Parashat Jaiei Sara
22 de Jeshvan 5774 No
940
Rav Eran
Tamir
La obra de caridad que hizo Rivka cuando dio de beber a
Eliezer y sus
camellos es lo único en lo que se basó el sirviente de
Avraham para decidir que
ella es la esposa adecuada para Itzjak, como dice el versículo
(Bereshit
24:14): “Y la joven
a quien yo diga; por favor inclina tu cántaro para que yo beba,
y ella
responda; bebe, y también a tus camellos daré de beber,
que ella sea la que has
aprobado para Tu siervo Itzjak...”. Y como
explica Rashi
allí: “‘Ella sea la que has aprobado’ – es decir, si ella hace lo que
digo, digna es de él, ya que será bondadosa y merecedora
de entrar a la casa de
Avraham”.
Y hay que aclarar, ¿qué tan básica es esa buena virtud, la
virtud de brindar de Rivka? Hasta tal punto que es el único
criterio en el que
se basó Eliezer en aquel entonces - y también en nuestros
días es el criterio
más adecuado cuando elegimos pareja, y sobre todo esposa. Y como
dice el
comentarista “Kli Iakar”: “Y aprendieron nuestros sabios de
Eliezer que
buscó en Rivka sólo esa virtud, que es el prototipo de
todas las virtudes… como
dijeron nuestros sabios (Taanit 24) ‘toda novia cuyos ojos son bellos
no se
debe revisar nada más de su cuerpo’, nos dieron el consejo de
revisar sus
acciones, y buscar si tiene Ain tova (buena mirada) y brinda,
porque si
sus ojos son hermosos entonces sin dudas ella es plena en todas las
demás virtudes”.
Entonces, ¿qué hay en la “buena mirada” que se expresa en
la caridad, de la que
depende toda la vida de pareja, y en ella se encuentra la base para la
edificación de la familia?
Explica el Rav Kuk (Ein Aya Shabat Bet, Pág. 251, inciso 13):
“La
comprensión del valor de la limosna (en particular, y de toda
caridad en
general) que no es producto sólo de la compasión del
corazón del que nota la
carencia del pobre, y siente su dolor como si fuese su dolor propio, y
por ello
se apresura a suplir la carencia del indigente para curar su dolor. E
incluso
no sólo según la comprensión intelectual que exige
la misericordia, sino que
también según la palabra de D’s que creó y
ordenó el mundo de forma tal que
haya pobres y ricos, y los indigentes cumplen un papel necesario en el
mundo,
porque si no fuera por ellos, al mundo le faltaría algo y no
sería pleno, y no
llegaría a esa elevada meta que le impuso su Creador, bendito
sea”.
Explicación: Hay tres razones distintas que emanan de tres
dimensiones
diferentes en la persona que pueden hacerle ser partícipe de
obras de caridad:
La primera, la compasión sentimental a consecuencia del
encuentro con
la carencia de otra persona y el deseo de completar su falta, y de esa
forma
curar el dolor del falto que le dan, y también el dolor del que
se compadeció
de él.
La segunda, la comprensión intelectual, cuando la persona
entiende que
el hombre es una criatura social, y debe tomar parte de la ayuda por el
prójimo
en base a la responsabilidad del público en general, porque de
lo contrario “el
hombre es como un lobo para su prójimo” y quién sabe
qué será al final…
La tercera, es el deseo basado en el alma Divina, que emana de la
aspiración de asemejarse al D’s en sus virtudes, ya que la
cualidad básica
Divina es entregar a los demás sin recibir nada a cambio. En esa
situación la
persona entrega, ayuda y brinda a su prójimo, porque de esa
forma expresa la
cualidad Divina que se esconde en él – entregar sin esperar
recibir nada a
cambio, sin ningún interés.
Según esa comprensión la existencia de los distintos
pobres en el
mundo, personas carentes de todo tipo, no es por azar, sólo por
su poco éxito
en la vida, sino que un mecanismo Divino exacto que le permite a la
persona ser
partícipe con el D’s de la creación, entregando y
asemejándose a Su creador.
