacer en
absoluto, pero otra persona lo obliga. Intentaremos aprender de nuestra
Parashá
cuál es la actitud de
Según nuestros sabios, no hay una diferencia tan radical entre
ambas
situaciones. En ambos casos no se castiga sin pruebas claras que
demuestren sin
lugar a dudas que el pecado fue cometido con el consentimiento de la
joven y no
en contra de su voluntad, a propósito y no sin culpa. La
diferencia entre la
ciudad y el campo es significativa en situaciones intermedias, cuando
las
pruebas son parciales, y en parte de los casos el escenario donde fue
cometido
el delito nos puede ayudar a acreditar alguna prueba, o por el
contrario
desecharla. Por lo visto, en la ciudad pudo consumarse el delito porque
la
víctima calló - mientras que en el campo por lo visto la
joven hizo todo lo que
pudo para salvarse, sin éxito.
Pero más allá del estudio minucioso de las halajot
- como lo
expresan nuestros sabios - podremos encontrar en este episodio un
mensaje
moral, de valores, que se esconde en la interpretación sencilla
de los versículos.
Aquí aprendimos la obligación de protestar. El clamor en
la ciudad - es lógico.
En todo lugar y en toda situación en la que existe alguna
posibilidad de
triunfar en la lucha contra el que lo obliga a cometer un pecado, es
obligación
luchar y protestar. El que no grita cuando puede ser que su clamor sea
escuchado por alguien que venga a socorrerlo, el que no lucha cuando
existe
alguna posibilidad de triunfar - es considerado partícipe del
pecado, incluso en
forma pasiva. Pero también en el "campo" - donde no hay quien
escuche
el clamor - se debe protestar y clamar!. No puede ser que una persona
sea
obligada a cometer un pecado, sin ofrecer resistencia alguna ni
protestar. No
se puede actuar de una forma que puede ser interpretada - por él
mismo, o por
los demás, por el que lo obliga a cometer el pecado, o por el
público - como
participación, consentimiento, o incluso tolerancia del terrible
pecado. Incluso
si no puedes vencer, todavía tienes la obligación moral
de oponerte. El que
no se opone, no podrá perdonarse a si mismo con facilidad el
haber cedido sin
lucha, el haber permitido realizar el pecado con insoportable
disposición. Al
mismo tiempo - todo eso debe ser sopesado por esa persona, en las
circunstancias precisas del lugar y la situación en la que se
encuentra. Los
jueces - o la sociedad - no podrán juzgar al que se
encontró en semejante
situación, mientras no exista alguna demostración clara
que decidió libremente
ser partícipe del pecado. En toda situación incierta,
debemos juzgar a esa
persona para bien - seguramente se opuso con todas sus fuerzas a
realizar el
pecado.
De entre las líneas de los versículos de
De acuerdo a la interpretación del autor del libro "Sfat Emet",
podemos agregar más profundidad. La "ciudad" - es el lugar y la
situación en la que se encuentra
"Porque no desechará el Eterno a Su pueblo, ni
desamparará a Su
herencia" (Tehilim 94:14), "salva, oh Eterno!. Óiganos el Rey el
día
que clamemos!" (Tehilim 20:10)
Este artículo es escrito
con admiración para nuestros hermanos, nuestra
propia carne - los desterrados de Gush Katif (los
asentamientos judíos
de
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