Edición semanal
Basada en materiales de Majón Meir

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Parashat Masaei     28 de Tamuz 5774     No 978


Rav Jagai Londin

Terminamos el desierto
Rav Jagai Londin

Terminando con el libro Bamidvar (Números) en nuestra Parashá debemos analizar un poco las características de ese libro que es apodado por Rabí Iehudá Libai (el Mahara”l de Praga) para nuestra sorpresa: “El libro de la conducción”. Según su opinión, la conducción es recalcada justamente en ese libro.
¿Por qué justamente Bamidvar?
Si analizamos el libro Bamidvar podremos notar que se caracteriza por cuatro temas centrales:
1. Orden y sistemática: El libro Bamidvar se ocupa mucho del orden de los campamentos de Am Israel (el Pueblo de Israel): La estructura diaria del campamento, el orden cuando se viaja, las banderas de las tribus, definición detallada de los papeles en el desarmado de los utensilios del Mishkan (Tabernáculo), su transporte y armado de nuevo. Y también el papel de los dirigentes de cada tribu.
2. Confrontación de situaciones excepcionales: En ese libro nos encontramos con la actitud frente deterioros y situaciones problemáticas que ocurren al paso en el desierto: El Pecado de los Espías, el pecado de Koraj y su congregación, las Tumbas del Deseo, votos de Nezir (nazareno), Sota, las hijas de Midian, etc.
3. Movimiento: La gran mayoría de las paradas de Am Israel
en el desierto se concentran en ese libro. Si al final del libro Vaikra (Levítico) Am Israel se encuentra todavía a los pies del Monte de Sinai, en el libro Bamidvar Am Israel se apresura, surca el desierto adelante y atrás pasando decenas de paradas, como es resumido en nuestra Parashá.
4. Desierto: El lugar donde ocurre todo lo anteriormente enumerado es un entorno muy poco simpático: Un lugar desértico, desolado y alejado de toda la civilización. Justamente allí eligió D’s cristalizar y dirigir Su pueblo, al principio de su historia.
Según el Mahara”l una conducción auténtica debe comprender todos esos elementos: El que quiere dirigir – ya sea a sí mismo o a otros – necesita orden y sistemática, una meta clara y definida que no cambia según las modas sociales o las encuestas del público. El que desea dirigir no puede conformarse con una dirección “estéril”, debe hacerle frente a los accidentes que ocurren en el camino. La meta más importante de la dirección es avanzar, y no quedarse estancado en el lugar. Y por encima de todo, una conducción auténtica ocurre en el “desierto”, en una realidad aislada desde el punto de vista del entorno. La Torá nos fue entregada en el desierto, porque ese es el lugar donde se puede dirigir la vista adentro, y vincularse con el D’s.
Sólo después que la persona se ha dirigido a sí misma y tuvo éxito en el desierto, puede comenzar a escuchar el libro Dvarim (Deuteronomio), antes de entrar en Eretz Israel (la Tierra de Israel). 

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Rav Shlomó Aviner

La pureza de las armas
Rav Shlomó Aviner
(reimpresión)

