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Rav Iaacov Filver Libertad auténtica
Rav Iaacov Filver
(Beahava Ubeemuna No609)

La festividad de Pesaj exige preparación, como dijeron nuestros sabios (Psajim 6A): “Se pregunta y se estudia las halajot de Pesaj treinta días antes de la festividad”. Toda persona debe verse a sí misma como si hubiese salido de Egipto. La festividad de Pesaj es “el momento de nuestra libertad”, el mes en que salimos de la esclavitud a la libertad – y debemos aclarar qué es libertad.
En el prólogo a la Hagadá de Pesaj escribe el Rav Kuk: “La diferencia entre el esclavo y la persona libre no es sólo su situación – que por las circunstancias este se encuentra esclavizado, y el otro no. El carácter de la libertad es ese espíritu elevado a través del cual la persona - como individuo particular - y el pueblo - como un todo - se elevan, y son fieles a su esencia interior, a la imagen y semejanza Divina que se encuentra dentro de ellos”. A qué se refiere?. Toda persona es partícipe de tres círculos: Lo Divino, el mundo y el hombre. En paralelo, las 613 mitzvot cubren esos tres campos: Hay mitzvot para con el prójimo, para con D’s, y para consigo mismo (ver Mahara”l, Derej Jaim a Avot 1:2. Maharsh”a Baba Kama 30). La persona marcha a lo largo de su vida en dirección a su plenitud espiritual, se pregunta y busca: Cuál es el camino que lo conducirá a su meta?. Los que lo rodean sólo ven sus expresiones exteriores, pero más allá de lo que dice y lo que hace se esconden pensamientos y anhelos, virtudes y cualidades – y la persona debe orientarlos en dirección a lo bueno, lo hermoso, lo auténtico y lo correcto en la vida. Como escribe el Rav Kuk: “La base de la felicidad es el amor por lo verdadero – en lo racional, por lo correcto – en la vida, por lo hermoso – en el sentimiento, y lo bueno – en las acciones” (Jojmat HaKodesh 91). Y en ese punto la persona se encuentra confundida y se pregunta: Cómo podrá él, con sus limitadas fuerzas, llegar a esa elevada plenitud?. Acaso eso no se encuentra más allá del alcance humano?.
Ese argumento podría ser válido si la plenitud se encontrase fuera de la persona misma, y tuviese que alcanzarla con gran esfuerzo. Pero no es así: La plenitud se encuentra en la naturaleza misma del hombre, como escribe el Rav Kuk “la naturaleza del alma humana es dirigirse por el camino correcto”. La rectitud se encuentra dentro de la naturaleza humana, como dice el versículo: “D’s hizo recto al hombre, mas ellos se han buscado muchos artificios” (Kohelet 7:29). Por ello, la persona no necesita buscar la plenitud lejos, y lo único que debe hacer es revelar y descubrir la rectitud que se encuentra dentro de él. A eso se refirió la Torá cuando dijo: “Porque este mandamiento que te ordeno hoy, no es demasiado difícil para ti, ni está lejos; no está en el cielo, para que digas ‘quién subirá por nosotros al cielo, y nos lo traerá, y nos hará oírlo, para que lo cumplamos?’. Ni está más allá del mar, para que digas ‘quién pasará por nosotros al otro lado del mar y nos lo traerá, y nos hará oírlo, para que lo cumplamos?’. Sino que la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la pongas por obra” (Dvarim 30:11-14). Y en base a ello, escribió el Rav Kuk (Orot HaTorá 11:2): “La persona derecha debe tener fe en su vida. Es decir, debe confiar en su propia vida y en sus sentimientos, que se dirigen por el correcto camino en base a la naturaleza de su alma. Debe confiar en que ellos son buenos y honestos, y lo conducen por el camino correcto”. Y si preguntarás: “Entonces, para qué se necesita la Torá?”. Contesta el Rav Kuk: “La Torá debe ser como una vela que alumbra su camino, que le permitirá prever el lugar donde puede tropezar, donde a veces puede que se equivoque en su camino. Pero en general, debe confiar en su naturaleza”.
