Parashat Ajarei Mot 12
de Nisan
5771 Shabat HaGadol No 814
La salida
de Egipto del 5771
Rav Ioram
Eliahu
El Ramja"l (Rabí Moshé Jaim Luzato) nos
enseña un importante
principio básico en su libro “Derej HaShem”: “Así
hizo
Bien lo explicó el Rav Elimelej Bar Shaul zt”l en su libro “Min
HaBeer” (Pág. 222): “No se debe apreciar el acontecimiento
como algo que
pasó… sino que debemos considerarlo como un acontecimiento de su
momento, y
para todas las generaciones… el acontecimiento abrió un
portón, y ese portón no
se volverá a cerrar nunca. Y toda generación se presenta
frente a ese portón y
ve las mismas imágenes iniciales”.
De ello podemos entender por qué fuimos ordenados cumplir todas
las mitzvot
relacionadas con cada festividad, porque esas mitzvot son los
medios a
través de los cuales nos vinculamos y captamos esa abundancia,
“la esencia de
la festividad es como un maravilloso vestido, que cuando la persona lo
viste se
eleva por encima del tiempo y el lugar, y llega al momento y al lugar
del
acontecimiento… el disco solar que alumbró con su brillo al
principio, en aquel
acontecimiento, vuelve a ser colgado cada año en ese mismo
día” (Min HaBeer,
Pág. 222).
Según ello podemos entender que “en cada generación la
persona debe
verse como si él hubiese salido de Egipto, ya que no sólo
a nuestros
antepasados redimió, sino que también a nosotros nos
redimió” – y no se refiere
a que también nosotros salimos alguna vez de Egipto, sino que
como agrega el
Ramba”m; “como si él mismo ha salido en este momento de la
esclavitud de
Egipto”. Es decir, “en este momento ha salido, en este preciso momento
ocurrió esa
gueulá (Redención)… nada se ha perdido, nada ha
pasado, sino que ocurre
en este preciso instante. El que se sienta al lado de la mesa del Seder
en la noche del 15 de Nisan en este año no sólo recuerda
el milagro de la gueulá
de Egipto, sino que lo revive en sí mismo, realmente lo vuelve a
vivir en ese
momento. Vive ahora la gueulá del ahora, y es su
alegría en su corazón
ahora, porque en lo profundo del ser no hay distancias de tiempo” (Min
HaBeer,
Pág. 222).
De acuerdo a ello podremos entender lo que dice el Rav Jarla”p zt”l en
su maravilloso comentario a
Seremos merecedores de prepararnos
como corresponde y captar esa enorme abundancia que nos es otorgada, y
en base
a ella nos colmaremos de espíritu de libertad, ya sea en el
plano particular
como en el plano general, siendo un pueblo libre de toda esclavitud a
otras
naciones, y pronto D’s nos mostrará sus maravillas como en aquel
entonces, en
esta época.
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Otorgo mi
perdón
Rav
Shlomó
Aviner
“Señor del mundo, otorgo mi
perdón” – a pesar que quizás no tengo la
obligación de perdonar. A pesar de ello, yo perdono. A pesar que
no me pidieron
perdón, yo otorgo mi perdón. Y a pesar que
continúan mortificándome, a pesar de
ello yo otorgo mi perdón. No soy un tzadik (justo) o un
piadoso, sino
que un simple judío, pero eso es lo que quiero, y por ello yo
otorgo mi perdón.
Tú, Señor del mundo, me perdonas tanto – entonces, yo
también perdono.
“Otorgo mi perdón a toda persona que me hizo enojar, o se
burló de mí”.
Quizás no tenía que enojarme por ello. Quizás no
tenía que ofenderme por que se
burlaba. Pero incluso si me sentí ofendido con razón, a
pesar de ello no
pensaré más en ello, quiero vivir una vida sencilla y
pura, limpia y
traslúcida, sin rencor en el corazón. Por ello, yo
perdono.
“O pecó en mi contra”. Es una pena que él pecó.
Pobrecito. Pero por lo
visto, yo me lo merecí. Nada ocurre por azar. “Esto es obra del Eterno” (Tehilim 118:23), y él fue su enviado para hacer el
mal. Si él no lo
hubiese hecho, hay muchos otros emisarios de D’s. Por supuesto, no
exime al que
pecó de su responsabilidad, pero no es mi asunto. Que él
rinda sus cuentas
directamente con D’s. Por mi parte, yo le perdono.
“Ya sea contra mi cuerpo”. Es cierto que mi cuerpo me es muy preciado.
Yo se que en el Mundo Venidero no me hará falta, pero
aquí lo necesito mucho.
Pero no por él me sumergiré en un torbellino sentimental.
Por eso, yo otorgo mi
perdón.
“O mis bienes”. El dinero no es importante, no es el fin del mundo. D’s
me devolverá lo que me falta – si Él quiere. Por eso, yo
perdono.