Pregunta: Según la Torá, ¿existe el concepto de “pureza de las armas”? ¿Hay que tratar de derramar el mínimo indispensable de sangre, o por el contrario, lo más importante es que la lucha sea eficaz? Eso puede ser decisivo en situaciones muy variadas, como por ejemplo, si es preferible una lucha a corta distancia de tiro, en la que el peligro para nuestros soldados es muy grande, o atacar a larga distancia, que no los arriesga.
Respuesta: Por supuesto que hay que cuidarse de no derramar sangre. Es cierto que la guerra nos es impuesta, y nosotros deseamos la paz, pero eso no quiere decir que la guerra borra todos los otros ideales. Sobre todo el valor de la vida humana; toda persona fue creada a imagen y semejanza Divina. No salimos a luchar para descargar impulsos agresivos, sino que Tzaha"l (el Ejército de Defensa de Israel) es, como su nombre lo indica, el Ejército de Defensa de Israel. La guerra es para evitar el derramamiento de sangre, y por lo tanto, no se debe matar en ella si no es necesario. ¡D’s no lo permita!
La vida de toda persona es muy valiosa. “Por eso fue creado el primer hombre solo, para enseñarnos que todo el que mata una persona, es como si destruyera un mundo entero, y todo el que salva una vida, es como si hubiera salvado un mundo entero” (Talmud Ierushalmi, Sanhedrin 4:9, pág. 22A). Y por supuesto que no hay que arriesgar ni una sola vida, si no es estrictamente necesario. Por eso, la pregunta de qué tipo de lucha preferir, es un ejemplo excelente de pureza de armas, que excluye la lucha a corta distancia de tiro, en la que pueden morir muchos soldados. Hay que evitar que caigan nuestros soldados. Si caen en la lucha sin necesidad, cuando podríamos haber obtenido el mismo efecto bélico sin que hubieran muerto, entonces nuestras armas no son puras; están manchadas con sangre de nuestros hermanos. Por eso dijo David en el comienzo de su lamento por el rey Shaul: “Cántico para enseñar a los hijos de Iehudá a usar el arco” (Shmuel Bet 1:18), para que no caigan en vano a filo de espada en una lucha cuerpo a cuerpo. Él no ve a Am Israel (el Pueblo de Israel) como una fuente de “material humano”, sino que “la sangre de ellos será preciosa a sus ojos” (Tehilim 72:14).
Todo judío nos es muy preciado, y nuestro corazón se parte por cada uno que es asesinado por nuestros enemigos terroristas, que colman nuestra tierra con viudas y huérfanos; ¡pobre de nosotros que añadamos también a ellos!
Hubo en la historia luchadores aventureros, que arriesgaron su vida buscando peligros y gloria. Ellos pensaban: “Cuanto más uno se arriesga, mejor. Matar, o ser matado”, pero nosotros no somos así. Por eso, cuando salimos a luchar tomamos precauciones, y vestimos cascos, por ejemplo. El que piensa que sin casco él demuestra cuán valiente es, es un tonto. No tiene ningún valor bélico. El que lucha con su espada sin temor, es muy valiente, pero si es posible luchar a larga distancia, no refleja pureza de armas.
También las vidas de los enemigos trataremos de cuidar, si es posible, a pesar de que él viene a matarnos, y eso nos permite matarlo. De todas formas, no atacaremos al enemigo en vano, sin ningún objetivo. ¿Dónde está escrito en la Torá? No son necesarias las demostraciones. Es sobreentendido. Como explicamos anteriormente, no luchamos para descargar impulsos agresivos, sino que para defender a nuestro pueblo y nuestra tierra. Por eso, lo que es necesario – será hecho. Y lo que no es necesario – no. Quien desea una demostración, la encontrará en “el cuarto flanco”: Si cercan al enemigo, hay que dejarle alguna dirección de escape abierta, y no rodearlo de los cuatro flancos (Ramba"m, Hiljot Melajim 6:7). Según el Ramba"n es un problema táctico, para que el enemigo, por la desesperación, no luche con energía redoblada, al saber que no puede huir (Sefer HaMitzvot del Ramba"m, acotaciones, mitzva 8). Pero según el Radba"z es por misericordia, a pesar que vienen a luchar, y son nuestros enemigos. Así es la Torá, “todos sus senderos son de paz”.
“Tus dientes como manadas de ovejas esquiladas, que suben del lavadero” (Shir HaShirim 4:2). “Esos son los héroes de Israel, que devoran a los enemigos con sus dientes” (Rashi). Los dientes del Estado de Israel, son Tzaha"l - y están muy limpios. Los héroes de Israel “toman distancia del robo y de las abominaciones, para no ensuciarse con el pecado” (Rashi). No tomes las pertenencias del enemigo, tampoco las destruyas, no insultes ni hieras, y por supuesto, no mates en vano. Y por supuesto, no arriesgues en vano la vida de nuestros soldados.
