Beahavá Ubeemuná
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Parashat Jaiei Sara     27 de Jeshvan 5770     No 742


Las nubes
Rav Eial Vered

La tienda de Avraham y Sara era un lugar muy conocido. Todo el que quería ver la bendición Divina que se manifiesta en este mundo, sabía a dónde debía dirigirse. Allí en esa tienda, todo el tiempo había una nube como atada sobre ella, la vela siempre estaba encendida y la abundancia se manifestaba en la masa. El resplandor de la Shjina (manifestación de la presencia Divina) que alumbra junto con el resplandor de la sabiduría, y el resplandor de la bendición en el plano económico y material.
Y como acostumbra la gente, los transeúntes hablaban entre ellos y decían: Qué buen repartimiento de papeles. La vela encendida y la abundancia de la masa, seguramente es por mérito de Sara. Mientras que la nube sobre la tienda, en la que se manifiesta la Shjina, seguramente es por mérito de Avraham.
Así dijeron - hasta que falleció Sara. Y entonces, resultó que la vela se apagó, ya no había abundancia en la masa, pero también la nube se esfumó. Hasta que llegó Rivka, y esas tres señales regresaron por su mérito (Bereshit Rabah).
El campamento de Israel en el desierto era un lugar singular. Cada tribu se encontraba en su lugar, según un orden ejemplar. Y en el centro, el campamento de la Shjina, con el Mishkan (Tabernáculo) y los Levitas, y por sobre ellos una nube como atada – que nos recuerda la Providencia Divina cercana.
Y también cada mañana recibían un alimento milagroso, el man. Y también un manantial milagroso los acompaña. Las nubes, el man y el manantial.
Y como acostumbra la gente, decían que el manantial seguramente es por mérito de Miriam - porque ella se sacrificó cuando cuidó a Moshé a la orilla del Nilo. Y el man, seguramente es por mérito de Aharon – que es Cohen (Sacerdote), y por mérito de los diezmos que le son entregados al Cohen la abundancia se manifiesta en toda la masa, y es por su mérito que la abundancia Divina se manifiesta en el mundo. Pero la nube, la Shjina, seguramente es por mérito de Moshé, que subió al monte y hablo con D's "cara a cara", que entró en lo profundo de la nube y la niebla sin temor, y por su mérito la nube se encuentra como atada sobre el Mishkan.
Hasta que Aharon falleció, y las nubes de honor se desvanecieron. Entonces, todos supieron que las nubes eran por mérito de Aharon. Moshé se esforzó y logró devolver las nubes sobre el campamento.
Por un lado Sara, por otro lado Aharon – y la nube sobre ellos.
Por lo visto, la Shjina se manifiesta también antes de llegar a altos niveles espirituales, o ser merecedor de la profecía continua. Ambos son necesarios, por supuesto, pero hay un nivel más básico, que es como la cuerda que ata la nube. Y a ese nivel, se lo llama "Shlom Bait" (la paz del hogar). El Shalom es el utensilio que logra contener la bendición y la Shjina – y sin él, no hay nada.
Sara es la encargada de la casa y su paz interna. Ella se encuentra en la tienda, su vida es plena, y en toda edad ella lleva consigo también las edades anteriores. Ella es anciana y al mismo tiempo niña y joven – su aspecto interno se encuentra en plenitud perpetua, ninguna fuerza le falta. La nube está atada a ella.
Aharon es el que hace la paz entre las personas, se esfuerza día a día para que haya un utensilio que sea capaz de contener la Torá que Moshé les imparte, para que haya el que quiera elevarse y santificarse – lo que es imposible cuando el corazón está dolido por la ofensa del prójimo, cuando el alma está herida por el odio. Todo eso Aharon cura por medio de su corazón, que siempre está alegre, "y te verá y se alegrará en su corazón" (Shmot 4:14). La paz en la nación, es por su mérito – la nube se encuentra atada a él.
La manifestación de la Shjina en Am Israel (el Pueblo de Israel) no es sólo una expresión de un elevado nivel espiritual, de una kdushá muy alta. Es primeramente un indicio que los utensilios son plenos, que no hay grietas ni resquebrajaduras, que nadie compite con su prójimo en el alcance de los niveles espirituales, sino que todos se alegran los unos con los otros, se aman, y están unidos como nos enseña el profeta Eliahu, que se encarga de la labor del Shalom: "Así le dijo D's a Israel; Mis queridos hijos, sólo les pido que se amen los unos a los otros, y se respeten los unos a los otros, y reverencien los unos a los otros, y no haya entre ustedes ninguna trasgresión o robo o algo malo" (Tana DeBei Eliahu).
La tienda de Sara y el corazón de Aharon nos serán la brújula también en este momento, para continuar con la labor de la unión y el Shalom interno, "amad, pues, la verdad y la paz" (Zjaria 8:19).

