Edición semanal
Basada en materiales de Majón Meir

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Parashat Shmot     19 de Tevet 5775     No 1001


Rav David Landau

De la boca de Paró
Rav David Landau

Paró (el Faraón) es el primero que dice: “He aquí que el pueblo de los Hijos de Israel” (Shmot 1:9). Él  reconoció de esa forma que los Hijos de Israel ya no son individuos particulares, sino que la manifestación de “pueblo”. El gran reconocimiento que somos un pueblo, “que nos eligió de entre todos los pueblos”, es decir, una creación especial en un sentido general – ¡es pronunciada por la boca impura de Paró! Esa gran innovación, esa maravilla, que somos un pueblo – “pueblo que Me cree para que canten Mis alabanzas” (Ishaya 43:21) – sale de la boca de ese malvado. Pero no nos hace ninguna diferencia, porque todo son acciones de D’s – también Paró y también la galut (exilio) de Egipto. Desde ese entonces, continuamos a lo largo de las generaciones y de la historia como una realidad pública, y esa expresión que salió de la boca de Paró, ya sea que él sabía o no cuál es el gran y sublime significado de ello, de todas formas, esa innovación es revelada a través suyo. Todo es parte de la elevada conducción Divina. Debemos acostumbrarnos un poco a prestar atención a lo que nos ocurre, y observar el elevado orden Divino que es plasmado también a través de un gentil.
Así también en nuestros días, los gentiles fueron los que comenzaron a ocuparse de nuestros asuntos y de la posibilidad de la edificación de un estado, y establecieron los cimientos a través de la Declaración de Balfour, la formación de la Comisión Peel y las decisiones de la Liga de las Naciones. Ellos se esforzaron mucho para encontrar cómo plasmar ese sueño, y en efecto, luego surgió el estado. Hay que comprender que las cosas no empezaron con las acciones de los gentiles o nuestras acciones, sino que de la fuerza interna que nos impulsa, la Palabra de D’s que se revela a través nuestro y dentro nuestro.

Am Israel (el Pueblo de Israel) es una creación Divina singular, que tiene un cuerpo fuerte e incluso un alma grande. Todo cuerpo tiene algo que le da vida, que es llamado “alma”. Eso es cierto tratándose de toda persona particular, y no menos tratándose del público, del pueblo. También Clal Israel (la totalidad genérica del Pueblo de Israel) tiene un alma, la Alma de la Nación. El cuerpo de Israel es la revelación del alma de Israel y sus enormes fuerzas. El proceso de la gueulá (Redención) comienza de la fuerza interna del alma de la nación, que anhela la gueulá. Y la fuente de todo es la mano de D’s, que nos impulsa a volver a casa (según Sijot HaRav Tzvi Iehudá, Bereshit 411, Shmot 32. LeNetivot Israel Alef, 12-14).

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Rav Shlomó Aviner

La felicidad al servicio de D's
Rav Shlomó Aviner

Pregunta: Cuando rezo no siento nada especial, y mismo cuando cumplo las mitzvot o estudio la Torá - no me siento inundada por la emoción. Dado  que sirvo a D’s para sentirme “conectada”, si no logro sentir ese sentimiento significa entonces que me falta lo esencial. ¿Cómo puedo completarlo?
Respuesta: Este es un tema delicado. Si alguien realiza el culto a D’s para alcanzar una experiencia sentimental o religiosa, es signo que sin duda no está sirviendo a D’s sino que a sí mismo. Significa que su culto a D’s está condicionado por cierto sentimiento religioso, no es puro. Evidentemente, también el culto Divino que no es desinteresado constituye un culto a D’s, pero si sirves a D’s a pesar de que  no sientes nada, entonces significa que lo haces sin condiciones. Entonces, ¿qué necesidad de pedir un consejo para descender de este nivel de servicio Divino a uno de culto insincero, tan sólo para sentir la emoción?
Sin duda, podemos estar convencidos que al final del camino sentiremos una emoción sagrada, sublime e intensa, pero no es ese el objetivo del culto a D’s. Existe una diferencia fundamental entre el saber y el querer. Sabemos que así será, pero no es el principal motivo.
Rabí Moshé Jaim Luzzato comienza su libro “Mesilat Iesharim” señalando que el fundamento de la santidad es “encontrar el placer en las proximidades de D’s y disfrutar del esplendor de Su Presencia” (Cap. 1). No obstante, el Rav Kuk nos explica que “no hay que comprender esta expresión en el sentido de un deseo egoísta” (Orot HaKodesh Guimel 167).
El Señor del Universo creó al hombre para que llegue al verdadero regocijo a través del culto a D’s, pero el objetivo de nuestro servicio debe ser el cumplir con la voluntad Divina, o como lo expresa nuestro maestro, el Rav Kuk: “Dar satisfacción a nuestro Creador” (Musar Avija, 3:4). Alcanzar la perfección en nuestro culto a D’s significa cumplir “el culto sólo para D’s”, la aspiración de hacer únicamente la voluntad Divina y no para obtener un premio, ni siquiera una gratificación sentimental. 
Se puede comparar esta situación a una persona que salvó a su ciudad y recibió por hacerlo una gran recompensa de mil piezas de plata. Debe estar feliz por haber salvado a una ciudad y no por la recompensa recibida (Musar Avija, 3:4).
Nuestro objetivo supremo debe ser realizar la voluntad de D’s, y sólo después buscar la emoción. No siempre el individuo se emociona. El Rav Kuk cita el libro “Jovat HaLevavot” de Rabeinu Bejaie Iben Pakuda, el que dice que quien desea cambiar su propia naturaleza para bien y llevar a cabo una revolución en su interior, debe estar dispuesto a probar el gusto del “medicamento amargo” (Shaar Avodat Elokim, Cap.5). Evidentemente, quizás el remedio sea dulce, pero hay que estar predispuesto a que también sea a veces amargo (Musar Avija, 2:1).
No siempre nos emocionamos. El yerno del Rav Kuk se quejó ante él por el hecho de que no sentía un progreso en el estudio de la Torá. El Rav Kuk le respondió que tampoco él sentía algo especial durante el estudio de la Torá