Cuando
Iosef se dio a conocer
Rav
Azriel
Ariel (Beahava
Ubeemuna No597)
“Sólo por la
necesidad se vio obligado a comportarse de una forma que
parecería ser que los
fastidiaba sin ningún sentido... En primer lugar, se vio
obligado a cambiar dos
cosas: Su opinión respecto a sus hermanos, y sobre todo la
opinión de ellos
respecto a él. Ambas deben cambiar totalmente, para que pueda
edificarse una
relación estrecha de afecto... Si sólo hubiese vuelto
físicamente a su familia
- ellos lo habrían perdido, y él habría perdido a
su familia. En esa situación
sería natural que continuase sintiendo rencor, recordando
cómo endurecieron
ellos su corazón cuando él les imploró y no le
escucharon, ni tampoco tomaron
en cuenta el dolor que eso provocará a su padre”.
Para entender
cómo nos indica el Entregador de
En primer lugar, él exige que el que lo
hirió sea
conciente del dolor que le causó. Pero no alcanza con ello.
Él pretende del que
lo agredió que vuelva a revivir el incidente, viéndolo
desde el punto de vista
del perjudicado. En segundo lugar, él quiere que el agresor
asuma la
responsabilidad de sus actos, sin esconderse bajo todo tipo de excusas.
Es más:
Debe reconocer que es culpable de lo que ocurrió. El tercer
punto, es la
humillación: Lo que más duele de todo lo ocurrido, es la
sensación de
humillación que acompañó la agresión. Por
ello, es necesario para el herido -
desde el punto de vista sentimental - que el agresor se rebaje frente a
él, y
para ello él pretende que confiese su culpa en su presencia, con
su propia
boca, y le pida perdón. Ese proceso es el que le
devolverá su honor perdido. El
cuarto punto, es la certeza que la personalidad del agresor ha cambiado
realmente en gran manera, hasta tal punto que no cabe duda que no
volverá a
herirlo, y se puede confiar en que las relaciones volverán a ser
correctas como
lo eran antes. Si falta alguno de esos componentes en el proceso de la
conciliación, quedará un gusto amargo en el
corazón del que fue atacado, y la
conciliación será sólo de la boca para afuera.
La necesidad
del maltratado de esa corrección doble, triple y
cuádruple no es una expresión
de su debilidad, sino que es una exigencia Divina para la
corrección del mundo:
No hay una expiación completa sin un arrepentimiento pleno. La
necesidad que siente el agredido, expresa la exigencia Divina de la
corrección
completa. Tratándose de nimiedades, lo correcto es que la
víctima renuncie por
lo menos a parte de ese proceso y perdone, con misericordia. Pero
cuando se
trata de algo serio, y sobre todo cuando fue acompañado de
severos pecados –
hasta tal punto que fue profanado el Nombre de D’s – esa
pretensión no proviene
de la debilidad en absoluto. Por el contrario, un talmid jajam
(erudito
del estudio de
Eso es lo que dirige a Iosef, como dice el Rav
Shimshón
Refael Hirsh: “Ese recuerdo podrá borrarse de su corazón
sólo cuando tenga la
certeza que realmente han cambiado totalmente. Por ello, era
estrictamente
necesario ponerlos a prueba, para comprobar si son capaces de hacer
algo así
nuevamente... arrancar un hijo del regazo paterno... esa prueba era
necesaria
para Iosef. Sólo cuando la hayan pasado exitosamente
podrá borrar de su corazón
el resto de la amargura... Esa era la razón por la cual Iosef se
abstuvo de
hacerle saber a su padre de la suerte que corrió, cuando ya
había llegado a sus
años de felicidad. Qué hubiese ganado Iaacov si hubiese
vuelto uno de sus
hijos, y hubiese perdido los otros diez, y hubiese visto la
tensión y el rencor
entre ellos?...”.
Por ello, le
era importante para Iosef ponerlos en una situación en la que
sientan lo que él
sintió cuando lo vendieron a los Ishmaelitas. Y por ello los
encarceló por
tiempo indeterminado, y continuó probándolos una y otra
vez. Y la última prueba
– fue la más difícil. El hermano más joven, el
más amado por su padre –
complicó a todos los demás robando la copa de plata!.
Acaso lo dejarán como
esclavo en Egipto, o harán todo lo posible por su hermano y por
su padre?.
No sabemos
cuál era todo el plan de Iosef – ya que no logró llevarlo
a cabo hasta el
final. El proceso fue cortado en su punto álgido. Pero podemos
notar que algo
primordial faltó: Que le pidan perdón!. Iosef se dio a
conocer a sus hermanos,
no porque es capaz de hablar, sino porque ya no tiene fuerzas para
seguir callando:
“Iosef entonces, no pudiendo contenerse... lloró en alta
voz... y dijo Iosef a sus hermanos: Yo soy Iosef!...” (Bereshit
45:1-3). De
momento que no llegaron al punto en que los hermanos son capaces de
mirarle a
los ojos y pedirle perdón, Iosef se ve obligado a consolarlos y
limpiar su
conciencia él mismo, diciéndoles: “Ahora, pues, no os
aflijáis ni os pese por
haberme vendido acá, porque para preservar vida me envió
D’s delante de
vosotros... Así que ya no fuisteis vosotros quienes me
enviasteis acá, sino
D’s...” (Bereshit 45:5-8).
Pero de momento que el proceso no culminó, podemos notar que las
relaciones
entre ellos no fueron corregidas totalmente. Enseguida después
de la muerte de Iaacov
los hermanos comenzaron a temer: “Quizás nos aborrecerá
Iosef y nos devolverá
todo el mal que nosotros le hicimos” (Bereshit 50:15). Hay
comentaristas que
dicen que tampoco el perdón de Iosef fue pleno (Or HaJaim). Por
ello, las
generaciones futuras tendrán lo que reparar, hasta que se plasme
el vaticinio
del profeta Iejezkel: “Y haré de ellos una nación en la
tierra, sobre las
montañas de Israel, y un rey será rey de ellos, y no
serán más dos naciones, ni
estarán más divididos en dos reinos" (Iejezkel 37:22).