Parashat Balak 14
de Tamuz
5767 No
623
El mal y
Bilam
Rav
Shlomó
Aviner (Tal Jermón –
Torá. Pág. 275)
Existen aspectos negativos en la realidad que
vivimos. Existe una maldad cósmica - relacionada con la
creación misma del
mundo - que se manifiesta a través de todo tipo de situaciones
en la existencia
que producen dolor y sufrimiento al hombre. Y hay una maldad moral – el
mal que
es producto de las acciones del hombre, que elige hacerlo. No es por
azar que
existe el mal en el mundo: Él es parte de la creación
(Orot HaKodesh Bet 479).
La pregunta es: Qué actitud toma la persona frente al mal?.
Al respecto, hay cuatro concepciones distintas
(Orot HaKodesh Bet 488): Una de ellas, es la aspiración del mal
absoluto. Ese
es el culto a otros dioses, que sostiene que el mal no existe y lo
legitima.
Toda la inmundicia es introducida en la categoría de “santidad”,
y es
justificada. Las relaciones sexuales prohibidas y el asesinato son
parte del
culto al dios: En sus templos prestaban servicio muchachas “santas” –
consagradas a la prostitución – y los idólatras quemaban
a sus hijos y sus
hijas como ofrendas a los dioses – cuando ese asesinato era conceptuado
como un
elevado y santo culto. El deseo de hacer gobernar al mal sobre todos
los
valores de la vida, se alcanza coronándolo con un halo de
santidad. Bajo ese
disfraz, el mal se convierte en mitzva.
La segunda aspiración, es la que reconoce al mal, y
en su desesperación claudica y piensa que es imposible salvar la
existencia de
él. Según su forma de pensar, la única forma de
salvarse del mal es a través de
la aniquilación total de la existencia – y todo será
orientado en esa
dirección: Escapar de la vida y aspirar la aniquilación.
Ese es el Budismo, que
encontró un vestido moderno en la doctrina de uno de los
últimos filósofos
(Shopennhauer), que considera a la muerte como la redención del
sufrimiento y
del mal que existen en el mundo.
La tercer aspiración, es una claudicación a medias:
No se puede salvar al mundo del mal. No se puede escapar totalmente del
poder
del mal, y no se lo puede corregir totalmente. La solución, es
dividir: Se deja
en poder del mal la vida corporal, el mundo social – que son muy
cercanos al
mal – y se intenta salvar el alma, el contenido interno de la vida.
Según esa
concepción, el cuerpo es maldito. El matrimonio es una impureza
necesaria para
la perpetuación del género humano, pero las personas
más elevadas deben
purificarse escapándose del casamiento. El trabajo es una
maldición. La vida
social y la dirección del país – es un asunto laico, y no
tiene nada que ver
con lo santo: “Al Cesar lo que es del Cesar – y al dios lo que es del
dios”.
Ese es el mundo del cristianismo – y en cierta forma también de
la secta de los
Isiitas.
La cuarta aspiración pretende salvarlo todo, sin
dejar de lado ningún campo: Salvar al cuerpo como al alma, el
aspecto
superficial de la realidad como así también el contenido
interno, el mal en sí
como así también el bien. Y no sólo eso, sino que
también pretende transformar
el mal en bien absoluto, y elevar al mundo y el todo en todos sus
aspectos y
estratagemas, el mundo del individuo particular con todos sus valores
materiales, el mundo social con todos sus órdenes – y basar todo
sobre el bien.
Esa es la aspiración de Am Israel, la aspiración
de lo santo.
El malvado Bilam se encuentra sumergido en las
profundidades del deseo del mal más grosero, con todas sus
fuerzas de vida, en
toda su personalidad, su concepción, su sabiduría, su
aspiración – y sus
discípulos son los que tienen Ain HaRrá (mirada
malvada): “Los que en su
interior se encuentra la tendencia al mal en sí, son los que ven
el aspecto
malvado del mundo como una fuerza de dominio general. Y son ellos los
que se
encuentran sumergidos en la maldad, son sus adictos y se alegran con
ella,
predicen su éxito, y se regocijan con su veneno” (Orot HaKodesh
489-490).
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El
arma principal
Rav
Shlomó
Aviner
Cómo se lucha
contra ese monstruo, el terror - que es una terrible desgracia para Am
Israel (el Pueblo de Israel) y para toda la humanidad?.
