El
correcto autocontrol
Rav Itiel
Ariel (Beahava Ubeemuna No492)
El Rambá"n (Bereshit
45:27) nos hace notar un punto relativo al
comportamiento de Iosef para con su padre Iaacov, lo que nos puede
ayudar a
entender mejor los últimos momentos en los que se despide de
él. Y así
dice el Rambá"n:
"En mi opinión, según la interpretación sencilla,
nunca le fue
dicho a Iaacov hasta el fin de sus días que los hermanos
vendieron a Iosef. Él pensaba
que Iosef se extravió en el campo, y los que lo encontraron lo
tomaron
prisionero y lo vendieron a Egipto. Porque los hermanos no
querían contarle su
pecado - temiendo que él se encolerice y los maldiga - y Iosef,
fiel a su rectitud
moral, tampoco..."
Esa descripción esquemática revela una pequeña
parte de la gran fortaleza
anímica del tzadik (justo)
Iosef. Podemos imaginarnos cuanto deseaban hablar Iaacov y Iosef de lo
que
realmente los preocupó durante los largos años de
separación entre ellos, y de
las circunstancias en las que Iosef desapareció tan
misteriosamente. Es fácil
suponer que el llanto de Iaacov y la duda que carcomía su
corazón todos esos
años hicieron despertar en él una inmensa curiosidad, un
gran anhelo de
preguntar a su hijo qué le ocurrió exactamente aquel
día en el que se debería
haber encontrado con sus hermanos. Y también por parte de Iosef
seguramente
hubo momentos difíciles en los que se preguntó si
quizás de alguna forma Iaacov
estuvo involucrado en su venta.
Esa fortaleza
anímica,
que el Rambá"n la apoda simplemente
"rectitud moral", llega a su punto álgido inmediatamente antes y
después de la muerte de Iaacov. Justamente en esos momentos
críticos - en los
que muchas personas sienten la necesidad de "liquidar cuentas" para
no dejar tras ellos preguntas o cuestionamientos pendientes - Iosef se
cuida de
no encontrarse nunca a solas con Iaacov, y toda la relación
entre ellos es a
través de mensajeros. Sabiendo el tremendo daño que la
revelación de la verdad
puede llegar a producir a toda la familia, él dominó con
una inmensa fortaleza
difícil de describir el deseo de hablar y contar, y le
dejó retirarse de este
mundo a su padre sin que se agriete la muralla del silencio entre ellos.
Por lo visto, el autocontrol de Iosef
en lo que respecta a Shmirat HaLashón
(el cuidado de la lengua), y también el autocontrol
típico de él en otros
campos en los que fue capaz de resistir duras y continuas pruebas, es
la clave
del liderazgo que es aclarada en extensión en la
bendición de Iaacov
para con sus hijos. Esa bendición pasa revista - de hijo en hijo
- en forma
ordenada a las cualidades adecuadas para conducir el pueblo, y
las que
no lo son. Mientras que el atolondramiento y la ira alejaron a los
hijos
mayores del liderazgo, la valentía de Iehudá, la astucia
de Dan y similares los
hicieron erigir un liderazgo correcto en Am Israel.
En la bendición de Iosef, nuestro patriarca
Iaacov compara las cualidades externas que caracterizan el
correcto liderazgo
con la singular fortaleza anímica de Iosef que se reveló
en su comportamiento interno,
cuando supo dejar de lado su poder y no utilizarlo en la disputa con
sus
hermanos. En su bendición él es descrito como quien toma
el arco con sus manos,
y es conciente de su poder mortífero. Pero su autocontrol se
expresa en toda su
magnificencia justamente siendo capaz de tomar el arco con sus fuertes
manos, y
no utilizarlo.
De acuerdo a ello el Netzi"v (Rav Naftali Tzvi Berlín) explica el
enigmático versículo, cuando los hermanos le dicen a
Iosef después del entierro
de Iaacov: "Tu padre mandó, antes de su muerte..." (Bereshit
50:16). No
es lógico que ellos le quieran contar a Iosef algo que Iaacov
ordenó antes de
su muerte, cuando Iosef lo acompañó permanentemente hasta
el último momento de
su vida. Ellos le quieren hacer saber que de acuerdo a la
bendición que su
padre le otorgó, seguramente le habría pedido a Iosef que
continúe siendo fiel
a su noble cualidad y se comporte en forma responsable para con la
unión de la
nación, si hubiese sabido del episodio de su venta.
Sería correcto que nuestros líderes no confundan
ambas formas de comportamiento, utilicen la santidad del
autocontrol
cuando se trata de problemas internos, y el valeroso quebrantamiento tratándose
de problemas externos.