Si hay que elegir entre la vida de nuestros hermanos o la vida de nuestros enemigos, elegiremos nuestras vidas. Ellos vienen a luchar contra nosotros, debemos defendernos, y no nos arriesgaremos en la defensa. Para eso tenemos franco tiradores, y si eso no alcanza, para eso tenemos fuerzas de artillería, y fuerza aérea.
Quizás tú digas: ¿Hay allí inocentes? Si es así, que se retiren. Les anunciaremos con altoparlantes que los ciudadanos inocentes pueden retirarse, y los asesinos rendirse: “Se los advierte que si quieren abandonar la ciudad, pueden hacerlo” (Sefer HaJinuj 527). Y el rey Shaul le dijo a los kenitas: “Idos, retiraos, bajad de entre los amalekitas, no sea que os destruya juntamente con ellos, porque vosotros usasteis de benevolencia para con todos los hijos de Israel, cuando subimos de Egipto. Retiráronse, pues, los kenitas de en medio de los amalekitas” (Shmuel Alef 15:6).
También el concepto de “inocentes” no siempre es tan claro, como escribió el Principal Oficial de Educación de Tzaha"l: “A veces parte de esos ciudadanos ‘inocentes’ en campos de batalla colmados de habitantes, como en Llenin, si bien no salen a luchar al frente, son ‘luchadores administrativos’: Recogen información, distribuyen municiones, o son fuerzas de distracción. En semejante situación, ‘se ganaron’ ser heridos por nuestros soldados” (Dvar Lashetaj 11, 12 de Siván 5762). No es su intención que todo árabe es parte de la “fuerza de apoyo”, sino que recalcar cierta ambigüedad.
Si un terrorista se esconde en una casa, es casi seguro que la familia sabe que es un terrorista. Ellos lo apoyan, ayudan, y en la cocina hay un almacén de armas. En nuestro ejército, un integrante de la “fuerza de apoyo” que cumple su deber con aplicación, tiene derecho a recibir el símbolo distintivo de quien lucha en el frente. Y en forma semejante, con respecto a los terroristas; quien apoya al terror, es un terrorista.
A pesar de eso no tenemos ningún ideal de matar o herir en vano ciudadanos inocentes que se encuentran en el campo de batalla, incluso si es posible que apoyen la lucha. Pero si nos vemos obligados por las circunstancias, no hay que olvidar que se trata de una lucha contra crueles asesinos, y no de un juego amable.
Cuentan que los Ingleses y los Franceses se aburrieron de tanto tiempo sin guerra, y organizaron una batalla premeditada en Fontenoy, en la que disparaban unos a otros, cada uno a su turno, según todas las reglas de la cortesía Francesa e Inglesa. Nosotros estamos en una lucha frente a un enemigo cruel y malvado, y no en un elegante juego, en el que todo el que renuncia es más alabado. Nuestros soldados confían en nosotros, y no traicionaremos su fe, mandándolos a arriesgar sus vidas cuando hay otra solución.
Si nuestros soldados mueren por que nosotros nos compadecemos de quienes tratan de matarnos, nuestras armas no son puras. Hemos explicado anteriormente: Quienes vienen a matarnos, nos dan el derecho de matarlos en defensa propia. A pesar de eso, por encima de la medida de la justicia, nosotros les concedemos la oportunidad de retirarse, los advertimos previamente, tratamos de herir solo en forma exacta. Pero compadecernos - ya es una perversión de la justicia, y nuestras armas se manchan con sangre de inocentes: Nuestros soldados.
No destruyan en vano, no ensucien sin cometido. Sucedió que un soldado me telefoneó: “Nos encontramos en la casa de un terrorista. ¿Puedo utilizar la electricidad para recargar mi teléfono celular?”. ¡Una pregunta de un tzadik (justo)! Le dije que sí. Pero por lo visto, no le era fácil, y dejó dinero sobre la mesa. No tomes botín. Y tampoco manches la pureza de las armas con la sangre de nuestros soldados. En general, tampoco sermonees tanto sobre la pureza de las armas del soldado Israelí. Él es puro con su arma, sin tantos sermones. Él escuchó en la entrega de la Torá: “No matarás”, y fue grabado a fuego en su corazón para siempre, si tiene kipa sobre la cabeza o no. Por supuesto que hay excepciones, pero no por ellos ensuciaremos a todo Tzaha"l.
Por supuesto que no estamos dando órdenes a Tzaha"l. Él recibe sus órdenes de Am Israel. Solo aclaramos entre nosotros, dentro de Am Israel, y de esa forma una gran bendición emanará también para nuestro ejército.