Edición semanal
Basada en materiales de Majón Meir

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Parashat Vaieshev     21 de Kislev 5772     No 847


Los patriarcas y sus descendientes
Rav Mordejai Hershkop

Cuentan que había una mujer que cada año cuando leían la venta de Iosef en el Beit HaKneset (Sinagoga), estallaba en llanto que hacía sentir lástima. Le preguntaron: ¿Por qué lloras? ¡Tú ya conoces el relato! Contestó: Es cierto, pero ¿cómo puede ser que cada año Iosef le tiene confianza a sus hermanos, y vuelve a caer en la trampa?
El relato de la venta de Iosef es uno de los episodios más apasionantes del libro Bereshit (Génesis). Ese extraño episodio nos exige profundizar mucho. Sobre todo cuando a raíz de él la familia de Iaacov desciende a Egipto. También Iosef comprende que el fin de todo ese episodio es testigo de su principio: “Ustedes lo propusieron para mal, pero el Eterno lo propuso para bien, a fin de hacer lo que hoy se ve, conservar la vida de mucha gente” (Bereshit 50:20). Nada es en vano. Los acontecimientos familiares no ocurren por azar, sino que dentro del marco de la realidad Divina que va formando el mundo. “El espíritu Divino así dice. Ellos dicen ‘lo mataremos’, y el versículo termina diciendo ‘y veremos qué será de sus sueños’, veremos la voluntad de quién se cumplirá, la de ustedes o la Mía”. También nuestro patriarca Iaacov - que siente que los sueños de su hijo no son vanos – tiene una intuición profética que le dice que está por ocurrir algo significativo en la cadena de los acontecimientos de la edificación de Am Israel (el Pueblo de Israel). “‘Mas su padre lo recordó’ (Bereshit 37:11) – esperaba y anhelaba, ¿cuándo se cumplirá?”. Desde ese punto de vista - que observa la sucesión de los acontecimientos de la Parashá como tortuosos senderos en el cuento Divino – queremos analizar ese episodio, la venta de Iosef.
Iosef y sus hermanos se encuentran en el pasaje de la conducción Divina de los individuos particulares a la conducción de un pueblo. “Hasta que nuestro patriarca Iaacov dio a luz 12 tribus, todos ellos afines a la Divinidad, y comenzó a manifestarse en una gran congregación” (HaKuzari, Maamar Alef). Esa conducción Divina, que se manifestó a través de Avraham y fue heredada a Itzjak e Iaacov, está a punto de vestir una apariencia material a través de la manifestación en una congregación. No se trata sólo de un asunto cuantitativo. Se trata de una escalada de nivel, que nos conduce hacia la plasmación viva y física de la manifestación de la Presencia Divina en la vida pública, nacional, con todo lo que eso significa – “las tribus de D’s, testimonio de Israel” (Tehilim 122:4).
Ese pasaje de la manifestación Divina - de individuos particulares a la aparición de tribus que componen un pueblo – exige una fase en la que cada tribu enfatiza y aclara su sendero singular. Cada tribu alumbra su resplandor singular, se suma a la luz de los demás, y juntos generan el resplandor Divino sobre todo el pueblo. “Así llevará Aharón los nombre de los Hijos de Israel en el peto del juicio sobre su corazón siempre que entre en el kodesh, por memoria perpetua delante del Eterno” (Shmot 28:29). Es parecido a un dibujo espectacularmente hermoso y armonioso, que es logrado sólo porque cada color fue destacado con su matiz singular antes de ser dibujado. Y entonces, para expresar el matiz singular, cada uno de los hermanos es exigido separarse de los otros, para aclarar su naturaleza especial. Esa aclaración surge con una vestimenta de roces dentro de las relaciones humanas familiares, pero su esencia es mucho más profunda.
La famosa poesía litúrgica que recitan los ashkenazim (provenientes de comunidades europeas) en el rezo de Musaf en Iom Kipur (el Día del Perdón) – “Ele Ezkera” – se basa en el Midrash que vincula la venta de Iosef con la ejecución de los diez grandes sabios. Rabí Ishmael Ben Elisha se eleva al cielo utilizando el Nombre de D’s, para aclarar si fue decretado que morirán, y recibe la respuesta: “…he escuchado por detrás de la mampara una voz que se lamenta y dice que diez grandes sabios de Israel son entregados en manos del reinado. Le dijo Rabí Ishmael: ¿Por qué? Le contestó: Porque hubo una pelea frente a D’s, Samael y Mijael. Y dijo: Señor del Mundo, ¿acaso has escrito en la Torá alguna letra en vano? ¡Y está escrito ‘el que robe una persona y la venda [su castigo es la muerte]’, y de los Hijos de Iaacov, que vendieron a Iosef, todavía no has cobrado justicia! Entonces D’s decretó que diez sabios de Israel serán muertos…” (Otzar HaMidrashim 439).
Si interpretamos ese Midrash
en forma sencilla, enseguida nos cuestionaremos una falla moral severa: En la Torá fue dicho que “no morirán… ni los hijos por los padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado” (Dvarim 24:16). Se puede decir que el Midrash nos presenta una profunda idea, el proceso de la edificación de las tribus trajo consigo cierto deterioro moral severo: Una persona fue vendida. La venta de Iosef es la expresión extrema de esa contienda que genera la diferenciación e individualidad de los hermanos, cada uno de ellos, hasta tal punto que uno de los hermanos se apodera por la fuerza de la vida y la libertad del otro. Esa acción es la raíz del defecto moral por el cual se prohibirá vender una persona.
Ese defecto en el proceso de la formación del pueblo es corregido profundamente por el sacrificio de esos diez sabios, y quizás también por los judíos que fueron ejecutados a lo largo de todas las generaciones, que no mueren por su pecado individual sino que por ser parte del Pueblo de D’s – Am Israel en toda su plenitud.
En base a esa pertenencia nacional, y por encima de todo interés personal, nuestro hermano Ionatan Polard puso en peligro su vida, y cumple una condena insoportable por el orgullo nacional de EE.UU. Nuestra obligación moral es hacer todo lo que podamos para liberarlo, para que no lleguemos a una situación en la que nos lamentemos diciendo: “Somos dignos de castigo en cuanto a nuestro hermano, porque vimos la angustia en su alma, cuando nos suplicaba que tuviésemos piedad de él, y no le escuchamos…” (Bereshit 42:21). 