“O mi honor”. Eso realmente duele. Yo no persigo el honor, pero me
duele
cuando me faltan el respeto. Pero eso me es más honroso; no
ofenderme por
cualquier cosa. Y en general, ¿qué es el honor? Lo
principal, es darle honor a
D’s. Y la forma de honrar a D’s, es perdonando. Por ello, yo otorgo mi
perdón.
“O algo de mi posesión”. Si D’s quiere, me otorgará
más aún. Yo perdono.
Me gusta decir esas palabras, “yo perdono”.
“Ya sea sin intención”. Quizás él es simplemente
una pobre persona, el
que me ofendió, y no me quería hacer ningún
daño. Yo lo perdono. Me gusta
decirlo. Estoy dispuesto a perdonar en todo momento.
“Ya sea queriendo”. No puedo entender cómo puede tener una
intención de
ese tipo alguna persona. Por ello, no quiero tener semejantes
pensamientos. Hay
cosas totalmente distintas que me hacen feliz. Y esa es la razón
por la cual
perdono.
“Por error”. Tendría que haberse cuidado, pero lo perdono.
Señor del mundo,
yo perdono. No tengo ninguna necesidad de obligarme a hacerlo, me es
natural.
Yo otorgo mi perdón.
“O en forma intencional”. ¡Qué persona es esa! Pero no me
importa, yo
perdono. Me es bueno así. Qué maravilloso regalo me has
dado, Señor del mundo,
que yo puedo perdonar y decir con alegría interna: “Yo otorgo mi
perdón”.
“De palabra”. A veces una palabra es capaz de lastimar tanto – pero
para
mí, es una oportunidad. Y otra vez más, y otra vez
más: Yo perdono.
“O mediante una acción”. Qué pobre persona, que se ocupa
de ese tipo de
cosas. Cuánta pena siento por él, y por ello lo perdono.
Cuán feliz soy cuando
digo: “Yo otorgo mi perdón”.
“Ya sea en esta encarnación...”. No se lo que me pasó en
otras
encarnaciones, pero en esta yo quiero ser puro y limpio, sin rencores.
Señor
del mundo, Tú lo ordenas todo, entonces seguramente me lo
merezco por alguna
razón. Como dijo el rey David: “Porque el Eterno le ha dicho;
maldice a David”
(Shmuel Bet 16:10). Y yo también perdono. Me es tan bueno decir:
“Yo otorgo mi
perdón”. No es sólo un asunto mío, es
también un asunto genérico, de la
totalidad genérica de Israel. Todo pecado se hace sentir en la
totalidad
genérica de Israel., Por ello, otra vez, yo perdono.
“Y declaro que no quiero ser la causa del castigo de ninguna persona”.
No necesito algo así. Me es bueno cuando yo soy puro y limpio.
Me es bueno
cuando yo perdono. Me es la máxima felicidad. Si Tú,
Señor del mundo, quieres
castigarlo – castígalo, pero no por mí. Quizás me
alegraré cuando eso ocurra,
pero no será por mi causa – y quizás no me
alegraré. Como sea, yo otorgo mi
perdón.
Tengo una cabeza pequeña, no hay lugar en ella para tantos
sentimientos
antagónicos. Por ello, no hay lugar para el rencor. Eso es
cansador, pesado,
ensucia. Sí, yo perdono.
No solo perdono al que pecó en contra mía, sino que
también como
acostumbraba el Rav Kuk a decir: Yo perdono a todo el que pecará
en
contra mía.
Yo siento felicidad de otras cosas. Por ejemplo, “bienaventurados los
que habitan en Tu morada” (Tehilim 84:5). O por ejemplo,
“bienaventurado son
los que andan por caminos rectos” (Tehilim 119:1). No aceptaré
que me quede una
gota de rencor en mí ser. Me molesta. Cuanto más me
limpio, como el cristal,
soy más feliz. Cuanto más puro soy, soy más feliz.
El que me ofendió – es el
pobrecito. Que D’s se apiade de él, porque por mi parte, yo lo
perdono.
También si me ofendió, que no sea castigado por
mí. Es triste que sea
castigado, ¿para qué ensuciar con mal olor? A mí
me gusta el buen olor, el olor
del Gan Eden (Paraíso), del cielo. Por ello, yo otorgo
mi perdón. Y
entonces yo me duermo como en el cielo del Gan Eden.
¡Qué bueno me es,
que yo perdono!
Cuando yo perdono, me siento ligero, como si me elevase en el aire
puro.
Antes, tenía como una piedra sobre el corazón, y me
sentía pesado. Y ahora, me
siento ligero, soy recto y canto.
Qué rezo maravilloso: ¡Yo otorgo mi perdón! No
logro desprenderme de él.
Podría decirlo toda la noche – por lo menos lo diré hasta
que me duerma…
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