Lo principal,
es saber que el terror no tiene fuerza en sí. Asesina un hombre,
y otro hombre,
diez, veinte, cien, mil – D’s no lo permita! – pero no puede destruir
ningún
país. Su fuerza es psicológica: Preocupa y debilita. Su
fuerza es también moral
– en apariencia – ya que el terrorista se presenta a sí mismo
como un luchador
de la libertad y la justicia – y de esa forma se hace merecedor del
apoyo de
todo tipo de intelectuales faltos de responsabilidad, y a veces incluso
de
países enteros, hechizados por la propaganda terrorista: Ellos
creen que un
terrorista que asesina niños y bebes es un luchador de la
libertad. El
argumento moral también influye sobre el aspecto
psicológico: El que está
convencido que tiene la razón, luchará contra el terror.
Y el que no lo está,
no tendrá fuerzas para luchar.
En la Torá,
en determinadas condiciones una disputa se resuelve según la
regla de “el más
agresivo vencerá” (Baba Batra 34B). Es extraño: Acaso
resolveremos que un
objeto le pertenece a alguien porque él utilizó la fuerza
para obtenerlo?!.
Explica el Ro”sh (Rav Asher Ben Iejiel): “El que tiene la
razón se
esfuerza y se sacrifica para que el objeto que le pertenece
continúe siendo
suyo - más aún que su contrario, que está robando.
Y también se dirá: ‘Para qué
me esforzaré tanto, si mañana alguien traerá
alguna prueba que no me pertenece,
y me lo quitará?’” (Ro”sh, al principio de Baba Metzia). Es
decir: El uso de la
fuerza no es la causa, sino que el síntoma de la pertenencia.
Y escribió en
base a ello el Rav Reuben Margaliot: “El objetivo del juicio es
doblegar la
agresividad, que el fuerte no se atreva a apropiarse de lo que no le
pertenece.
Pero en condiciones tales que no se puede determinar con certeza el
veredicto,
nuestros sabios dejaron que el más agresivo venza, ya que el que
sabe que tiene
razón será el que se esforzará más,
más aún que el que hace sufrir a su
prójimo, ya que en lo profundo de su alma siente que hace una
injusticia. Am
Israel es perseguido y atacado en la galut (el exilio),
porque en lo
profundo de su alma siente que no es ese su lugar. Pero en nuestra
tierra,
nosotros seremos los más agresivos” (Dvarim BeItam, Pág.
163). El arma
principal contra el terrorismo, y en la guerra en general – es la
convicción
que tenemos la razón. No hay aquí unos pobrecitos
árabes acongojados y
oprimidos, a los que les quitamos su tierra. Esta tierra, toda ella, es
nuestra
– y son ellos los que nos la quieren quitar, con el robo, las mentiras
y el
asesinato!.
Esta tierra
es nuestra. Siempre lo fue. Es nuestra porque el Señor del Mundo
nos la
entregó, es nuestra porque la heredamos de nuestros patriarcas (Avoda Zara 53B), es nuestra porque
tuvimos en ella un reinado casi mil años, es nuestra porque
nunca nos
desconectamos de ella. Es nuestra según la Torá,
según la moralidad,
según la justicia y según la historia. Esa es nuestra
principal arma.
Cuanto más
claro tengan las naciones que esta tierra es nuestra, apoyarán
menos al terror,
y él se desmoronará por sí mismo. Por supuesto,
para que los demás pueblos lo
sepan, antes que nada nosotros tenemos que reconocerlo. Así
comienza Rashi su
comentario a la Torá: “‘Él declaró a Su
pueblo el poder de Sus obras,
para entregarles la heredad de los pueblos’ (Tehilim 111:6). Pues si
las
naciones del mundo le dicen a Am Israel: ‘Ustedes son ladrones,
porque
han conquistado las tierras de los siete pueblos’, podrá
replicar: ‘Toda la
tierra es de D’s. Él la creó y la entregó a quien
le pareció correcto’” (Bereshit
1:1, Rashi).
Le diremos a
todos los pueblos del mundo: Esta es nuestra tierra!. Y antes que nada,
nos lo
diremos a nosotros mismos. De esa forma podremos cuidar de nuestro
patrimonio.
La gran arma,
es: La fe y convicción auténtica que esta tierra es
nuestra.
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