El
tzadik Iosef perdonó
Rav
Iaacov
Filver (Beahavá Ubeemuná
No536)
En la manifestación de la
que participaron cientos de miles - una semana
antes del desmantelado de los asentamientos de Gush Katif (los
asentamientos judíos de la Franja de Gaza) en la plaza frente a la Municipalidad
de
Tel-Aviv - marché junto con la multitud por la calle Even
Gvirol, cuando a
ambos lados del camino vimos muchos residentes de Tel-Aviv que estaban
sentados
con indiferencia en las cafeterías y confiterías
recreándose. Al principio me
sentí atónito: Cómo pueden esas personas
enajenarse hasta tal punto, cuando se
está a punto de expulsar de sus casas a miles de hermanos y
transformarlos en
refugiados?!. Más tarde, me recordé del libro Bereshit
(Génesis):
La Torá nos expone muchos aspectos de
la vida en el libro Bereshit. Uno
de ellos, es respecto a las relaciones entre hermanos - que a primera
vista
deberían ser de hermandad y fraternidad, pero en la
práctica no fue así. Según
nos cuenta la Torá,
no sólo las relaciones entre Caín y Hevel terminaron con
un asesinato
fraticida, cuando Caín en su atrevimiento se limpia de su culpa
diciendo:
"Acaso soy el cuidador de mi hermano?" (Bereshit 4:9), sino que
también en la continuación de la historia humana las
relaciones entre hermanos
son tirantes. Cuando Nimrod se dispuso a tirar a Avraham a la hoguera,
Harán no
defiende a su hermano Avraham, sino que se dijo: "De todas formas, si
Avraham vencerá, yo diré que soy adepto de él. Y
si Nimrod vencerá, yo diré que
soy adepto de él". Y también las relaciones entre Ishmael
e Itzjak:
Ishmael "jugaba" con Itzjak, como comentaron nuestros sabios. "Le
dijo Ishmael a Itzjak; vayamos al campo a ver nuestro terreno. E
Ishmael tomaba
un arco y flechas, y las lanzaba a Itzjak haciendo como si estuviese
'jugando',
y por ello le dijo Sara a Avraham: 'Echa a esa esclava y a su hijo'
(Bereshit
21:10)". Más tarde, las relaciones entre Esav y su hermano
Iaacov son
descritas en forma explícita por la Torá:
"Y aborreció Esav a Iaacov por la bendición
con que le bendijera su padre, y dijo Esav en su corazón;
llegarán los días del
duelo de mi padre, y mataré a Iaacov mi hermano" (Bereshit
27:41). Y más
tarde dice Iaacov respecto a su hermano Esav: "No sea que venga y me
hiera, a la madre con sus hijos!" (Bereshit 32:12). También en
la familia
de Iaacov encontramos el odio entre los hermanos, cuando ellos no eran
capaces
de hablarle a Iosef. Y cuando Iosef intenta unirse con sus hermanos
diciendo:
"A mis hermanos estoy buscando" (Bereshit 37:16), ellos le responden
tirándolo al pozo y vendiéndolo a los Ishmaelitas. Y en
nuestra generación, tal
parece que el Sionismo Religioso es un Iosef - que procura unirse con
sus
hermanos con los encuentros "cara a cara" y similares - y ellos nos
responden expulsándonos de nuestras casas y permaneciendo
indiferentes a
nuestro sufrimiento durante la expulsión - y también
después de ella. Acaso
seremos capaces de comportarnos como Iosef, que a pesar de no haber
olvidado lo
que le hicieron sus hermanos, finalmente los perdonó?. No
olvidó - pero
perdonó.
Lamentablemente, esa
indiferencia por parte de los hermanos al
sufrimiento de los otros no es sólo parte de la lejana historia,
y si bien la
hemos sentido en esta última expulsión de Gush Katif,
también existió en
Eretz Israel durante el terrible Holocausto. Podemos encontrar
un
testimonio de ello en el libro "Berl" de Anita Shapira (pág.
669), en
donde ella cita a Berl que dice así: "La juventud de Eretz
Israel
ha crecido desconectada del pueblo judío y su sufrimiento, ha
nacido una nueva
tribu en la tierra, con grandes virtudes, pero carente de raíces
en la historia
de su propio pueblo, es ajena al sentimiento judío instintivo de
'todos los
miembros de Am Israel son responsables mutuamente'… La historia
del
sufrimiento judío, del Kidush HaShem
(Santificación del Nombre de D's),
de las pruebas a las que fue sometida, el sufrimiento y la grandeza de
la
fidelidad - todos ellos no le hablan a él". Y también
escribe allí:
"A veces me parece que nuestro camarada de la Noar
HaOved (organización
juvenil socialista), o del movimiento juvenil o de la hacienda, cuando
habla
del futuro de los judíos, no es capaz siquiera de imaginarse
algo fuera de las
camisas azules [uniforme que acostumbraban a vestir los colonos
socialistas de
aquel entonces. N. del T.]". Por ello, más allá de la
injusticia de la
expulsión de los hermanos de sus casas, del arrebato de sus
haciendas, la
destrucción de una zona de Eretz Israel y su entrega a
los que pretenden
asesinarnos - por encima de todo eso, no menos tiene que preocuparnos la
indiferencia. No debemos hacer como Caín, que dice: "Acaso
soy el
cuidador de mi hermano?!"