Pasando
de "morada" a
"patrimonio"
Rav Itiel
Ariel (Beahava Ubeemuna No494)
Nuestra Parashá
comienza con una larga disertación de D's,
en la que traduce la visión genérica de la gueulá (Redención) a una
serie de promesas concretas, que nos son conocidas como "los cuatro
términos de Redención" (Shmot 6:6-7). Y a ellos le
debemos agregar el
quinto término de Redención: "Y os llevaré a
la tierra" (Ídem.,
8).
Ya el autor del comentario "Or HaJaim" nos hace notar la diferencia entre esa
promesa
y las cuatro que la antecedieron: Si bien esas cuatro se cumplieron en
su
totalidad inmediatamente en la generación que salió de
Egipto, ella no fue
meritoria de ver la plasmación de esa última promesa, y
no entró en Eretz Israel. En su opinión, esa promesa no es
independiente, sino que desde un principio fue condicionada
a la
asimilación de la profunda esencia de la salida de Egipto: "Y
reconoceréis
que Yo soy el Eterno, vuestro D's, que os sacó de debajo de las
cargas de los
egipcios" (Shmot 6:7) - y la generación que salió de
Egipto no cumplió con
ese requisito. Y debemos preguntar: Por qué justamente esa
promesa - que le fue
repetida a cada uno de los patriarcas - no es absoluta, sino que
depende del
cumplimiento de ciertos requisitos determinados?.
Por otro lado, el versículo justamente recalca
la diferencia entre la posesión de los patriarcas - "la
tierra de sus
peregrinaciones, donde habían morado como extranjeros"
(Shmot 6:4);
solamente una morada, en la que no vivieron en forma fija, solo
como extranjeros
(ver Or HaJaim) - y el patrimonio de sus descendientes - que es
considerado
un "obsequio" y una "posesión": La promesa
que les fue entregada a los hijos es mayor de la que les fue prometida
a los
patriarcas, y por ello es correcto que esté condicionada a otros
requisitos. Y
debemos aclarar más este punto.
Debemos recalcar que esa amplia comparación
entre la promesa de los patriarcas y su cumplimiento y la promesa de
los hijos
(ver Rashi, versículo 9), no se agota sólo encontrando
las diferencias entre
ellas, sino que también nos posibilita diferenciar dos fases
en la
posesión de la tierra. La primera fase - que los patriarcas
comenzaron - y la
segunda fase - que los hijos, munidos del derecho de sus antecesores,
podrán
completar. Una primera fase de "tierra de morada" y otra
segunda fase de "tierra de posesión".
Los patriarcas llegaron para asentarse en la
tierra como individuos particulares, y se aferraron a ella
pasando
difíciles pruebas sin cuestionarle a D's. Desde un principio esa
posesión de
los particulares no se extendía a todo Eretz Israel,
sino que en forma natural se limitaba al lugar determinado con el que
se
vinculaban y anhelaban, incluso cuando eso implicaba grandes
dificultades. Así
era en los tiempos de los patriarcas, que compraron terrenos en Eretz Israel - pagando elevados precios - en
vida y después
de ella, y no sintieron que eso contradice de alguna forma la promesa
Divina,
según la cual tomarán posesión de toda la tierra. Su
amor por la tierra en
su totalidad se expresaba en su morada, que en la práctica
se limitaba a un
lugar tal o cual que les parecía agradable a sus ojos. Para
ellos, como
individuos particulares, no había ninguna diferencia si
vivían aquí o allí,
siempre que sea en Eretz
Israel - "la tierra
de sus
peregrinaciones, donde habían morado".
Esas acciones de los patriarcas calificaron a
los hijos para cumplir esa preciada mitzva como entidad
colectiva, y el deber de la colectividad no es como el del
individuo
particular. El público tiene una
obligación esencial para con todo
Eretz Israel, y fue ordenado
persistir en su intento de tomar posesión de su totalidad - "que
no la
abandonemos en manos de algún otro pueblo o desolada"
(Rambán, Agregados
al Sefer HaMitzvot del Rambam, principio positivo 4). Y por supuesto
que no
puede renunciar a alguna zona o población que ya le fue
entregado por D's. Es
más; como entidad colectiva, su actitud frente a las zonas de Eretz
Israel que ya posee
debe ser como frente a un obsequio - lo que le confiere el derecho y la
obligación eternos sobre esos lugares, y no sólo como derecho de morada
efímero que
puede ser trocado por otro. Si bien es
cierto que "lo que les ocurrió a los patriarcas, insinúa
lo que les
sucederá a los descendientes" también en ese sentido, no
toda esa gran
tarea puede ser completada en una sola generación, y parte de
ella quedará para
las generaciones futuras. El individuo particular puede desde un
principio
cambiar su morada dentro de ella como le plazca, pero el público
siempre debe
dirigirse en ese rumbo.
Esa actitud influye también en la morada del
individuo particular: Cuando él entró en Eretz Israel
tomó posesión de
una zona determinada para él y su familia, que no puede vender
en forma
absoluta para la eternidad. Si bien es cierto que en determinadas
condiciones
se puede ver forzado a cambiar en forma temporal su morada - y en
nuestros
días, esa situación temporal puede durar varias
generaciones, ya que no sabemos
a ciencia cierta la genealogía de cada familia y el lugar exacto
de la tierra
de su estirpe - pero desde el punto de vista de la halajá,
también hoy
en día cada uno tiene cuatro codos que le pertenecen en Eretz
Israel,
que no tiene derecho a cambiar.
El término
"y os
llevaré" no deriva automáticamente de la promesa que les
fue entregada a
los patriarcas, sino que nos exige instituir la actitud colectiva
acorde para
el cumplimiento pleno de esa mitzva.