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Rav Shlomó Aviner Un cuento sencillo
Rav Shlomó Aviner
(Beahava Ubeemuna No614)

Todo comenzó cuando pedí ayuda a través del Internet. Conté que ya estoy harto y no tengo ningún motivo por el cual seguir viviendo. Un contestador anónimo me alentó, y durante un año y medio en el que intercambiamos cartas me enseñó a valorarme a mí mismo. Le devolvió el gusto a mi vida, y me transformó en una persona estable y alegre, en vez de una persona quebrantada. Ahora ya no tengo Internet – pero en aquel entonces todavía lo tenía.
Varias veces le comenté que quizás lo molesto día a día, con mis pequeñas dificultades – pero él reaccionó tan calurosamente que no sentí ninguna dificultad para continuar escribiéndole.
Mi benefactor no se limitó sólo a buenas y alentadoras palabras, sino que cuando necesité algún préstamo – que se transformó en regalo – siempre estuvo dispuesto. No me juzguen mal, no soy un derrochador, pero mi familia es una familia pobre, y tratamientos médicos son muy caros, también los estudios lo son. “El que aborrece los obsequios vivirá” (Mishlei 15:27), y yo me avergonzaba de recibir regalos de personas - pero él me lo entregaba con tanta simpatía, que no podía negarme: “Yo soy rico, y no tengo lo qué hacer con mi dinero. D’s no me lo entregó para que me acueste sobre un colchón de monedas, sino que para que los demás disfruten de mi riqueza”. Mi amor por él creció día a día, y sólo un detalle me molestaba: No sabía el nombre de mi ángel salvador. Le pedí que me revele su identidad, pero siempre se negó: “Tú no tienes que conocerme. Para mí, es una gran alegría ayudarte. Qué diferencia te hace quién soy?”.
Pero no podía continuar viviendo así, sin saber quién es mi benefactor al que le debo todo. Y finalmente, él se dio por vencido a mis repetidos pedidos, y me enteré que no se trata de un hombre sino que de una mujer: Una muchacha de mi edad, que pertenece también a mi mundo cultural. De repente todo mi mundo cambio, y mi amor recibió un nuevo matiz: Sin duda, esta es mi pareja que me fue destinada por el cielo!. Enseguida averigüé por teléfono con sus amistades qué tipo de muchacha es, y todos me confirmaron lo que pensaba: Una muchacha con
un corazón de oro!. Sentí que las personas titubeaban un poco antes de contestar, pero en definitiva todos la alababan.
Pero cuando me atreví a insinuarle delicadamente que quizás es posible que nos conozcamos para casarnos, me rechazó rotundamente: “No, de ninguna manera”. Me escribió con determinación: “Continuaré ayudándote con alegría. No temas, no estas sólo. Yo estoy contigo para ayudarte en toda circunstancia negativa. Pero lo que me propones – no, de ninguna manera”. No claudique. El tiempo tiene su fuerza, pasaron días, pasaron semanas, y las letras que consuelan e instruyen continuaron brillando desde la pantalla luminosa. Cada día y su innovación, cada día y su alegría - y respuestas a todas mis angustias.
El vínculo se fue estrechando y profundizando día a día, hasta que me atreví a pedirle: “Nos escribimos ya hace mucho tiempo, quizás ha llegado el momento que hablemos por teléfono?. Por favor, déjame escuchar tu voz”. “No, por favor. Temo asustarte”. Pero yo no claudiqué, y le pedí una y otra vez: “Déjame escuchar tu voz!”. Hasta que finalmente se dio por vencida, y me pasó su número de teléfono.
Cuando me contestó, escuche una voz espantosa, ronca, resoplante y aturdidora – como la voz de una bruja!. Me hizo pegar un salto. La voz era espantosa, pero el contenido sabio y delicado, dulce y profundo. Me sobrepuse rápidamente, y le contesté sin que se de cuenta de mi desconcierto.
Así continuamos conversando por teléfono, y me acostumbré a su voz. Y qué, si sus cuerdas vocales fueron dañadas por un grave accidente?. Yo no escucho la voz, sino que el agradable contenido, y lo que sale del corazón penetra en el corazón del otro.
Y sueño casarme con ella - y ella me rechaza. Pero yo siento que su oposición es menos terminante. Yo soy optimista, el tiempo hará lo suyo, el tiempo pasa y el vínculo profundiza.
Y ahora, le pido: “Por favor, déjame verte”. Y ella rehúsa, se niega, tiene miedo. Pero yo no desisto: “No se puede casar con alguien sin verlo antes”. Y ella se empecina: “Todo el encanto terminará”. Pero yo continúo: “Por favor, déjame verte”. Yo lloro.

