Parashat Vaieshev 21 de
Kislev 5775 No
997
¿Sin
importancia?
Rav Eran
Tamir
Los tres temas centrales en
nuestra Parashá –
la venta de Iosef, el episodio de Iehudá con Tamar y los
sueños de los
ministros de Paró (el Faraón) y su
interpretación según Iosef – según la
interpretación sencilla parecen a primera vista producto de
circunstancias
laterales, cosas sin importancia central. La venta de Iosef fue a
consecuencia
de la túnica que le hizo Iaacov, el episodio de Iehudá y
Tamar fue a
consecuencia del descenso de Iehudá a la esquila de su ganado en
Timnata, y la
interpretación de los sueños de Iosef fue a consecuencia
del hecho que por
casualidad se encontraba en la cárcel.
A primera vista son relatos casuales - como los
aprendimos en la jardinera y desde ese entonces fueron grabados en
nuestra
conciencia como cuentos de la vida, sin importancia especial. Pero
cuando
analizamos un poco, enseguida identificamos que esos cuentos
pequeños son los
cuentos que condujeron a las cosas más importantes de nuestra
historia. La
túnica nos condujo al exilio en Egipto, y cuando salimos de
allí surgió Am
Israel (el Pueblo de Israel) en la historia. La trasquila del
ganado y todo
lo que ocurrió por ello con Iehudá y Tamar condujo al
nacimiento del Meshiaj
(Mesías) y el surgimiento del reinado del linaje de David. Y el
cuento de los
sueños y su interpretación condujo a la
transformación de Iosef en virrey de
Egipto – donde se encuentra insinuado el papel del Meshiaj Ben
Iosef (Meshiaj
del linaje de Iosef) en nuestra última gueulá (Redención).
Y así escribió el Rav Kuk (Olat Reaya Alef, Pág.
306): “Cuando la persona analice todas los giros de la
conducción de nuestros
patriarcas, y todas las pequeñas cosas que fueron la
preparación para la salida
de Egipto y el florecimiento del reinado del linaje de David – la
túnica de
Iosef, Iehudá que se dirige a trasquilar su ganado y los
sueños de Paró,
el ministro de la bebida y del pan… debemos prestar atención a
los caminos de
la elevada Providencia Divina y sus acciones, que en su momento nadie
se
imaginaría que tienen un cometido tan elevado”.
De ello aprendemos un gran principio. A pesar que
según un punto de vista humano común nosotros
diferenciamos entre cosas grandes
y cosas pequeñas, entre acciones importantes y las que nos
parecen sin
importancia, según la elevada conducción Divina es un
gran error, porque en
todo lo “pequeño” se esconde una gran profundidad, cuya
influencia es tremenda
a lo largo de muchas generaciones. Y así continúa el Rav
Kuk (allí): “El
conocimiento de los caminos de la Providencia Divina…
cuando la persona investiga
la meta de las acciones, que también las acciones laterales que
pensó eran
casualidades y nada más, todas fueron y serán bases para
la preparación del
bien elevado, y comprendiendo de los detalles a la generalidad, la mano
de D’s
gobierna todas nuestras acciones para conducir a la suprema meta y el
bien
elevado… porque también las cosas que se ven lejanas, y las
acciones que surgen
por resoluciones humanas, a veces incluso por algún capricho,
también ellas son
la obra de D’s, para que su resultado llegue a la elevada meta…”.
Entonces, nuestro deber es doble: Reconocer con
nuestro raciocinio y educarnos a nosotros mismos a que la
conducción Divina, la
grandeza Divina se expresa también en los detalles de nuestra
vida “pequeños y
laterales”, ya sea la vida del individuo particular y la familia, ya
sea de la
nación. Porque todo “pequeño” en realidad es muy grande,
porque “den grandeza a
nuestro D’s” (Dvarim 32:3). Y en segundo lugar, no solo debemos
reconocerlo y
tenerlo presente y permanecer pasivos, sino que debemos actuar con D’s,
y
también o quizás justamente en los pequeños
detalles de la vida, porque en
ellos se esconde un gran resplandor, que espera salir y ser plasmado, y
con las
“pequeñas” acciones los “ayudamos” a ser descubiertos, y al
respecto fue dicho
“exaltad al Eterno conmigo” (Tehilim 34:4). ¡Amén!
Donación
de emergencia
A consecuencia de la
reducción de apoyo estatal y de las donaciones designadas
Majón Meir se encuentra en
una muy difícil situación financiera que le dificulta
continuar con su
actividad y pone en peligro de cierre su actividad en Arutz Meir.
Queridos amigos de Majón
Meir, los necesitamos hoy más que siempre para continuar con
nuestra bendita
actividad y nuestro estudio y enseñanza de la Torá con amor
y fe.
Por favor, apóyenos con su
donación y serán bendecidos del cielo.
Dov
Bigún
Director de Majón Meir
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La
difamación
Rav
Shlomó Aviner
“La difamación, mi señor,
no
tienes idea cuánto la subestimas. Yo he visto personas muy
rectas que fueron
enlodadas por ella. Créame, se puede convencer a las personas de
la ciudad de
la maldad más satánica, de la peor abominación,
del cuento ficticio más tonto
que se puede imaginar – a condición que se lo sabe hacer con
talento: Y tenemos
personas muy talentosas.
Se empieza con una brisa leve,
que acaricia el suelo como un anticipo de la tormenta, que lentamente,
silenciosamente, susurra y corre, y va sembrando en su paso flechas
envenenadas. Cada boca lo capta, y en voz baja lo coloca en tus
oídos, con ingenio.
El mal ha sido hecho, él crece, se arrastra, anda, y ese diablo
se va
fortaleciendo de boca en boca.
Y de pronto, sin saberse por
qué, te encuentras con la difamación, ella se yergue,
silva, se infla, crece
frente a tus ojos. Ella se abalanza, amplía su vuelo, se
convierte en remolino,
cubre por todos lados, rasga, tira, explota, truena, y se convierte en
un
clamor total, un eco que sólo se eleva, un coro público
de odio y
excomulgación. ¿Quién podrá hacerle
frente?” (el dramaturgo francés Pierre-Augustin
Caron de Beaumarchais, nació hace 250 años. El Barbero de
Sevilla 2:8).
“La difamación es un aliento
fresco, un viento muy agradable, casi ni se siente, fino, liviano, que
en
silencio comienza a susurrar, bien en silencio, sin revelarse en la
altura, con
una voz baja sopla, marcha y fluye, camina y tararea, penetra en los
oídos de
las personas con agilidad, y las cabezas turba e infla, sale afuera por
la
boca, el alboroto va creciendo. Se fortalece constantemente, ya vuela
de un
lugar al otro, parece ser un trueno, una tormenta, silva y brama en el
corazón
del bosque, y congela de miedo. Finalmente se desliza e irrumpe,
multiplica su
fuerza y explota, como el disparo de un cañón, un
temblor, una tormenta atronadora,
que estremece el aire.
El difamado – desgraciado,
denigrado y pisoteado bajo el peso de la desgracia pública –
para su buena
suerte, termina explotando…” (tomado de la ópera “El barbero de
Sevilla” de Gioachino
Rossini, compositor italiano de hace 200 años).