Las
reprimendas
Rav
Azriel
Ariel (Beahavá
Ubeemuná No581)
Hay dos Parashot en la Torá cuyo
contenido principal es una severa reprimenda: Bejukotai y
Ki-Tavó. Las
bendiciones y maldiciones mencionadas en ambas son
semejantes, pero también distintas. Intentaremos aclarar el
contenido de esas
bendiciones y maldiciones en cada Parashá, y de esa
forma entender el
sentido de cada una de ellas.
El que analice las bendiciones de ambas Parashot,
notará inmediatamente la abundancia y prosperidad en el plano de
la economía,
la fecundidad y la seguridad: “Bendito será el fruto de tu seno,
y el fruto de
tu tierra, y el fruto de tus bestias y la cría de tus vacadas y
el aumento de
tus rebaños… hará el Eterno que tus enemigos, los que se
levantan contra ti,
sean heridos delante de ti… mandará el Eterno sobre ti la
bendición en tus
graneros y en toda empresa de tu mano” (Dvarim 28:4-8) – en
Ki-Tavó. Y también
en Bejukotai: “La tierra dará su producto, y el árbol del
campo rendirá su
fruto… y comeréis vuestro pan hasta la saciedad, y
habitaréis seguros en
vuestra tierra. Y Yo estableceré la paz en el país, y os
acostaréis sin que
nadie os espante… y perseguiréis a vuestros enemigos, los cuales
caerán a filo
de espada delante de vosotros… y volveré Mi rostro hacia
vosotros, y os haré
fecundos, y os multiplicaré…” (Vaikrá 26:4-9). Pero en un
análisis más
profundo, encontraremos diferencias. Hay dos bendiciones singulares en
Bejukotai, que se ausentan en Ki-Tavó: El pacto y la
manifestación de la
Presencia Divina. Como dicen los versículos: “Y volveré
Mi rostro hacia
vosotros… y estableceré Mi pacto con vosotros… y colocaré
Mi habitación en
medio de vosotros… y Yo andaré en medio de vosotros”
(Vaikrá 26:9-12). En otras
palabras: La Presencia Divina se manifestará en forma clara y
fija en la vida
del pueblo. Su paralelo en Ki-Tavó es una bendición un
poco pálida, que no
habla de una manifestación clara de D’s sino que se limita al
nivel espiritual
del pueblo: “El Eterno te establecerá por pueblo santo Suyo,
como te tiene
jurado” (Dvarim 28:9). En contraste, hay una bendición que es
repetida tres
veces en Ki-Tavó, y no es mencionada en absoluto en Bejukotai.
Ella se refiere
a la posición de Am Israel (el Pueblo de Israel) en la
familia de los
pueblos: “Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre
del Eterno es
invocado sobre ti, y te temerán… prestarás a muchas
naciones, mas tú no tomarás
prestado. Y te pondrá el Eterno por cabeza, y no por cola”
(Dvarim 28:10-13).
Para verificar si esas diferencias son casuales o
esenciales, pasaremos ahora a analizar la larga y terrible lista de
maldiciones. Y como hicimos anteriormente, comenzaremos por el
denominador
común: En ambos lados las maldiciones hablan de una pobreza que
llega hasta el
hambre, de desgracias en el plano de la seguridad, de duras epidemias y
de
disminución numérica. Pero justamente en ese contexto
sobresaltan las
diferencias en las características de la destrucción en
el ámbito nacional. Las
maldiciones de Bejukotai colocan en el centro la desolación de
la tierra:
“Reduciré la tierra también a la desolación, de
modo que se pasmen de ella
vuestros mismos enemigos que en ella habiten… y vuestra tierra
quedará
desolada, y vuestras ciudades serán desiertas. Entonces
completará la tierra
sus shabatot, todos los días de su desolación… la
tierra descansará
entonces, y completará sus shabatot.., todo el tiempo
de su desolación
descansará, lo que no descansó en vuestros shabatot
cuando habitasteis
en ella” (Vaikrá 26:32-35). Una desolación y
destrucción cuya cima será la
destrucción del Beit HaMikdash (El Templo): “Y
arruinaré vuestros
santuarios, y no aspiraré el grato olor de vuestros sacrificios”
(Vaikrá
26:31). En paralelo, la devastación del pueblo se manifiesta a
través de su
exilio en una tierra ajena: “Y en cuanto a los que quedaren de
vosotros… en la
tierra de sus enemigos… y os consumirá la tierra de vuestros
enemigos” (Vaikrá
