La
autenticidad de la profecía de Moshé
Basado en
el comentario del Rav Shilat al
Prólogo a la Mishná
¿Cuál es la razón de esa diferencia
entre la Torá de nuestro Rav Moshé – que fue
entregada a través de su
profecía – y la profecía de los demás profetas?
¿Por qué nos está claro que la
autoridad de todo profeta está subordinada a la autoridad de
nuestro Rav Moshé?
Escribe el Ramba”m (Prólogo a la
Mishná): “Y no le prestaremos atención [al que arguye que
D’s le ordenó agregar
o quitar algo de la Torá] a ninguna señal o
maravilla que haga, porque
el profeta que maravilló a todos los seres del mundo con sus
maravillas, y fijó
en nuestros corazones la autenticidad de la fe en él, como D’s
mismo fue
garante, diciendo ‘y crean en ti para siempre’ (Shmot 19:9) ya nos dijo
en
nombre de D’s que no recibirán de D’s otra Torá,
sólo esa”. Es decir: Si
la profecía de Moshé es cierta, la profecía de ese
otro profeta es mentira,
porque contradice lo que nuestro Rav Moshé dijo en nombre de
D’s, y “el Eterno
no es hombre para que mienta, ni persona para que mude de
propósito” (Bamidvar
23:19).
Quizás tú digas: ¿Qué demostración
hay que la profecía de nuestro Rav Moshé es cierta, y la
de ese otro profeta no?
¿Quizás es justo lo contrario? Y la respuesta: D’s mismo
es el garante que la
profecía de nuestro Rav Moshé será de un nivel de
fidelidad tal que será
terminante, como dice el versículo “y en ti creerán para
siempre”.
¿Cuál es el punto álgido de esa
corroboración?
Las cosas son aclaradas en otro lado (Hiljot Isodei HaTora, 8): “Israel
no le
creyó a nuestro Rav Moshé por las señales que
hizo, porque el que tiene fe por
las señales su corazón no es íntegro, porque puede
que haga las señales con
trucos o brujerías, y todas las señales que hizo
Moshé en el desierto – las
hizo porque eran necesarias en ese momento, no para corroborar su
profecía…
Entonces, ¿por qué le creyeron? En el episodio del Monte
de Sinai, cuando
nuestros ojos y no otros lo vieron, y nuestros oídos lo
escucharon y no otros,
el fuego y las voces y las antorchas, y él se dirige a la
niebla, y la voz le
habla y nosotros escuchamos: Moshé, Moshé, diles tal y
cual cosa. Y así dice:
‘Cara a cara habló el Eterno con vosotros’ (Dvarim 5:4). Y
está escrito: ‘No
con nuestros padres hizo este pacto [sino que con todas las
generaciones]’ (Dvarim
5:3). ¿Cómo sabemos que sólo el episodio del Monte
de Sinai es la prueba
postrimera de su profecía, que es auténtica? Porque
está escrito: ‘He aquí que
Yo vendré a ti en una nube espesa, a fin de que oiga el pueblo
mientras Yo
hablo contigo, y crean en ti para siempre’ (Shmot 19:9) De ello
aprendemos que
antes de ello la fe en él no era para siempre, sino que una fe
que puede cesar
en el futuro. Pero ahora, los que para ellos fue enviado son sus
testigos de su
auténtica profecía, y no tienen ninguna necesidad de
hacer ninguna señal…
Entonces, todo profeta que venga después de nuestro Rav
Moshé – no le creemos
sólo por hacer señales, como diciendo: Si nos hará
una señal, lo obedeceremos
en todo. No es así, sino que lo obedecemos por la mitzva
que Moshé nos
trasmitió en
Las señales o las maravillas en sí
no pueden ser demostraciones terminantes de la profecía: No hay
ninguna
necesidad que la señal o maravilla sea hecha justamente por un
profeta. También
el que no es profeta puede lograr realizarlas, por casualidad, o porque
tiene
dones, o porque así hace la Providencia Divina, para ponernos en
prueba, como
dice el versículo “porque el Eterno, su D’s, los pone a prueba”
(Dvarim 13:4).
Es decir: ¿Acaso nos dejaremos tentar por las señales o
maravillas, y creeremos
que se le ha encomendado una misión Divina? ¿O
entenderemos que no hay ninguna
necesidad lógica que así sea, y no aceptaremos su
argumento que es un profeta?
La respuesta a la cuestión ¿por qué
nos es más fiel la profecía de nuestro Rav Moshé
que la de cualquier otro
profeta?, es que respecto a la profecía de nuestro Rav
Moshé no fue necesaria
ninguna especulación en absoluto. Am Israel (el Pueblo
de Israel) estuvo
presente cuando se le reveló D’s. En contraste, a todo otro
profeta le debemos
creer que D’s se le reveló, y no tenemos ninguna posibilidad de
constatarlo en
forma directa – ya que las señales sólo aumentan la
probabilidad que así es,
pero nada más. En ese caso, la Torá nos ordena
creer que se trata de un
profeta sólo si se cumplen en su profecía todas las
exigencias de la halajá.
Pero si un profeta de ese tipo nos cuenta alguna “profecía” cuyo
contenido es
contrario a la halajá – no le creemos en absoluto, y no
nos interesan
sus señales. Sabemos con certeza que es un falso profeta.