Frente
a la ciudad
Rav
Azriel
Ariel (Beahava Ubeemuna No594)
Un olé (inmigrante)
nuevo-antiguo llega a Eretz
Israel (
Iaacov
instituyó tres cosas para el bien de los habitantes de Shjem:
Moneda, mercados
y casas de baño - y las tres están relacionadas con la
edificación de una
sociedad humana correcta. En primer lugar, la moneda: Hasta la
aparición de la
moneda, el comercio entre las personas se basaba en el trueque. Si por
azar mi
vecino tenía algo de más que justamente me es necesario,
y yo también tenía
algo de más que le era necesario a él, podíamos
intercambiarlo. Pero si no
fuese así, yo no podría obtener provecho del esfuerzo de
mi vecino, y mi vecino
tampoco podría obtener provecho del mío. La
invención de la moneda produjo una
revolución: A partir de ese momento, todos pueden tener provecho
de todos - ya
que toda mercadería puede ser transformada en dinero, y con ese
dinero se puede
comprar cualquier otra cosa, en cualquier otro lado. La
institución de la
moneda transformó a los habitantes solitarios de la ciudad en un
grupo sólido,
cuando cada uno de sus miembros puede obtener provecho de su
prójimo y también
ser de ayuda para él.
Pero ese vínculo entre los
habitantes todavía es
distante, un poco virtual. Para transformar esas personas en una
sociedad más
sólida, se las debe hacer encontrar las unas con las otras. Y
eso se logra a
través de los mercados – donde se encuentran los vendedores y
los compradores
juntos, para ser útil y tener provecho unos de otros.
Pero esa relación entre las personas todavía es
lejana, es una relación de conveniencia. Para que puedan
disfrutar cada uno de
la compañía de su prójimo, deben mejorar su
apariencia estética y caer en
gracia a los ojos de los demás. Para eso son las casas de
baño: No es un lugar
para disfrutar, sino que es el lugar donde se cuida de la
estética humana. No
sólo la estética externa – el
cuidado de un cuerpo limpio
y del buen
aspecto – sino que también de la estética interior,
cuando la persona se
sumerge en la mikve que lo purifica de todas las impurezas que
se le han
adherido en el trajín de la vida.
Eso es lo que nuestro patriarca Iaacov espera de las personas de Shjem:
Que logren edificar una sociedad humana sana, sólida y unida.
Sobre esa base se
podrán construir otros niveles espirituales, más elevados.
Esos tres componentes surgen de otra forma después de 2000
años, en la
conversación de Rabí Shimón Bar Iojai y Rabi
Iehudá Bar Ilai en relación con el
gobierno romano: “Comenzó Rabí Iehudá y dijo;
cuán magníficas son las obras de
esa nación [Roma]!. Instituyeron mercados, construyeron puentes,
hicieron casas
de baño… contestó Rabí Shimón Bar Iojai;
todo lo que hicieron, lo hicieron sólo
para su provecho. Instituyeron mercados para poner en ellos
prostitutas,
hicieron casas de baño para regocijarse con bajos placeres,
construyeron
puentes para cobrar impuestos”.
Rabi Iehudá – como Iaacov – identifica en los gentiles el punto
positivo, la capacidad de crear una sociedad humana sana, a
través de los
mercados, las casas de baño y los puentes. Los puentes de los
romanos – como la
moneda en el caso de Iaacov – facilitan el contacto y el comercio entre
las
personas distantes. Rabí Shimón en contraste, nos hace
ver que esas obras que
solidifican a la sociedad y pueden crear una sociedad sana, cuando
llegan de
una fuente pervertida pueden formar también una sociedad
corrupta. En efecto,
cuando el objetivo de los mercados, las casas de baño, los
puentes y la moneda
es unir la sociedad humana y facilitarle a cada uno ser de provecho
para su
prójimo, entonces crean una sociedad correcta. Pero cuando el
objetivo son los
dividendos de los individuos – utilizando para ello las necesidades
humanas, e
incluso aprovechando con cinismo las más bajas pasiones –
entonces hay que
condenar la estructura social que fue formada por ellos. El mercado de
los
romanos no tiene por objetivo ayudar a las personas a ganarse su
sustento, sino
que incitar las bajas pasiones y obtener respetables dividendos de su
saciado.
El puente no es para ayudar al transporte y la comunicación
entre las personas,
sino que es para que el que lo construyó gane dinero – y por
ello no se puede
confiar que lo construya según las normas de seguridad. Y
también las casas de
baño, no son para cuidar de la higiene y la estética – y
por supuesto que
tampoco la pureza interior – sino que para proporcionarle bajos
placeres
corporales al público. Por ello, dice Rabí Shimón,
las instituciones de los
romanos – hijos de Esav – para los judíos, solo perjudican.
Mientras que las
instituciones de nuestro patriarca Iaacov para los habitantes de Shjem,
deberían haber sido realmente provechosas. Y cuán
lamentable es que los
habitantes de Shjem no fueron merecedores de aprovechar las obras que
nuestro
patriarca Iaacov hizo por ellos: Con su desagradecimiento lo arruinaron
todo,
cuando Shjem, hijo de Jamor, tomó por la fuerza a Dina, la hija
de Iaacov.