Parashat Ki Tavo 21 de
Elul 5776 No
1087
Rav Ioram
Eliahu
Los días de
A eso se le suma otra preocupación:
¿Acaso mi arrepentimiento será aceptado? Muchas veces me
prometí que cambiaré,
y no pude hacerlo. ¿Quién dice que justamente ahora lo
lograré, y mi
arrepentimiento será recibido? El Rav Kuk en su maravilloso
libro “Orot
HaTshuvá” nos enseña que “en el principio
básico de todo debe encontrarse
la idea genérica de la confianza en
La alegría debe acompañarnos en todo
nuestro culto a D’s, eso lo aprendemos de nuestra Parashá.
Y así escribe
el Ramba”m al final de las halajot de Lulav:
“La alegría que se alegra la persona cumpliendo la mitzva
y el amor del
D’s que nos la ordenó, es un gran nivel de culto, y todo el que
no se alegra
así se merece ser castigado, como dice el versículo
‘porque no serviste al
Eterno, tu D’s, con alegría y buen corazón’ (Dvarim
28:47)”. Ese versículo que
figura en las maldiciones de nuestra Parashá nos
enseña que la falta de
alegría en el culto a D’s es la razón de todo el descenso
espiritual que
finalmente acarrea todas esas maldiciones. Y debemos preguntar:
¿Cómo puede ser
que la persona que cumple las 613 mitzvot puede acarrear esas
terribles
desgracias sólo porque no unió la alegría a su
culto - lo que a primera vista
es sólo un detalle de la mitzva? Contesta el Rav
Nebentzal z”l: “Todo el
que cumple
Y de esa forma lo explica Rabí Iosef Karo en su comentario “Maguid
Mishné” al Ramba”m anteriormente citado: “Y lo principal es
que no es
adecuado para la persona hacer las mitzvot porque son una
obligación y
no tiene otra posibilidad, sólo hacerlas, sino que debe hacerlas
y alegrarse en
su cumplimiento, y hará el bien porque es bueno, y
elegirá la verdad porque es
auténtica, y le será fácil su trajín y
comprenderá que para eso fue creado,
para rendirle culto a su Creador”.
Debemos profundizar nuestra perspectiva y rendirle culto a D’s con
alegría, y aunar la alegría a nuestra Tshuvá,
y de esa forma seremos
merecedores de un arrepentimiento por amor, que convierte los pecados
en
méritos.
Rav
Shlomó Aviner
Queremos vivir juntos. Somos judíos, es
cierto que distintos, pero deseamos un solo estado, y no más.
Por ello, debemos
arreglarnos juntos. A fin de cuentas debemos estar muy satisfechos,
porque nos
arreglamos bastante bien en este país, a pesar de las grandes
diferencias. Y el
lugar donde nos arreglamos mejor juntos, es Tzaha”l (Ejército
de Defensa
de Israel). Estamos muy satisfechos. No estamos interesados en que haya
varios
países, uno para los religiosos y otro para los no religiosos,
uno para los
derechistas y otro para los izquierdistas. Somos un mismo pueblo, y el
común
denominador es mucho mayor que las diferencias.
Pregunta: ¿Pero
hay muchos conflictos relacionados con el tema de religión y
estado?
Respuesta: Es
cierto que hay muchos conflictos relacionados con ese tema, como el Shabat,
pero esos conflictos no nos molestan. Hay distintas opiniones, pero
también
personas con opiniones distintas pueden vivir juntas con amor y
hermandad.
Por supuesto que hay una gran distancia
entre el deseo de las personas particulares de hacer lo que quieren y
los que
desean un estado judío, pero no es la solución
teorética de los problemas la
que permitirá una vida conjunta si no que lo contrario, de
momento que somos
buenos amigos siempre nos arreglaremos juntos. La persona se arregla
con su
esposa de momento que la ama, y no al revés.
También en la sociedad israelí no es
difícil de momento que el común denominador, es decir
pueblo judío y estado
judío, es mucho mayor que lo que nos separa. Cuando se contempla
desde un punto
de vista profundo, general, amplio, serio, maduro, vemos que somos
mucho más
parecidos de lo que somos distintos. Y de momento que somos amigos
siempre
encontramos la forma de arreglarnos. No a través de un modelo de
cultura
polifacética artificial ordenado según un sistema de
leyes podremos edificar
amistad y amor.
Que esté claro, el Estado de Israel es un
estado judío antes de ser un estado democrático. Se puede
citar a Hertzel:
“El regreso al judaísmo antecede al
regreso al estado de los judíos”.
“Nuestra nación no es nación sino que en
su fe”.
“Conocemos nuestra esencia histórica sólo
a través de la fe de nuestros antepasados” (Sefer HaIamim Alef
149, 57).
Por supuesto que debemos edificar un
estado judío. De lo contrario, no cumplimos nuestra
misión para con el pasado,
ni para con el futuro, y también arruinamos el presente, porque
el ser un
estado judío es el vínculo interno que nos une. Para ese
vínculo vivimos aquí,
también cuando es difícil, y estamos dispuestos incluso a
morir en el ejército
por esa unión. Pero si no somos un estado judío,
¡¿qué nos une?! ¿Pluralismo
cultural artificial? ¡Por algo así nadie está
dispuesto a sacrificar su vida!
Lo que cada uno hace en su plano
particular, nadie le dice nada. Hablamos del plano público. Y
así es en todo
país del mundo, hay diferencia entre la vida particular y la
vida pública.
Lo que la persona hace dentro de su casa
no le importa a nadie. En su momento, Bialik dijo: Dentro de mi casa yo
trasgredo el Shabat, pero el Shabat pertenece al
carácter del
estado, y por ello yo protesto por la trasgresión del Shabat
en la vía
pública. Es decir, el respeto del Shabat puede ser
determinado por la
ley del estado. En todo país del mundo hay leyes de días
de trabajo y descanso.
Pero cuando se determina una ley sobre la
que hay discusiones, debe ser acompañada de explicación y
amistad.
El Shabat es un bien nacional, y
en la vida pública debe ser respetado. ¿Cómo
llegaremos a ello? Como con todo
tema, a través de la amistad se forja un sistema de renuncias de
ambas partes.
Cuanto más nos conocemos los unos a los otros, así
lograremos determinar mejor
un plano público afín con todos.
La aclaración básica es que este es un
estado judío, y todos somos judíos, y todos deseamos ser
judíos. Esa es nuestra
herencia, y si quisiésemos edificar un estado que no sea
judío, donde cada uno
pueda respetar el Shabat si así lo quiere, no
necesitaríamos al Estado
de Israel o a Tzaha”l, nos alcanzaría con
Napoleón que permitió a cada
uno hacer lo que le plazca. Ese es el punto de partida, y luego que
está claro,
a su resplandor nos reuniremos y determinaremos.
En resumen, antes que nada somos un estado
judío, y ese hecho es lo que genera la unión interna de
la nación, y no una
unión artificial. Y cuando hay unión interna, somos
amigos, y ya encontraremos
juntos el camino para arreglarnos tomando en cuenta a cada uno. Somos
un estado
judío, y esa es la existencia de la nación. El
común denominador es mucho mayor
que las diferencias. El común denominador es que somos
judíos y estamos aquí
para hacer renacer al estado judío. Y en cuanto a las
diferencias entre
nosotros, hay que respetar la opinión del otro, y ver
cómo edificamos juntos
nuestra nación en base a todo eso