Midreshet Majón Orá

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Las personas transparentes
Rav Lior Engelmann

Casi no me di cuenta de ella, de esa mujer. Y si me hubiese dado cuenta, seguramente no me hubiese dado cuenta de los otros.
Era un viernes, a eso de las tres de la tarde. De regreso a casa, entré en una de las cadenas de supermercados para comprar algunas cosas que nos faltaban para el shabat. El lugar estaba repleto de gente, que se apuran en llenar sus carritos con toda la gran abundancia, corren y se apuran. El reloj de arena se va vaciando, el sol comienza a acercarse al oeste y dentro de poco el shabat nos recibirá con su resplandeciente rostro. Largas colas de camino a las cajeras. La espera es larga, cansadora, se está parado sin hacer nada. En los días de la semana, el descanso es cansador...
Supongo que todo ese tiempo que yo estuve parado pensando en todo tipo de cosas sin importancia ella estaba allí. Seguramente allí se encontraba ayer, y anteayer. Quizás estuvo allí todas las veces que llegué a hacer compras. Al principio ni me di cuenta de ella en absoluto. Ella es parte de esa especie de criaturas que los ojos no las ven, sobre todo cuando los ojos están rodeados de estantes atiborrados de todo tipo de golosinas tentadoras.
¿Qué tuvo de diferente esta vez, que mis ojos se abrieron y la vi? Me sería agradable decir que yo, por mis propias fuerzas, logré correr la cortina de mis ojos - pero no fue así. Por lo visto, logré verla sólo después que la persona que estaba delante de mí no le prestó ninguna atención. Ese hombre se desentendió, sencillamente la ignoró, ni se le ocurrió decirle alguna palabra de agradecimiento. Quizás ni se dio cuenta que fueron sus manos las que se ocuparon con celeridad de toda la abundancia de mercaderías, empaquetando, atando y finalmente colocando en un orden ejemplar todo eso en su carrito. Y ella... vi en su cara que ella no tenía la más mínima pretensión que le agradezca, y no le dolió su silencio: A fin de cuentas, ella sólo cumple con su tarea...
La empaquetadora casi terminó su trabajo, pero una bolsa de harina que tenía una rasgadura en su base se desparramó por todos lados, ensuciando las mercaderías que acabó de empaquetar. "Perdón, mi señor" – dijo, con un acento vergonzoso, como si fuese de ella la culpa, y comenzó a limpiar la harina con todas sus fuerzas. Algo en la expresión "mi señor" que salió de su boca hizo temblar mi corazón. Es la primera vez que escucho esa palabra de la boca de una mujer cuya intención es la más simple
interpretación: "Mi señor". Intenté ayudarla, pero ella se negó, y después de poco tiempo todos los rastros de harina se desvanecieron y la mujer se apuró a traer otra bolsa de harina de los estantes. Cuando terminó de empaquetarlo todo, el hombre le pagó a la cajera, tomó el carrito y dijo: "Todo avanza tan lento aquí. Dentro de poco es shabat, ¿la gente no lo entiende?"
Le es fácil a los ojos entender su función cuando se presencia la derrota de los otros, y de momento que mi corazón se dolió cuando vi que ese hombre no le prestó atención, yo sí le presté.
Ella era una mujer baja de estatura, de la comunidad etíope, y estaba embarazada... en los últimos días de su embarazo. Vestida con un mameluco de trabajo que llevaba el nombre de la empresa de limpieza, y llevaba escrito "siempre a su servicio". Tenía un pañuelo blanco ajustado sobre su pelo, como contestándole en su lugar a ese hombre: "La mujer sobre cuya cabeza yo me encuentro, bien sabe que el shabat está llegando, y le sería muy bueno prepararse para él y regresar a su casa. Pero ella sabe que si no hay harina... y las pequeñas bocas de sus niños la esperan en casa".
