Una
economía que "recuerda", y otra
que "olvida"
Rav
Itiel
Ariel (Beahava Ubeemuna No490)
La historia de Am Israel
está llena de episodios semejantes al
increíble relato de Iosef - el consejero económico que
llegó a su encumbrada
posición gracias a su brillante planificación
económica y la salvación del
pueblo egipcio del hambre. Ese talento judío se reveló
también muchas veces en
la organización financiera de empresas y países - y
muchas veces constituyó motivo
de envidia y odio de todo el Pueblo Judío.
Es difícil no impresionarse por la visión de Iosef, su
diligencia, su
rectitud y capacidad de organización. Esas cualidades fueron
típicas de muchos
judíos que se encontraron en la cúspide de sistemas
económicos y gobiernos - y
santificaron el Nombre de D's que era común en su boca, gracias
a su fidelidad
y habilidad. Pero esas cualidades no son específicas del Pueblo
Judío, y
debemos buscar el secreto del éxito de Iosef - y todos sus
seguidores -
justamente en su actitud de fe frente a la vida
económica.
Los comentaristas subrayaron un detalle del sueño de Paró
(Faraón), un detalle que fue recalcado por Paró
cuando contó el sueño de
las vacas a Iosef, y tiene un papel central en su
interpretación. En el sueño de
Paró las vacas obesas y las espigas llenas simbolizan
los siete años de
abundancia, mientras que las vacas delgadas y las espigas marchitas
simbolizan
los siete años nefastos que llegarán después de
ellos. Esa es la descripción
objetiva de los acontecimientos. Pero la Torá
recalca también la relación subjetiva
de los malos años en comparación con los años de
abundancia, y continúa
describiendo en el sueño cómo las vacas delgadas se
tragaron a las vacas
gordas, "y no se notaba que hubieran entrado en sus entrañas"
(Bereshit 41:21).
Según una interpretación simple, esa descripción
no se refiere a los
hechos o su orden cronológico en sí, sino que se refiere
a la sensación
del que vivió en carne propia los siete años de
abundancia y luego los siete
años de hambre. Desde su punto de vista, la gravedad del hambre
de los malos
años era tan grande, que lo hicieron olvidar totalmente la
abundancia de los
buenos y pródigos años, como interpretó Iosef:
"Será olvidada toda
la abundancia en la tierra de Egipto... y no se notará la
abundancia en la
tierra" (Bereshit 41:30-31).
Ese olvido expresa el completo desamparo del egipcio, que no sabe
cómo
utilizar los días de éxito y abundancia como una polea
para los días menos
exitosos. Empero también los egipcios intentaron imitar la operación
técnica
de recolección y guardado del trigo, pero su trigo - que
guardaron ellos mismos
- no se conservó como el de Iosef (Rashi, Bereshit 41:55),
porque en su
esencia ellos carecen de la capacidad de preservación de la
abundancia. La
concepción básica del malvado forzosamente lo
llevará a una situación en que su
riqueza "no se notará": De la misma forma que él no se
percata de la fuente
Divina de la abundancia, tampoco sabe cómo conservar
en forma
adecuada su dinero, incluso cuando lo ahorra (véase Sfat Emet,
5653).
El Mahara"l (Netiv HaOsher, cáp. 2) aclara la cualidad
traicionera
de la riqueza material - cuando ella no es destinada para fines
espirituales,
sino que sólo para satisfacer las necesidades materiales de la
persona. Y
nuestros sabios dijeron respecto a los términos de la riqueza: "Nejasim"
(bienes) - porque se ocultan (nijsim, en hebreo) para uno, y se
descubren para otro. "Zuzim" (monedas) - porque pasan (zazim,
en hebreo) de la mano de uno a la del otro. Y "mamón"
(dinero)
- para qué lo cuentas (mone, en hebreo), si no tiene
valor en sí?. De
esa forma nos enseñaron que la persona no tiene una
posesión absoluta de la
riqueza en el plano material, sólo cuando lo utiliza para su
labor espiritual.
El Rav Kuk (Ein Ayá, Shabat, cáp. 2, inciso 1)
utilizó la analogía de
las velas de shabat y las de Januca para expresar esa
idea. La ambición
de la riqueza material en sí, es semejante al ricino de
Ioná que "creció
en una noche, y en una noche pereció" (Ioná 4:10), porque
es ajena a su
dueño y no esta unida con su personalidad y sus aspiraciones
espirituales.
Con el "aceite" de esos logros no se puede "encender la vela",
porque no es absorbido apropiadamente por la mecha, y la luz del alma
de la
persona no se adhiere adecuadamente a él. En contraste, el
"aceite"
adecuado para "encender la vela" - porque es absorbido por la mecha -
es el éxito material que está estrechamente vinculado
con las
aspiraciones espirituales de la persona, y constituye un medio para su
plasmación.
Esa actitud caracteriza a los tzadikim (justos) cuya
"riqueza les es más preciada que su propio cuerpo", ya que le
saben
dar su verdadero valor. Ellos son como "Tzofnat Paaneaj" [el
nombre que Paró le dio a Iosef (Bereshit 41:45), cuyo
significado es
"esclarecedor de lo oculto". N. del T.], que son capaces de descubrir
el auténtico contenido que la bendición Divina
esconde dentro de ella, y
saben cómo cuidarla porque recuerdan su origen y su meta.
En una generación en que el medio material se
convirtió en meta,
y la actitud materialista domina en el mundo y pretende "hacerles
olvidar
Tu Torá" (oración de Januca) y coronar
sobre el mundo los
ídolos de plata y oro, sabremos recordar el origen de la
bendición Divina y su objetivo
adecuado.