Como
ángeles
Rav Ioram
Eliahu (Beahava Ubeemuna No622)
Fueron dichas muchas y muy
diversas explicaciones
respecto al episodio de Merivá [donde Moshé
golpeó la roca para que
salga agua. N. del T.] en nuestra Parashá, tratando de
entender cómo y
de qué forma pecó nuestro Rav Moshé - que fue
castigado severamente, hasta tal
punto que no pudo entrar a Eretz Israel (la Tierra de Israel),
que
tanto anhelaba.
El autor del libro “Or HaJaim” cita diez
explicaciones distintas – de los Rishonim y de los Ajaronim,
como
Rashi, Even Ezra y otros – descarta parte de ellas, y finalmente expone
su
propio comentario.
El que se fija en lo que dijeron nuestros maestros
– el Rav Kuk en su libro “Midvar Shur” y su hijo, el Rav Tzvi
Iehudá Kuk
en sus charlas (Sijot HaRav Tzvi Iehudá, Bamidvar) – no
encontrará ni una sola
explicación, de un tipo u otro, respecto a ese episodio y al
pecado de nuestro
Rav Moshé. Por lo visto, nuestros maestros – que supieron ver la
dirección de
los vientos que ya habían comenzado a soplar en su
generación, desde el
“estudio crítico” de la Torá,
hasta la tendencia a rebajar a nuestra altura e incluso por debajo de
ella las
figuras del Tana”j (La Biblia) en nuestra generación –
creyeron necesario enseñarnos
que no es tan sencillo ni tan correcto tratar el tema de los pecados de
las
grandes figuras de todas las generaciones en cualquier foro o en
cualquier hoja
de comentarios. Y así escribió el Rav Kuk: “Nosotros
miramos a las generaciones
de nuestros primeros antecesores, de los que nos cuenta la Torá,
los profetas y
las escrituras... y son ellas mismas las grandes figuras frente a las
que
profesamos afecto y glorioso respeto de lo santo. Comprendemos que el
destello
de sus almas era la base... Cuando los observamos, en toda su
apariencia
espiritual que tan sedientos estamos de ella, sentimos que anhelamos su
fortaleza, su fuerza de vida esculpida y cristalizada, poderosa y
estable, que
se manifestaba en ellos. Y en base a ese anhelo, nuestra propia fibra
espiritual se fortalece y nuestra valentía se refina” (Orot,
Pág. 13). Es
decir, “justamente cuando esbozamos esas figuras en la cúspide
de su grandeza y
su profundidad, con toda su autenticidad, eso hace despertar dentro de
nosotros
la nostalgia y fortalece el deseo de elevarnos y purificarnos. Ese
mismo deseo
que estimula desde ese momento nuestras fuerzas de vida, es nuestro
sustento
espiritual, es el gran provecho educativo que obtenemos del estudio de
los
patriarcas” (LeEmunat Itenu Guimel, Pág. 116). Y también
escuchamos muchas veces
en las clases del Rav Tzvi Iehudá Kuk la singular actitud y la
precaución que
tenían incluso los Tanaim (sabios de la época de
la Mishná)
entre ellos. Y
cuando Rabí Iehudá HaNasi tenía necesidad
en su estudio de objetarle a
Rabí Iosi, decía antes: “Nosotros, los miserables, nos
atrevemos a objetarle a
Rabí Iosi?!”.
Aprenderemos de nuestros maestros – de lo que nos
dijeron y del hecho que evitaron hablar de ese episodio – la forma
correcta y
profunda de observar a las grandes figuras de nuestra nación, y
de esa forma
podremos realmente aprender de su comportamiento y su grandeza, en
forma
auténtica y correcta.