La cualidad de la libertad – explica el Rav Kuk – surge cuando la persona siente que su vida es una vida con una meta que tiene valor. En contraste, la cualidad de la esclavitud surge cuando la persona no vive su propia vida sino que hace lo que es bueno y hermoso para el otro, que lo subyuga – ya sea en forma oficial o moral. En esa situación la persona no se vive a sí misma, sino que al otro. Y a ello se refirió Rabí Iehudá HaLevi cuando escribió en su poema “Avdei HaZman”: “Los esclavos del tiempo son esclavos de esclavos, mientras que sólo el esclavo de D’s es realmente libre”. Porque todo el mundo material fue creado para servir al hombre, para ayudarlo a llegar a su plenitud: Todo este mundo efímero es el esclavo del hombre. A veces la persona consagra su tiempo y energías no para avanzar, sino que para acumular más y más pertenencias y lujos - comprar una lujosa casa y un auto prestigioso, ser uno de los ricos de la sociedad y similares – lo que no tiene nada que ver con la esencia en sí de la persona. No sólo que todo el mundo no podrá satisfacer su codicia - como dice el Gaón (genio del estudio de la Torá) de Vilna: “La persona en este mundo es como quien bebe agua salada. Le parece que sacia su sed, pero en realidad sólo está más sediento. Y no hay quien muera habiendo satisfecho la mitad de su codicia” - sino que también se convertirá en un esclavo de las pertenencias que tendrían que ser sus sirvientes!. De esa forma se convierte en “esclavo de esclavos”.
En contraste, “sólo el esclavo de D’s es realmente libre”, porque el esclavo de D’s no malgasta su tiempo y sus energías en lo que se encuentra fuera de él, sino que consagra sus acciones al desarrollo de su personalidad y la revelación de la imagen y semejanza Divina que hay en él. Y por ello, concluye el Rav Kuk: “La libertad en esencia, la libertad del cuerpo de toda esclavitud ajena, de toda servidumbre - que obliga a la imagen y semejanza Divina de la persona a rebajar su valor, su magnífica grandiosidad y su majestuosa santidad - esa libertad no es adquirida sino que a través de la libertad del alma, la libertad del espíritu de todo lo que lo aparta del camino recto y firme, que fue moldeado en su esencia propia”.
Todo lo que hemos dicho respecto a la libertad del individuo particular, es también cierto respecto a la libertad nacional: No toda independencia nacional es acompañada de libertad. Es cierto que el gobierno autónomo es la base para la realización de la misión histórica de la nación, como dice el profeta: “Pueblo que cree para Mí, para que cuenten Mis alabanzas” (Ishaya 43:21). Pero eso es cierto sólo cuando la nación utiliza sus recursos y sus facultades nacionales para plasmar su misión: Entonces, la nación se sirve a sí misma, cumpliendo su cometido. Pero si – D’s no lo permita – la nación busca imitar a otros pueblos, suplantando su cultura israelí original por la cultura de Europa o EE.UU., se convierte en “esclava” de otro pueblo – incluso si vive una vida política independiente en su patria. De forma que la libertad física y política no son la meta final de la libertad nacional: Se las puede ver sólo como una base para permitir la plasmación de la misión histórica de esa nación. De esa forma vio el Rav Kuk la meta de la fundación del Estado de Israel, como escribió (Musar HaKodesh 191): El Estado de Israel ideal es “la base del Trono de D’s en el mundo, todo su anhelo es que D’s sea uno y Su nombre uno – lo que es realmente la más elevada felicidad”. La libertad nacional auténtica podrá alcanzarse sólo cuando la nación consagre sus recursos nacionales en el arraigo y desarrollo de la cultura judía original que heredamos del Monte de Sinai, cuando la nación plasme en su vida los senderos de la Torá y sus mitzvot, y entonces alumbrará todo el mundo con la sabiduría y la moral Divinas.