Finalmente, se dio por vencida: “A las 10 en punto pasaré frente al supermercado en la acera de enfrente, con un vestido celeste. Si después de haberme visto me detestarás y no desearás casarte conmigo, sólo dímelo y terminaremos nuestra relación. No me ofenderé, y continuaré ayudándote con tus problemas”. Me senté en el banco con el corazón palpitando con fuerza. Cuando ella pasó por un momento me estremecí, empalidecí y casi me desmayé. En mi vida, nunca vi algo tan espantoso como eso: Un cuerpo encorvado y deforme, un rostro totalmente deformado, como el de una bruja del infierno, o un extraterrestre de otro mundo. Ella se dio cuenta de mi espanto, se tapó la cara y se fue. Me quede sentado en el banco sólo, mudo. Mi mundo se derrumbó. Permanecí sentado mudo durante horas. Esas fueron las horas más duras de mi vida!. Es cierto, “la gracia es engañosa, y la hermosura es una vanidad, pero la mujer que teme al Eterno es la que será alabada” (Mishlei 31:30)... pero eso es un monstruo, se encuentra más allá de toda fuerza humana!. Yo soy sólo una persona, no soy capaz de resolver su problema. Yo no soy culpable que ella tuvo un accidente terrible... Pero, qué culpa tiene ella?!. Acaso ella se transformó por eso en otra persona?. Dónde está tu corazón?. Dónde está tu conciencia?. A dónde se fue tu amor?. A dónde se fue tu agradecimiento para con ella?. Dónde estás tú, hombre?.
Ya hace cinco horas que estoy sentado en el banco con mi suplicio. Siento que mi cabeza explota. En los momentos de angustia, ella siempre fue la que me ayudó – pero esta vez, yo estoy sólo conmigo mismo. Casi es medianoche, y yo estoy sentado en el banco cubierto del rocío de la noche, casi volviéndome loco.
A la una de la mañana la llamé. Ella contestó enseguida, estaba esperando mi llamado. “Esa eres tú?”. “Si”. “Perdóname por haberme asustado, no volverá a ocurrir. Sea cual sea tu apariencia, no te abandonaré”.
Entonces, comenzaron días de felicidad para ambos. No me fijé en su apariencia deforme, sólo miré su buen corazón. Nos sentábamos en el banco frente al supermercado, y planeábamos de qué color pintaremos el cuarto, y cómo llamaremos a nuestro hijo. Los transeúntes nos miraban, se extrañaban, se enojaban, envidiaban, se avergonzaban – pero a nosotros no nos importaba.
Y entonces, llegó el primer escollo: El encuentro con mis padres. Cuando la vieron, sus caras se entristecieron y no fueron capaces de decir ni una sola palabra. Ella me miró a mí, y sonrió todo el tiempo.
Cuando regresé de acompañarla a su casa, mis padres se abalanzaron sobre mí con un fuego nutrido de artillería: “Tú estás loco?!. Casarte con un monstruo?!. Qué dirá toda la familia?. Qué dirán los conocidos?. Créenos, sólo nos preocupamos por tu bien!. Tú no podrás soportarlo”.
Y yo, me empecino: “Ella salvó mi vida, ella edificó mi felicidad, yo le debo todo. Si la abandono - no soy un ser humano”. Cuando ellos no cedieron, se me escapó algo que no tendría que haber dicho: “Ella estuvo a mi lado, donde ustedes no estuvieron”. Ellos cerraron la puerta de un golpe: “Has terminado con nosotros!”. Pero yo no cedí
- e hicimos una fiesta de compromiso.
A lo largo de todo el camino logré rechazar con éxito todos los ataques de mis familiares y de mis distintos amigos. Me convertí en un experiente zorro luchador, y cuando replicaba: “Qué es lo importante, la cara o el contenido interno?” – nadie me podía contestar. Cuando vencí a todos los enemigos, me quedé sólo con el enemigo más difícil: Mis propias dudas. Pero continué. Quedamos en encontrarnos en el rabinato para abrir expediente de matrimonio. Su rostro se iluminó, pero una nube lo cubrió: “Si no llegarás, yo me moriré... Ya tuve otros tres novios, que se arrepintieron a último momento”. “Por supuesto que llegaré!”.
Pero no llegué. Sencillamente, me olvidé!. Mi padre se enfermó, yo tenía exámenes, mi motociclo se descompuso. Cuando me acordé, fui volando al rabinato. “Si, estuvo aquí una muchacha. Esperó durante dos horas, se desmayó y fue evacuada por una ambulancia al servicio de urgencia”. Corrí como loco hasta el hospital. Ella estaba acostada, sin conocimiento.
Le hablé – pero no respondió. Me arrodillé, y llorando le dije: “Yo te lo prometo, todo fue un mal entendido”. Entonces se abrieron sus ojos, y habló con una voz débil. Le prometí a ella y a mí mismo que no volverá a ocurrir algo así.
Pero el enemigo interno continuó bombardeándome duramente. Titubeos continuos. Luchas entre lo externo y lo interno, entre el alma y el cuerpo. Entre lo moral y el deseo de disfrutar. Despertaba por la noche en medio de pesadillas, en las que nos casamos y yo terminaba aborreciéndola. Y también soñaba que un hada buena rompía el hechizo, “toda tú eres hermosa, amiga mía, y no hay en ti defecto alguno” (Shir HaShirim 4:7), y me despertaba profundamente desilusionado - porque en la realidad no hay milagros de ese tipo.
El día de nuestra boda, el enemigo interno dirigió todo su fuego contra mí – pero yo me preparé a la defensiva. Qué suerte!. Bajo la jupa el rostro de la novia estaba cubierto por un tul doble. De pronto, ella puso en mi mano una pequeña fotografía: Así se veía ella antes del accidente. Tan maravillosa!. Miré la foto como hipnotizado, sin ser capaz de quitar los ojos de ella.
Mi padre me abrazó, y me susurró al oído: “Así será ella en su próxima reencarnación...”.
Levanté mis ojos de la foto, y le sonreí a mi novia. Realmente, soy dichoso
!.