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A la luz de la fogata
Rav Azriel Ariel
 (Beahava Ubeemuna No615)

En la noche de Lag VaOmer (el día 33 de la Cuenta del Omer) cuando nos sentamos frente a la fogata, intentaremos entrar junto con Rabí Shimón Bar Iojai a la cueva. Y con la ayuda del gran pastor - el Rav Kuk - y su libro “Ein Aya”, intentaremos comprender la singular concepción de Rabí Shimón - que le hizo esconderse en la cueva y luego salir de ella.
En la Gmará (Shabat 33B) relatan una discusión que hubo entre dos de los más grandes sabios de todas las épocas: “Comenzó Rabí Iehudá y dijo; cuán bellas son las acciones de esa nación! [refiriéndose al Imperio Romano. N. del T.]. Construyeron mercados, puentes, y casas de baño. Rabí Iosi calló. Rabí Shimón Bar Iojai replicó; todo lo que hicieron, lo hicieron para su provecho. Construyeron mercados – para poner en ellos prostitutas. Construyeron casas de baño – para satisfacer sus bajas necesidades. Construyeron puentes – para cobrar impuestos”.
Ellos se encontraban en una época muy difícil, cuando Am Israel todavía lame las terribles heridas producidas por el fracaso de la revolución de Bar Kojva. Y la pregunta, es: Qué hacemos ahora?. Qué actitud debemos tomar frente al malvado gobierno de Roma?. Rabí Iehudá hace notar lo positivo de ese gobierno: Otra revolución ya no es relevante, y para subsistir debemos utilizar todos los recursos a nuestro alcance. La exacerbación de los sentimientos de ira no tendrá ningún provecho. Por el contrario, lo correcto en este momento es aprender cómo mejorar nuestro nivel de vida bajo el gobierno Romano - con su potencia económica y tecnológica – hasta que pase el mal momento.
Pero Rabí Shimón Bar Iojai discrepa. Si bien es cierto que a corto plazo esa posición es más conveniente, a largo plazo es nociva. Debemos tener claro que “de los malvados sale la maldad” (Shmuel Alef 24:13). También las acciones del imperio malvado que aparentan ser buenas – provienen del egoísmo y de la maldad, y están colmadas por dentro de inmundicia e impureza. La actitud correcta frente a las obras de Roma es la deslegitimación total, “ni de tu miel ni de tu aguijón” (Tanjuma, Balak 6). Esa es la única forma de hacerle frente a la potencia y la influencia cultural y espiritual de ella.

La Providencia Divina hizo que los romanos nombren a Rabí Iehudá como el Primer Orador en todo lugar. Desde el punto de vista práctico, “ese es el camino correcto, llegar a una conciliación con la vida práctica y la realidad, y tomar de ellas sólo lo mejor y lo bueno”. Pero frente a Rabí Iehudá – que hace el cálculo práctico y justo del presente – se encuentra Rabí Shimón, que mira las cosas desde un punto de vista de eternidad, un punto de vista que exige la negación total de Roma y todo lo que ella representa.
El sendero de Rabí Shimón no es adecuado para el público general - sólo lo es para unos pocos elegidos, que se encuentran dentro del Beit HaMidrash (centro de estudio de la Torá). Por ello, la Providencia Divina hizo que él tenga que esconderse por un tiempo en el Beit HaMidrash. Allí podrá enseñar su punto de vista a sus camaradas, y a través de ellos esas ideas llegarán también al público general.
Pero la brecha entre el mundo real y la concepción ideal es demasiado grande. Eso es expresado por el peligro que llegue el Servicio de Inteligencia de los romanos al Beit HaMidrash a matar a Rabí Shimón. No hay más remedio, él debe esconderse en la cueva - alejado y desconectado totalmente de la vida natural y social, con todas sus obligaciones. El aislamiento, la desconexión de toda la civilización y el sustento que le era procurado en forma milagrosa – todo eso es acorde a la situación en la que se encuentra Rabí Shimón en ese momento, cuando él vive el anhelo ideal con todo su vigor.
Y finalmente, llega el momento de salir de la cueva. La brecha entre los grandes anhelos de Rabí Shimón y la realidad es tan grande, hasta que “todo lugar que miraba, era quemado inmediatamente”. Y una voz se escuchó del cielo, que los amonestó diciendo: “Han salido de la cueva para destruir Mi mundo?!”. El mundo – con toda su complejidad, con todo el mal y el bien que se encuentran mezclados en él insoportablemente – no es el Mundo del Diablo, sino que “Mi mundo”, el mundo de D’s. La deslegitimación absoluta de todo lo que no es consonante con las aspiraciones más elevadas - si bien es necesaria para que no nos contentemos con el mal y no seamos "aplastados" por él – no es una actitud acorde con la emuná (fe) en el Creador y Director del mundo, responsable de todo lo que ocurre en él. La forma de corregir no es construir un mundo correcto sobre las ruinas del mundo existente, sino que “descender hasta las profundidades de las bajezas de la vida, como ellas son, y purificarlas lentamente, hasta que suban al lugar donde deben encontrarse, según la sabiduría del Creador de todo”. Para ello, Rabí Shimón vuelve a la cueva por otro año más, en el que adquirirá un punto de vista más elevado aún, desde el que podrá ver cómo se puede hacer crecer el bien partiendo del mal, la felicidad partiendo del sufrimiento, la dulzura partiendo de la amargura – la luz, partiendo de la oscuridad.
Cuando sale de la cueva por segunda vez, es justo vísperas de shabat, entre la puesta de Sol y la salida de las estrellas. En ese momento, Rabí Shimón encuentra un anciano que corre velozmente con dos ramas de mirto aromático. Ese es el momento y ese es el lugar en el que se encuentran el kodesh (lo santo) y lo secular, lo eterno y lo fugaz, lo espiritual y lo material. Es en ese momento cuando es notorio cómo la kdushá (santidad) del shabat influye sobre el día secular - que es la preparación del kodesh - y cómo influye lo eterno sobre lo fugaz. El shabat le otorga al anciano las fuerzas para correr a su encuentro, y lleva dos ramas de mirto en su mano: Una que insinúa “cuidarás el día de shabat” (Dvarim 5:11) – cuida a lo santo de todo contacto contaminador con lo laico y la maldad. Y la otra rama, insinuando “recordarás el día de shabat” (Shmot 20:7) – actúa dentro de la realidad actual, con toda su maldad e impureza, para hacernos llegar a “un día que todo él es shabat y descanso, para toda la eternidad” (Birkat HaMazon de shabat). Ambos aspectos son necesarios: El anhelo ideal - que no se doblega ante nada - y la capacidad de avanzar poco a poco, para plasmar ese anhelo en la compleja realidad, utilizando para ello todos los medios y oportunidades que se nos presentan, a través de la identificación de todos los destellos de luz que se encuentran diseminados en las profundidades de las tinieblas.
Eso es un poco del resplandor de Rabí Shimón Bar Iojai, que nos llega a través de los destellos de las llamas de la fogata de Lag VaOmer.