Midreshet Majón Orá

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Rav Shlomó Aviner Conversación de matrimonio
Rav Shlomó Aviner

- Shalom, el Rav. Tengo problemas con mi esposa. Ella no me acata. Ella no hace todo lo que le digo.
- ¿Pero, parte de lo que le dices ella hace?
- Si.
- Gracias a D’s. Y tú, ¿haces todo lo que ella te pide?
- No. Parte si.
- Entonces, ustedes son parecidos y afines. Una pareja del cielo. La solución es muy sencilla: Algunas veces tú renunciarás, y algunas veces ella renunciará. ¿Cómo sabrán quién le renunciará al otro? Muy sencillo. Lo que te es muy importante a ti, ella renunciará. Y lo que le es muy importante a ella, tú renunciarás. Y si hay algún asunto que le es importante a ambos, y cada uno tira para su lado, lo decidirán a la mitad. Todo con alegría.
- Pero el Ramba”m escribe que la esposa debe hacer la voluntad del marido, y no que el marido tenga que hacer la voluntad de la esposa…
- Es cierto (Ramba”m, Hiljot Ishut 15:20), pero en la halajá anterior escribe que “nuestros sabios ordenaron que la persona respete a su esposa más que a sí mismo, y la ame como a sí mismo” (Ramba”m, Hiljot Ishut 15:19).
- ¡Yo la respeto, y la amo!
- ¿Por ejemplo?
- Yo trabajo y le compro lo que ella desea.
- Pero ella también desea que cumplas su voluntad. Eso la hace más feliz que todos los regalos. Si tú la respetas y la amas, seguramente desearás hacerla feliz.
- Pero nuestros sabios cuentan que un esposo le ordenó a su mujer romper las velas sobre la cabeza de Baba Ben Bota (uno de los grandes sabios), y ella cumplió con su voluntad – ¡lo que demuestra que es el esposo el que determina en todo, incluso si se trata de algo sin ningún sentido!
- Ese esposo no era normal, y su esposa tzadika (justa) y sabia cumplía sus extraños caprichos para cuidar de la paz del hogar.
- ¿Dónde está escrito que no era normal?
- En los poskim (los sabios que determinan la halajá). Pero incluso sin ellos tú puedes entender de por ti mismo que el que ordena a su esposa romper velas sobre la cabeza de un talmid jajam (erudito del estudio de la Torá) no es una persona sana mentalmente. La esposa no tiene que acatar a su esposo en caprichos extraños (Véase Ktuvot 72B), y por supuesto que no te honra conducirte de esa forma.
- Pero también en el libro “Menorat HaMaor” está escrito que la esposa debe tratar a su esposo como un rey, y entonces él la tratará como una reina…
- También esos son conceptos de límites, para cuidar la entereza de la familia. Fíjate en las casas de los talmidei jajamim que tú conoces: ¿Acaso esas son las relaciones entre el Rav y su esposa? No, sino que se aman, se respetan, actúan juntos, son buenos compañeros. Si tú deseas un matrimonio feliz, debes ser un buen compañero de tu esposa, como escribe el profeta Malaji: “Ella es tu compañera, la mujer de tu pacto” (Malaji 2:14). Y cuando los cónyuges son compañeros y se aman, también los hijos crecen felices y exitosos.
D’s te bendecirá, y serás merecedor de edificar un hogar fiel en Am Israel (el Pueblo de Israel), con amor, fraternidad paz y compañerismo.
 

Departamento ibero-americano

Majón Meir abrió sus puertas para alumnos ibero-americanos de habla hispana y portugués, y te invita a tener esta experiencia única de estudiar Torá en su ambiente tan especial en la ciudad de Ierushalaim.
El programa - dirigido por el Rav Rafael Spangenthal - está destinado para jóvenes de diecisiete años en adelante que desean reforzar su identidad judía por medio del estudio de la Torá en un marco agradable, que enfatiza el valor de nuestros lazos con el pueblo, la Torá y la Tierra de Israel.
Para aquellos que lo deseen, existe también en el Majón un ulpán de hebreo bajo la órbita del Ministerio de Educación.
Para más información los invitamos a llamarnos o escribirnos:
Director del Departamento ibero-americano
Rav Rafael Spangenthal
Tel.: 972-8-9285216
Cel: 972-52-4501467
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