A pesar que por supuesto que hay otros criterios intelectuales, morales
y físicos distintos que hay que verificar y aclarar a lo ancho y
a lo profundo
en el vínculo con la pareja, pero no hay duda que la base de
todo es la virtud
de la caridad, a través de la cual se aclara hasta qué
punto la persona se
asemeja a Su creador. Y hasta qué punto marcha por su camino
dentro de su casa,
y así educa fuera de ella en el plano general, gracias a su
influencia.
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Soy belicoso
Rav
Shlomó Aviner
Si, soy belicoso. No se ve bien, pero a veces no hay más
remedio. No es
decoroso, no es acostumbrado, pero no me importa, por ello soy belicoso.
El que es débil, como un felpudo, lo pisotean hasta el final. El
mundo
está lleno de personas ingenuas que alaban la
conciliación - y su fin es muy
amargo. Por ello, hay que ser serio y responsable – ¡y atacar! Yo
no ataco sin
razón, por mis tendencias violentas: Yo también amo el
silencio y la
tranquilidad, pero como dice el refrán “si quieres la paz,
prepara la guerra”.
Yo ataco sólo a enemigos. Y por supuesto, no espero que me
ataquen para
defenderme, es demasiado tarde. Yo antecedo el remedio a la enfermedad,
y ataco
primero. La mejor defensa es el ataque. Me gustó lo que
escribió Rabí Itzjak
Arama, autor del libro “Akedat Itzjak”: El hombre fue creado
luchador.
También D’s, que nosotros debemos marchar por sus caminos, es un
luchador, “señor
de batallas, siembra actos justos, hace florecer salvaciones” (Birkot
Kriat
Shma).
Parte 2:
¿Y contra quién lucho? No soy una persona vil. No veo
enemigos en todo
lugar, de todo tipo, en forma enfermiza. Yo también se renunciar
y echarme a un
lado. No digo que todo el que no pertenece a mi grupo es un enemigo.
No. Yo
reviso y pienso y estudio bien el tema, hasta que salgo a luchar. Pero
si
decidí, continúo hasta el final, una lucha sin cuartel
por la vida o la muerte,
hasta que mi enemigo es exterminado totalmente, sin posibilidad de
volverse a
levantar. Invierto mucha energía, sacrifico mi vida, porque de
ello depende mi
vida. Ese es el concepto de guerra total, como dijo el gran
teórico Carl Von Clausewitz,
o como dicen los franceses “en la guerra, como la guerra”.
Entonces, ¿quién es mi enemigo? ¡La maldad! Me saca
de quicio. Yo la
odio, y lucho contra ella en todo lugar que la encuentro. Y de esa
forma hago
un bien, no sólo a mí mismo, sino que a todos. Y no me
digan: ¿Quién eres, un indigno
como tú, para enarbolar la bandera de la lucha contra la maldad?
Porque yo les
diré: Es cierto que soy indigno, por ello debo luchar contra la
maldad, porque
si no lucharé contra ella continuaré siendo indigno.
Parte 3:
¿Dónde encuentro tanta maldad? Ese tema es lo más
fácil saber, y lo más
difícil de hacer: En mí. Yo lucho contra la maldad que
hay en mí. No en los
demás. Qué desvergüenza deberé tener si
lucharé contra la maldad de los demás y
no la mía propia – ¡eso mismo sería una tremenda
maldad!
¡No quiero ser malo! No dije que seré tzadik
(justo), pero no
quiero ser malvado. No quiero ser un prisionero del Satán. No
quiero ser una
persona salvaje, pagana.
Es cierto que no valgo mucho, y no me vanaglorio como si fuese
importante o seré importante. Pero de todas formas, luchando
contra la maldad no
renuncio, no me hago ningún descuento. Lucharé contra
toda transgresión, contra
toda negligencia, contra toda mala cualidad.
Esa es mi máxima aspiración, y cuando la logro, incluso
un poco, me
colmo de felicidad. ¡Cuán feliz soy!
Todo eso no lo inventé yo, lo encontré en los libros de musar
(cultivo
de las virtudes).
Si, la vida no es un parque de diversiones. La vida no es un parque de
entretenimientos. Es una guerra, y yo salgo a luchar con alegría.
¡Que les vaya bien, mis compañeros de armas!
Departamento
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Majón Meir
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