Parashat Truma 4 de Adar
Alef
5776 No
1056
Rav Eran
Tamir
Tres de los utensilios del Mishkan
(Tabernáculo) que son mencionados en nuestra Parashá
son el Aron (Arca), el Shuljan
(Mesa)
y el Mizbeaj (Altar) de cobre. Si nos fijamos en sus
dimensiones encontramos
que las medidas del Aron todas eran “quebradas” – como dice el
versículo
(Shmot 25:10) “harán un Aron de madera de acacia, de
dos codos y medio de
largo, un codo y medio de ancho, y un codo y medio de alto”. Las
dimensiones
del Mizbeaj en contraste, todas ellas eran enteras, como dice
el
versículo (Shmot 27:1) “harás el Mizbeaj… de
cinco codos de largo y
cinco codos de ancho… y su altura será de tres codos”. Mientras
que las
dimensiones del Shuljan parte de ellas eran quebradas, parte
de ellas
eran enteras, como dice el versículo (Shmot 25:23) “harás
un Shuljan de
madera de acacia, de dos codos de largo, un codo de ancho y un codo y
medio de
alto”.
Esa diferencia triple no es una
diferencia técnica solamente, sino que una diferencia en la
esencia de esos
tres utensilios y su significado para todas las generaciones, hasta la
nuestra.
Como dice el autor del comentario “Kli Iakar” (Shmot 25:10) –
“presta
atención, esos tres utensilios eran distintos en sus medidas,
porque el Aron
todas sus dimensiones eran quebradas, y el Mizbeaj todas sus
medidas
eran enteras, y el Shuljan parte
de sus medidas eran quebradas y parte de sus medidas eran enteras, y no
es por
casualidad”.
Explica allí el autor del “Kli
Iakar” que el Aron, en el que se encontraba
En contraste con el Aron, el Shuljan
simboliza la prosperidad material económica de la persona en
este mundo. Por
ello, parte de sus dimensiones son enteras, para indicar que la persona
debe
alegrarse con lo que tiene, y debe verse pleno en el plano material,
sin nada
que le falte, ya que D’s le entrega su sustento y le procura todas sus
necesidades. Y por otro lado el resto de sus dimensiones eran
quebradas, para
enseñarle a la persona que debe “quebrar” sus pasiones
materiales y no ver su
posición económica como algo principal en las
aspiraciones de su vida. Y como
dice él, “el Shuljan simboliza… todas las prosperidades
humanas… sus
codos eran en parte enteros, porque todo el inteligente debe alegrarse
con lo
que tiene, y debe sentir como si lo tuviese todo y no le falta nada por
un
lado, y por otro lado en parte eran quebradas para indicar que la
persona no
debe colmar sus pasiones, y no le debe entregar al cuerpo todo lo que
desea”.
Mientras que el Mizbeaj que
purga a la persona, simboliza la corrección de los deterioros
producidos por la
persona, y el devolverlo a su situación de pureza y plenitud,
para que no se
desaliente por sus acciones, tenga confianza en sí mismo y
continúe en su
desarrollo espiritual. Como dice él “el Mizbeaj del
sacrificio… su tema
es completarle al hombre lo que le es falto por sus acciones, porque
todo lo
que tiene por objetivo purgar a la persona completa sus carencias… y
por ello
todos sus codos eran enteros…”.
Rav
Shlomó Aviner
Escucha Israel, el Kotel (Muro de
los Lamentos) es nuestro, el Kotel es uno. Hasta ahora
teníamos un Kotel,
pero ahora tenemos dos. Hasta ahora teníamos un Kotel puro,
santo, la
cima de la espiritualidad israelí. Desde ahora tenemos otro Kotel
más,
no de acuerdo a la halajá, no como es debido, no
según la tradición, no según
el recato. Hasta ahora teníamos un Kotel, de un pueblo,
donde se
encontraron jaredim (ultra-ortodoxos) y datiim (religiosos),
turistas e israelíes, jilonim (seculares) y
tradicionalistas, soldados y
civiles. Desde ahora tenemos otro Kotel más para los que
se apartan de
la tradición, de la nación, de la hermandad.
Y
Por supuesto que hay en Am Israel (el
Pueblo de Israel) distintos matices de judíos. Sus rostros son
distintos y sus
pensamientos son distintos, sus deseos son distintos y sus sentimientos
son
distintos. Pero en el Kotel se cumplía: “Y quién
como Tu pueblo Israel,
un pueblo en la tierra” (Shmuel Bet 7:23). Desde ahora, dos pueblos en
la
tierra.
Tzaha”l (el
Ejército de Defensa de Israel) tiene sitios espectaculares para
las ceremonias,
pero muchos comandantes querían que esas ceremonias sean
justamente en el Kotel,
en un lugar pequeño, recatado, kasher, judío,
puro, santo. Y tenían
razón. Porque realmente todo judío en su interior es kadosh
(santo). Es
cierto que en la práctica todavía hay complicaciones,
pero dentro del alma se
cumple: Un pueblo kadosh, un pueblo puro, un pueblo con fe. Y
en efecto,
eso se reveló en el Kotel, donde todos – de todas las
doctrinas e ideas
– aceptaron comportarse con pureza y kdushá, en ese
lugar santo, que se
encuentra frente al lugar de nuestro Beit HaMikdash (El Templo).
Frente al lugar del Beit HaMikdash
se encuentra el lugar que es un poco como Beit HaMikdash – pero
es
nuestro más grande lugar parecido al Beit HaMikdash.
Llegaron personas de baja altura, que
buscan sensaciones, con ojos cegados, y codiciaron un Kotel
para ellos,
sin kdushá, sin pureza, sin recato, sin Torá.
Y los
representantes de la nación bajaron su cabeza, renunciaron,
consintieron, salvo
dos valientes, dos tzadikim (justos), dos parlamentarios –
Zeev Elkain y
Uri Ariel – que con su cabeza en alto dijeron: ¡No! ¡No hay
reformismo! ¡Hay
tradición! ¡Hay generaciones! ¡Hay generaciones
eternas! ¡Y protestaron contra
los que profanan el kodesh dentro nuestro! ¡Y salvaron el
honor de
Israel! ¡Y purificaron el aire de Israel!
Nuestro pueblo es un gran pueblo, nuestro
pueblo es puro, nuestro pueblo es un pueblo kadosh. Si no hoy,
entonces
mañana, o pasado mañana. Pero ese día
llegará, y se va acercando, y nada podrá
detenerlo. Pasamos por muchos trances
difíciles, y ahora ellos se encuentran tras nuestro - y nosotros
estamos aquí.
Muchas crisis pasamos, nos levantamos y nos repusimos. También
esta crisis
pasará.
El Kotel quedará por siempre como
un lugar de fe, un lugar de rezo pleno, un lugar de espíritu
interno de pureza,
un lugar donde Am Israel se colma de amor por su D’s, de
sumisión, de kdushá.