26:36-38). En contraste, la descripción de la destrucción
en Ki-Tavó recalca
otros puntos. De la misma forma que la bendición subraya la
encumbrada posición
de Am Israel frente a los demás pueblos, también
la maldición resalta su
humillación a nivel nacional: “Y tú vendrás a ser
un espanto y un proverbio y
una burla entre todos los pueblos adonde te llevará el Eterno…
el extranjero
que habitare en medio de ti se elevará sobre ti más y
más alto, en tanto que tú
descenderás más y más abajo… él será
cabeza, y tú serás cola” (Dvarim
28:37-44). La destrucción no se centra en la desolación
de la tierra y la
destrucción del Mikdash, sino también en el
reinado mismo: “El Eterno te
hará ir a ti y al rey que habrás puesto sobre ti a una
nación que no has
conocido, ni tú ni tus antepasados” (Dvarim 28:36). Y la galut
(exilio)
no encuentra su expresión a través de la
desolación de la tierra y la ida a una
tierra extranjera, sino que a través de la esclavitud a las
demás naciones y la
dispersión en ellas: “Servirás a tus enemigos que el
Eterno enviará contra ti…
y él cargará un yugo de hierro sobre tu cuello… y te
esparcirá el Eterno entre todos
los pueblos, de una punta de la tierra hasta la otra…” (Dvarim
28:48-64).
Luego de haber notado las diferencias sistemáticas
entre ambas Parashot intentaremos comprender por qué es
así, en base al
comentario del Ramba”n, “el padre de Israel”. Él dice que
Bejukotai insinúa lo
que ocurrirá en la época del primer Beit HaMikdash,
mientras que Ki-Tavó
insinúa la época del segundo Beit HaMikdash. La
época del primer Beit
HaMikdash se caracterizó por la manifestación de la
Presencia Divina dentro
de Am Israel, que encontraba su principal expresión a
través de la
profecía. La espiritualidad fluía “del cielo a la
tierra”. En esa época, Am
Israel fue exigido sobre todo apartarse de la influencia de los
demás
pueblos y cuidar su singularidad, para que no se deje llevar por las
abominaciones de los pueblos que lo rodeaban. En la época del
segundo Beit
HaMikdash hubo un cambio en la situación nacional. La
edificación del nivel
espiritual fluía “de la tierra al cielo”: No es notoria la
manifestación de la
Presencia Divina, no teníamos profetas, y nuestra singularidad
como el Pueblo
de D’s se expresaba sobre todo en nuestra conducta como “un pueblo kadosh
(santo)”, que se ocupa del estudio de la Torá, del culto
a D’s y de
brindar a su prójimo. En base a la potencia espiritual que
surgía del interior
del pueblo, en esa época se posibilita el encuentro con las
demás naciones, lo
que tuvo su expresión en nuestra influencia sobre ellos y el
significativo
movimiento de conversión que hubo.
La notoria diferencia entre ambas situaciones,
también acarreó una notable diferencia en el pecado que
produjo la galut:
El primer Beit HaMikdash fue destruido por los pecados que
imposibilitan
la manifestación de la Presencia Divina en el pueblo y la kdushá
de la
tierra que eso implica – culto a otros dioses, adulterio, asesinato y
trasgresión de la Shmita (descanso de la tierra). La
reacción que ello
produjo fue que la Tierra de D’s vomitó a los que hirieron su kdushá, y ella - que fue
impurificada - quedó
desolada. En contraste, el segundo Beit HaMikdash se
basa en la kdushá
intrínseca del pueblo. Por ello, el pecado que lo destruye es el
odio gratuito,
síntoma de la corrupción de la unión nacional, y
el punto central de la ruina
es el desmantelamiento del marco nacional y todos sus
componentes: El
reinado y la vida común del pueblo.
Según ello, podemos comprender también los
distintos procesos de la gueulá (Redención)
descritos en cada Parashá.
En Bejukotai se concluye el episodio mencionando que en ese entonces
D’s
recordará el pacto de los patriarcas y el pacto de la tierra: “Y
Me acordaré de
la tierra” (Vaikrá 26:42). Mientras que en Ki-Tavó se
culmina mencionando la
nueva consolidación del pueblo: “Estáis hoy todos
vosotros en presencia del
Eterno, vuestro D’s… todos los hombres de Israel” (Dvarim 29:9).