No soy de los que así acostumbran, pero esta vez, después que ella empaquetó mis cosas, saqué de mi bolsillo un billete, y se lo ofrecí.
"Perdón, señor" – dijo ella – "pero yo no soy la cajera. Yo estoy aquí sólo para acomodar los carritos.
¿El señor quiere que le lleve las mercaderías hasta el auto?"
"Ya le pagué a la cajera. Es para ti, para agradecerte tu ayuda".
Sus ojos se alumbraron. Ella tomó el billete, lo palpó con sus manos, cuando sus ojos me miran y dicen sin palabras: "
¿Mi señor, está seguro?" Y yo le contesto con ese mismo idioma mudo: "No soy tu señor, pero estoy seguro"
Tomé el carrito y me dirigí al estacionamiento, y ella me siguió, pidiéndome que la deje ayudar –
¿y quizás me quiere decir algo?
"
¿No te es difícil el trabajo aquí?" – busqué alguna forma de comenzar una charla. Ella no contestó, sólo sonrió, como diciendo: "Y si es difícil, ¿de qué sirve protestar?"
"
¿Te pagan bien?" – lo intenté por segunda vez. Pero ella continuó con su postura, sonriendo en silencio.
Acomodé las bolsas en el auto, le agradecí, y cuando entré en el auto ella me ofreció una pequeña bolsa. En la bolsa, había lentes transparentes. "Son lentes especiales" – dijo ella, cuando vio mi sorpresa. "Algo de los versículos, no se cuales. Seguramente tú lo sabrás", agregó.
Muchos años pasaron desde ese día, y el tiempo tiene la capacidad de condimentar la realidad con la imaginación. No se si el cuento de los lentes es cierto o no, pero de todas formas eso es lo que recuerdo.
Si no la hubiese encontrado, seguramente no hubiese visto a esos otros. No se si esos lentes son reales o producto de la imaginación, pero yo se que ella fue la que me permitió usarlos. Y con la ayuda de esos lentes de pronto es posible verlos a todos – a todas esas personas "transparentes". Desde que comencé a usar esos lentes, de pronto los vi a todos: El que sella las boletas a la puerta del supermercado, el guardia anciano, el lavador de platos dentro de la cocina en el restaurante – que no le sonríen ni le dan propinas. El que barre la calle que llegó de Rusia – que mientras trabaja todavía le pasan por la cabeza las fórmulas matemáticas, recuerdo de otros días. La anciana que está sentada sola y su rostro está arado de arrugas, y a ese alumno, demasiado común, que no es brillante pero tampoco molesta, y que tan fácilmente escapa de mi mirada. De pronto me enamoré de ellos, de las personas-sombras, de las personas que son llamadas por equivocación "sencillas". Y si no me hubiese dado cuenta de ellos, me habría perdido todo un mundo.
"No te desentenderás de tu propia carne" (Ishaya 58:7).

Departamento ibero-americano

Majón Meir abrió sus puertas para alumnos ibero-americanos de habla hispana y portugués, y te invita a tener esta experiencia única de estudiar Torá en su ambiente tan especial en la ciudad de Ierushalaim.
El programa - dirigido por el Rav Rafael Spangenthal - está destinado para jóvenes de diecisiete años en adelante que desean reforzar su identidad judía por medio del estudio de la Torá en un marco agradable, que enfatiza el valor de nuestros lazos con el pueblo, la Torá y la Tierra de Israel.
Para aquellos que lo deseen, existe también en el Majón un ulpán de hebreo bajo la órbita del Ministerio de Educación.
Para más información los invitamos a llamarnos o escribirnos:
Director del Departamento ibero-americano
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