Lo
que le ocurrió a los patriarcas
Rav
Iaacov
Filver (Beahava Ubeemuna No592)
La regla “lo que le ocurrió a
los patriarcas,
insinúa lo que le ocurrirá a sus descendientes” se
refiere al plano individual,
y también al plano nacional. En cuanto al plano individual
dijeron nuestros
sabios: “Cada uno debe decirse; cuándo llegarán mis
acciones a compararse a las
de Avraham, Itzjak e Iaacov?. Porque ellos se hicieron acreedores de
vivir en
este mundo, en el mundo venidero y también en la época
del Meshiaj
(Redentor) a través de sus buenas acciones y su estudio de
Nuestro patriarca Itzjak fue el primer “Tzavar”
(nacido en Israel), el primer judío que nació en Eretz
Israel (
Avraham - que tuvo que hacerse su propio camino, un camino nuevo - es
semejante al que “quién subirá al monte del Eterno?”
(Tehilim 24:3), que es una
meta muy difícil: Elevarse marchando por senderos que nunca
nadie surcó,
hacerle frente a dificultades que nunca antes tuvo que salvar, edificar
un
modelo de vida que no tenía nada parecido desde la
creación del hombre!. La
subida al monte de D’s está colmada de dificultades, pero con
esfuerzo, con
convicción y sacrificio, finalmente se logra tener éxito.
Por ello, toda la
vida de Avraham fue una vida ambulante: Él marcha de Jaran a Eretz
Israel,
y también allí no se asienta en un lugar fijo, sino que
deambula por la tierra
hasta el lugar de Shjem, hasta Elon Moré. Y de allí se
traslada a Beit-El, y
luego marcha al Neguev, y entonces viaja hasta Egipto, y nuevamente
regresa a Eretz
Israel… Hasta tal punto, que fue dicho respecto a él: “Y
anduvo por sus
jornadas” (Bereshit 13:3). Y todo eso, para hacer conocer el Nombre de
D’s en
todo lugar donde llegó. Y por ello, Avraham era pastor y sus
pertenencias eran
“ganado menor y mayor, y asnos, y siervos, y siervas, y asnas, y
camellos”
(Bereshit 12:16) - pertenencias que pueden ser trasladadas con
él cuando viaja.
Avraham no siembra, porque no tiene tiempo para esperar hasta la cosecha.
Mientras que Itzjak, que tuvo una vida más estática, cuya
misión era
cuidar el patrimonio que recibió de Avraham, fue dicho respecto
a él: “Y sembró
Itzjak en aquella tierra, y recogió aquel año cien veces
más, pues lo bendijo
el Eterno” (Bereshit 26:12). Avraham, con sus viajes, creó el
todo de la nada –
pero nuestro patriarca Itzjak llegó cuando ya todo estaba
preparado: Recibió un
hogar donde abundaba la fe y las buenas acciones, un patrimonio que
Avraham le
heredó, como dice el versículo “porque Yo lo he conocido,
a fin de que mande a
sus hijos y a su casa después de él, que guarden el
camino del Eterno, haciendo
rectitud y justicia” (Bereshit
18:19). Y a pesar de ello, la tarea de Itzjak en cierto aspecto es
más difícil: Su labor es semejante al que “y quién
podrá estar en Su lugar
santo?” (Tehilim 24:3). No es fácil permanecer en un mismo
lugar, cuidar lo que
fue logrado, cuando se
lleva una vida rutinaria, que aburre y es falta de heroísmo, una
situación que desanima y hace descender la tensión – lo
que finalmente tiene
por consecuencia la inoperancia y la abdicación.
El peligro del hundimiento en la rutina es descrito así por el Rav Kuk:
“El
sosiego material que alcanzará parte de la nación – que
se imaginará que ha
llegado a su meta – empequeñecerá el alma, y
llegarán días en los que dirás ‘no
tengo deseos’. La aspiración a elevados y santos ideales
cesará, y el espíritu
descenderá y se hundirá…” (Orot, Pág. 84). Itzjak
recibió de Avraham un
patrimonio de fe, de justicia y entrega, un hogar de caridad y
tolerancia para
con los buenos y los malos. Y de momento que él recibió
esa casa, debe
mantenerla y continuarla en las generaciones a venir. Pero la prueba de
la
rutina no es una prueba única o de vez en cuando, sino que una
prueba continua,
que para hacerle frente son necesarios fortaleza y vigor espiritual.
“Lo que le ocurrió a los patriarcas insinúa lo que le
ocurrirá a sus
descendientes”, también en nuestra generación encontramos
esas dos situaciones:
La generación anterior, de nuestros padres, fue una
generación de colonos. A
semejanza de nuestro patriarca Avraham, también ellos
abandonaron su tierra y
la casa paterna en dirección a Eretz Israel. Ellos
también lucharon
contra la desolación – si bien no en el plano espiritual, pero
en el plano
físico: Colonizando la tierra, construyendo caminos nuevos, y
asentando zonas
en las que todavía no había huella humana. En el sentido
del asentamiento de la
tierra, fue una generación de “quién subirá al
monte del Eterno?”. Pero en la
prueba de Itzjak, fracasamos: La nueva generación no
logró cumplir con “y quién
permanecerá en Su monte sagrado?”. Se cumplió en nosotros
el vaticinio del Rav
Kuk respecto al sosiego material al que llegará parte de la
nación. Y anhelamos
la plasmación de la continuación de su vaticinio: “Hasta
que llegue una
tormenta que hará una revolución, y entonces se
verá con claridad que la
fortaleza de Israel es en el eterno kodesh (santidad), en el
resplandor
Divino y en Su Torá, en el anhelo de la luz espiritual”
(Orot, Pág. 84).