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El "valor" de la mujer
Rav Azriel Ariel
(Beahavá Ubeemuná No565)

Todo artículo que habla de la posición de la mujer en el judaísmo, contiene una gran medida de apología. Por un lado se habla de igualdad - ya que tanto el hombre como la mujer son partícipes igualmente de la imagen y semejanza Divina: "Y creó D's al hombre a Su imagen, a imagen de D's lo creó, varón y hembra los creó" (Bereshit 1:27). Y también a continuación: "El día en que creó D's a Adam, a la semejanza de D's lo hizo, varón y hembra los creó… y llamó su nombre Adam, el día en que fueron creados" (Bereshit 5:1-2). Incluso la Gmará (Kidushin 35A) vigoriza esa equidad, mencionando tres determinaciones básicas: "El versículo igualo a la mujer a la par del hombre en todos los castigos de la Torá… en todas las leyes de la Torá… en todas las penas de muerte de la Torá…". Y por otro lado, hay diferencias notorias en muchos campos de la halajá - en las mitzvot positivas que dependen de un momento determinado para ser cumplidas, en las leyes de la herencia y en las leyes relativas a la pareja.
No es difícil en principio comprender todas esas diferencias en el plano de la halajá - ya que ellas son expresión de la diferencia de papeles de ambos sexos y su distinta mentalidad. Pero hay un tema que es muy difícil de comprender - la valorización monetaria [si una persona se comprometió a donar "su valor", los versículos estipulan de qué suma de dinero se trata, según las circunstancias. N. del T.]. En este caso no se está hablando del papel de la persona, ni de cómo lo desempeña - sino que del "valor"!. Y a lo largo de todo el tema - desde el valor monetario de un bebe de un mes, hasta el valor monetario de un anciano de 60 años o más - el "valor" del hombre es mayor que el "valor" de la mujer!.
Pero si le echamos un segundo vistazo al tema, veremos que concluir que la mujer es menos estimada en base a esa Parashá, es un error. En primer lugar debemos notar que según las halajot de la valorización monetaria, no hay diferencia entre un judío, un gentil o un esclavo. También la "desvalorización" del anciano que es mayor de 60 años, no es acorde con el gran aprecio del que goza en nuestra Torá, que nos ordena "delante de un anciano te levantarás, y honrarás la persona del viejo" (Vaikrá 19:32) - totalmente opuesto a la frase "el mundo es de los jóvenes". No tenemos más remedio que reconocer que el "valor" del que se está hablando, no es una expresión del valor espiritual absoluto de la persona, sino que de un valor relacionado con su papel o su capacidad de desempeñarlo.
Y en este punto debo agradecerle a mi amigo, el Rav Shimón Biran ai"d - el Rav de Kfar Darom - que citó a Rav Shimshon Refael Hirsh en su última charla en el Beit Kneset (Sinagoga) de Kfar Darom, en shabat "Bejukotai" del 5762 - un poco antes de morir santificando el Nombre de D's.
Así dice el Rav Hirsh: El "valor" de la mujer por lo general es múltiplo de 3 (3, 30) o de 10 (10, 30). En paralelo, el "valor" del hombre es múltiplo de 5 (5, 50, 15) o de 10 (20, 50). Qué idea se esconde tras esos números?.
El 10 es un número que expresa plenitud. Por ello, ese número y sus múltiplos los encontramos tratándose del hombre en su situación plena: En su juventud, en la que llega a su madurez corporal, y en la época activa de su vida, en la que llega a la cima de su actividad. En otras circunstancias, surgirán generalmente otros números, "faltos".
El 3, expresa la familia (hombre, mujer, niños). El 2, expresa la vida social (la persona y su prójimo, o la persona y su entorno). Y el 5, expresa la conjunción de ambos.
El papel principal de la mujer, es dentro del hogar. Por ello, es "valorada" en múltiplos de 3. Cuando es una beba, sólo 3. Cuando llega a la edad de la actividad, 30. En su juventud, llega a su plenitud - 10. E incluso en su vejez, cuando terminó con el criado de los niños, retorna a su plenitud - 10. El hombre, en contraste, tiene un papel doble: En el hogar, y fuera de él. Por ello, su papel es valorado con el número 5, es decir, 2+3. Cuando es un bebe - 5. En la etapa en que llega a la realización plena en el campo de su actividad, tanto en el hogar como en la sociedad - 50. Mientras que en su juventud, en la que va cimentando su plenitud - 20. Es decir: 10 para con el hogar y 10 para con la sociedad. En su vejez, surge un contraste entre los dos componentes: En uno de ellos (seguramente en el plano familiar) su personalidad permanece en su nivel pleno a lo largo del tiempo, mientras que en el otro (externo, en el campo del trabajo) - su valor decae. Por ello, es "valorado" con un 10 y la mitad de otro 10: En total, 15.
Esa determinación de la Torá parecería ser cierta sólo en aquel entonces. Pero hoy en día, cuando casi toda mujer es "mujer virtuosa" (Mishlei 31:10), y ella "es como los navíos mercantes, trae desde lejos su alimento" (Ídem., 14), tal parecería ser que la situación se invirtió: En muchos casos, la mujer invierte todo su ser en el trabajo fuera del hogar, y al mismo tiempo continúa con su responsabilidad dentro de él, mientras que el hombre muchas veces vuelca todo su ser fuera del hogar, desatendiendo su casa…
La Torá no pretende desvalorar el desempeño práctico de la mujer en la vida moderna - sino que determinar su papel en el plano de las aspiraciones. No es correcto pretender de la mujer que sea "Superwoman" fuera de la casa y dentro de ella al mismo tiempo, de la misma forma que no es correcto eximir al hombre de estar presente y ser activo en su casa como padre de sus hijos. La presencia de la mujer en su casa, como cónyuge y como madre, es su papel. Su actividad fuera del hogar - es voluntario, para con su familia y la sociedad. No es ella la responsable de mantener la familia, sino que su esposo. Ella puede ayudar en forma voluntaria en ese campo, a pesar que no es su obligación. Ella puede también salir a trabajar para su propia satisfacción y para colaborar con su aporte singular en la vida social, pero no en base a una demanda de la sociedad, sino que una resolución personal suya.
Y debemos decirles a los dirigentes que se encuentran en la cúspide del sistema: No creen una situación económica tal que obligue a toda mujer a trabajar una jornada completa (recargando también todos los distintos marcos de guarderías). Libérenla - y no la mareen. Déjenla elegir trabajar en forma voluntaria, como ella quiera. Y trabajar en la medida adecuada a ella, según su propia elección.