Al finalizar y
concluir los seis días del Génesis, se descubre la meta
de la creación: “Y vio D’s todo lo que había hecho, y he
aquí que era muy
bueno” (Bereshit 1:31). En efecto, la meta de la creación es la
revelación de
la Voluntad Divina del bien, como expresan nuestros sabios: “Todo lo
que hace
D’s, es para bien”. Y como es sabido, D’s es el creador de todo lo
existente y
el Señor de toda la existencia, y nuestro deber es alabarlo,
como decimos al
final de nuestros rezos: “Es nuestro deber alabar al Amo de todas las
cosas…”
(Aleinu Leshabeaj).
La revelación de la Bondad Divina es la tarea del
hombre, como es
insinuado por las palabras “he aquí que era muy bueno”: En
hebreo, la palabra meod
= muy, y la palabra adam = hombre, están compuestas por
las mismas
letras. El objetivo de toda la creación, es que surja un hombre
bueno, a través
del cual se revele la Voluntad Divina del bien. Y la forma de expresar
el bien
en nuestra vida y en nuestro mundo, es a través del estudio y el
cumplimiento
de la Torá: La Torá es apodada “el bien”,
como dice el versículo
“porque una buena instrucción les he dado, no abandonéis
Mi Torá”. Y
quién es el hombre del que habla la Torá? – Am
Israel (el Pueblo
de Israel), como nos enseñaron nuestros sabios diciendo
“vosotros sois llamados
‘hombre’”.
En la actualidad, Am
Israel
es el
pueblo que D’s eligió de entre todos los pueblos y le
entregó Su Torá,
“porque el núcleo interno de la esencia del alma de Kneset
Israel (el
alma genérica del Pueblo de Israel) es el deseo mismo de ser
bueno para con
todo, sin ningún límite en este mundo, ya sea en la
multiplicidad de formas o
ya sea en los destellos de bondad, esa es la herencia y el patrimonio
de los patriarcas
de Kneset Israel. Ese deseo
de hacer el bien tiene que ser coronado por la
gran
sabiduría y la grandiosa bravura para saber cómo
expresarlo en todos sus
matices” (Orot 139).
“Bienaventurados somos, cuán dichoso es nuestro
destino”, que somos
llamados “hombre”, que a través nuestro se revela la Bondad
Divina en el mundo,
porque “la vitalidad del mundo arraigó dentro nuestro”.